Las postales de Nart

Capitulo 9 - Sabe de los maquis

  Estaba despierto desde las cinco de la mañana, de la ilusión apenas pudo dormir. No quería llegar tarde. Ese día, había quedado con Javier un rato antes de lo habitual, para recoger el encargo del día anterior. Aquella mañana, para él, era lo más excitante que le podría pasar ese día.  
   Javier llegó quince minutos antes de lo habitual. Fumaba un cigarrillo en medio de la oscuridad, sabía que no podía entretenerse mucho, y menos que lo viera el señor Alberto. En la otra mano sujetaba una caja de cartón con tapa, parecida a la de una caja de zapatos.
   - Javier, ¿es lo mío? -le preguntó Nart sin saludar.
   - Mejor que la cojas y la escondas, que no la vea tú tío -
   - ¿Traes los carretes? - continuó Nart.
   - Sí, también, dos de veinticuatro - dijo Javier.
Los dos se dirigieron a la tienda. Nart abrió los portalones de la botiga, mientras Javier, iba a su furgoneta Citroen a buscar todo lo encargado por el señor Alberto. Ya dentro, se apresuró a abrir la caja, la apoyó en el mostrador, receloso, observando la puerta de entrada. 
   - Dos carretes -continuaba Javier. - Y las postales -
Un fajo de postales antiguas, contenidas por una goma. Las prometidas por Javier, las enviadas por su padre en 1944, cuando fue parte de los movimientos guerrilleros antifranquista, que se crearon al final de la Guerra Civil española, los maquis. Nart estaba impaciente por saber más de la historia de ellos. Los pocos días que duró el castigo, pudo leer alguno de los libros que su tía tenía en una pequeña estantería, en la pequeña sala de lectura. Historias y relatos, que cada mañana  comentaba con Javier.
   Cada una de las postales contaba un recorte sobre la historia de su padre. La primera que cogió era de una fotografía sin fecha, y unas iniciales m.m, seguramente el nombre del fotógrafo. Se veía una habitación, una especie de sala de estar con tonos ocres. Una gran chimenea de piedra presidía la estancia, en el interior, un aparente fuego vivo que calentaba una olla de hierro, con la tapa; supuestamente, borboteando algún tipo de guiso. De las paredes colgaban ristras de ajos, ramilletes de laurel seco y algunas guindillas rojas. Como única ornamenta del salón, colgaban dos yugos de bueyes y un trabuco de un siglo pasado. Una única  percha en una de las paredes, repleta con mucho desorden, colgaban chalecos, pañuelos y alguna que otra gorra. Tres mesas de madera ruinosas, con jarras de barro y vasos medio llenos de vino rellenaban el resto de la fotografía. En ellas, varios hombres jóvenes, sonrientes, sentados en sillas de madera y anea posaban para la ocasión.
   En los rincones se apoyaban varios sacos, que por las formas que tenían  podían ser de patatas, cebollas o posiblemente legumbres. 
En el reverso leía:
    
   [Querido Javier, espero que estés bien. Por aquí como siempre. La lucha no nos deja dormir. Pronto estaré por ahí, Viella está cerca, pero para mí estáis muy lejos. Os mando un beso grande. Cuida de tú Madre].

   Guardó la postal en el bolsillo, y tras un repaso visual rápido, las metió en una lata vacía de chocolate. Los dos carretes los metió en una antigua picadora de carne que había al final del pasillo, junto a otros muchos objetos inservibles; de cuando el tío también vendía carne fresca, no sin antes sacar el carrete ya terminado con las últimas fotografías del desván. Era su escondite secreto, donde era imposible que su tío lo encontrara. 
   Cinco horas llevaba en la botiga y aún no había venido su tío, le preocupaba que no le diera tiempo a pasar por casa de Moisés a dejar el carrete. Su tía sabía que a las doce ya debía estar  en casa. Aunque le había levantado el castigo, mejor sería no hacerla esperar. Al menos debería dejar pasar unos días para que le dejaran coger la bicicleta y volver a ir con El Pichas a casa de los tíos.
   Al llegar su tío estaba todo ordenado y arreglado como él le decía, tenía prisa y esperaba impaciente, nervioso por lo acontecido esa mañana.
   -Hoy no he podido llegar antes, me entretuve en la finca - se excuso en tío.
   - Le diré a la tía que no es culpa mía - dijo Nart  abriendo la puerta para salir deprisa .
Corrió como si le persiguiera la noche. Si tardaba más, Moisés podría haber marchado. Quería que tuviera el carrete, no fuese que su tío o su tía lo encontrasen, en casa no había ningún escondite secreto.
   Encontró a Moisés en la puerta a punto de cerrarla y marcharse. 
   - ¿ A dónde vas tan deprisa? - le pregunto extrañado por la hora que era. Sabía  que a esa hora debería estar en casa de sus tíos.
   - Solo quería dejarte este carrete acabado para que me lo guardes - Nart se lo entregaba sin esperar ninguna respuesta.
   - El próximo día que vengas lo revelamos - contestó mientras lo cogía y se lo metió en el bolsillo - Nart no contestó y corrió hacia la casa de los tíos.
 La tía ya tenía la mesa preparada. La olla del guiso de garbanzos se mantenía caliente en el fuego, esperando que llegara él. 
   Mientras comían, Nart le preguntó si sabía algo de los “maquis”
   - ¿Quién te ha hablado de los maquis ? - contestó su tía, a sabiendas que Nart había leído algunos de sus libros.
   - Lo vi en un periódico viejo que encontré en la botiga  - contestó mintiendo.
La tía Agnés, no sabía a donde derivaría su interés por la historia. Al fin y al cabo, formaba parte de su vida y estaba en su derecho saberla    - Cuando comamos hablaremos de ello, hoy no haremos clases -  
   Ya sentados en el sillón, delante de la ventana, donde siempre se ponían cuando la tía le explicaba cosas, o leían algún libro en voz alta, Nart sacó la postal, aún dudando si sería buena idea. 
   - Javier me dejó esta postal -
   - No es una postal, es una fotografía, seguramente hecha en algún refugio, por algún reportero de guerra afines a los guerrilleros. Fotografías que se hacían para reflejar las vidas de los maquis tras acabar la guerra civil - La tía cogía la fotografía y después de unos segundos, señalaba con el dedo parte de la fotografía mientras empezaba a explicarle. 
   - Este de aquí, el de la derecha es el padre de Javier - 
   Nart se quedó perplejo, ¿como sabía quien era el padre?. Él no le había dicho que lo fuese cuando se la sacó.
   La tía se acercó a la estantería, y con una pequeña llave que llevaba en bolsillo, abrió uno de los cajones de la parte inferior. Removió algunos papeles de encima y recogió una pequeña caja con unas cuantas fotografías en color sepia, de 10x15 de tamaño.    
   Junto a Nart, abre la “cajita” y busca una foto en concreto, y se la enseña.
   - Esta fotografía es de hace quince años -
la tía deja que pase un par de segundos, esperando que Nart pudiera reconocer a alguno de los hombres que sale en ella.
   - Este de aquí es tu tío Alberto, el de la izquierda es el padre de Javier; Jorge. Este del centro es Gabriel, el padre de Elías - continúa explicando señalando con el dedo.
   - Los tres estuvieron en las guerrillas contra el ejército, en la frontera en Pont de Rei -
Nart se queda unos segundos en silencio.
   - ¿Estuvieron en los maquis? - 
  -  Sí, los tres pertenecieron a los movimientos guerrilleros antifranquista, los maquis - 
Continuó contando mientras va seleccionado fotos, como guía de lo que explica, hasta que coge un libro que yacía desde el principio a un lado de la mesa. Lee:
   - En 19 de octubre de 1944 entraron en el Valle de Arán, ese mismo día fue ocupado casi en su totalidad por los maquis. Los principales combates tuvieron lugar en Bossòst y en Salardú. Estos se alargaron hasta el día 30 de octubre, ese día varias decenas de miles de soldados, tanques y artillería del ejército de franco, llegaron a Vielha para darles caza. Trescientos guerrilleros tuvieron que retroceder y escapar a Francia por Pont de Rei - la tía, cerró el libro, una vez leído la parte remarcada con lápiz y continuó tras observar la cara de entusiasmo de Nart.
    - Después de un tiempo, regresaron con sus familias, y otros las formaron aquí -
   A tu tío, todo esto le afectó mucho y cambió su manera de ver las cosas. Desde entonces, se convirtió en una persona más reservada y no quiso saber nada más de esa historia, ni de otras que tuvieran que ver con los maquis.
    Gabriel, desconectó, de alguna forma, del mundo. Las injusticias que cometieron los pocos grupos que quedaron afines al franquismo, le persiguió, a él y a sus hijos. El más pequeño de tan solo dos años, por desgracia, no sobrevivió. Una tarde, el maestro que venía dos días a la semana desde bossóst, para dar clase a los niños del pueblo, cuando salía del barranco, donde daba las clases, unos soldados, desde un camión, dispararon varias veces sobre él y salieron corriendo calle abajo. No vieron que tras de él, el hermano más grande de seis años, llevaba de la mano al pequeño. Una bala perdida impactó en él, quedó tendido sin vida, fue en el acto. Los soldados confundieron al maestro con un maquis. Una información errónea, o malintencionada, que les llegó a través de un anónimo. A esa gente con eso les valía, primero disparar, sin averiguar si era verdad o no, luego daba igual, ya lo justificarían. Acudió todo el pueblo al entierro, después, nadie hablaba, todos tenían miedo a las represalias. Desde entonces anda un poco perdido. Arnau, tío de Elías, sí, el Pichas - sonrió - se quedó en la frontera intentando salvaguardar el puente, de una forma más activa. Era la forma de controlar las entradas y salidas, para después pasar la propaganda de los maquis.
   - Aquí, en esta fotografía salen cinco hombres, ¿quién son los otros dos? - señalaba Nart.
   - Este de aquí es Dean, el padre de Ade y este es... - esperó unos momento, esperando que Nart pudiera reconocerlo y continuó.
   - Este es tú Padre -
   - Si te fijas, verás que en esta también están los cinco - mientras volvía a coger la foto que le dio  Nart.
 Nart se fijaba en la fotografía con gesto de incredulidad, sin entender qué pasaba o lo que allí pasó.
   La tía seguía mostrándole más fotografías, mientras le explicaba, de manera que lo pudiera entender, el pasado, y como les repercutió en el presente.
La luz se iba yendo, apenas entraban unos pequeños rayos de los últimos de la tarde, pero había suficiente para continuar.
   - Será difícil que entiendas lo violento que fue el pasado y las huellas que dejó en ellos. De diferente manera cada uno buscó sus respuestas en este valle. Tú tío Alberto y Gabriel tomaron caminos diferentes, aún estando en el mismo pueblo sus avenencias eran constantes y sabidas por todos. Pero siguen siguen apoyándose como amigos -   
    Nart seguía  manteniendo silencio, esperando poder entender tanta información. 
La tía abrió un libro, y sacó un recorte doblado de un periódico francés. Lo desdobló, alisó sobre la mesita y leyó traduciéndolo: 
   -  5 de Agosto de 1944 Vielha. 
Cinco hombres con bandoleras, con herrajes oxidados. Ocultando una causa perdida, acariciada y despellejada por una bandera. Una causa, que sabían antes de empezar, que la perderían - 
   - Parte de un comando fue apresado por el ejército franquista en Bossóst. Fuentes oficiales registran 129 muertos, 241 heridos y 194 fusilados - Agnés, dobló el recorte, lo colocó en el libro, lo cerró y continuó.
   - Cientos de guerrilleros traspasaron, de nuevo, la frontera francesa, entre ellos los de la fotografía - la tía señalaba la que había sacado de la caja. 
   - Otros quedaron desperdigados por los montes del Valle de Arán. Arnau fue uno de esos maquis, él acabó cerca de Les -
   Aquellas dos horas fueron las que más le gustaron estar con ella. Guardó en la memoria la larga conversación, que con cariño, le dio algunas respuestas de lo que pasaba.
   Le hacía pensar que lo de su padre iría a peor, intuía entonces que su tío escondía algo. El desván, las idas y venidas a la finca, las reuniones en el local situado encima del bar. Todo eso y la prohibición de ir a casa del tío del Pichas. 
   No entendía por qué no podía ir a ver a su madre. Pronto empezarían las primeras nevadas, luego sería más difícil desplazarse hasta Betlan.
 




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