Las postales de Nart

Capítulo 19 - La llave

Javier se fue a la ferretería e hizo una copia de la llave.
    Su tío se las dejo por descuido o tal vez se le cayera, el caso es que la encontró, detrás de unos de los sacos tan insignificantes, hasta ese momento, de cebollas. La encontró nada más llegar, tras ir a colocar todo lo que Javier le iba entregando, entonces fue cuando se dio cuenta, era una llave pequeña, con un llavero de goma que ponía  «mirinda». La cogió sin pensarlo dos veces, con la idea clara, allí seguiría, después de hacer una copia, luego buscaría que secreto abría.  
   Veía la cara que se le ponía a Javier cuando le dijo que le hiciera una  copia. Se lo pidió reiteradamente, una y otra vez y la misma contestación por parte de Javier - tú estás loco, ¿qué quieres que se entere?, ¿tú sabes lo que podría pasar?, pero Nart insistió, e insistió, hasta que cedió. 
  - Te la haré en el próximo pueblo, también te haré una del buzón de correos de fuera, para que hagas lo que quieras, antes de que llegue yo y me lo lleve. Cuando acabe, antes de que baje devuelta para Vielha, paso y te las entrego. Espero que sea antes de que llegue tu tío, y nos metamos en un lío - dijo arrepintiéndose tras decir la última palabra, pero ya había aceptado.
   Nart buscó por todos lados, algún mueble tendría que haber escondido en algún sitio. Era una única llave, pequeña, con un llavero, no estaba con las demás llaves que solía llevar su tío.
   Movió sacos y cajas. Miro debajo del mostrador, en el desván, no encontraba nada que esa llave pudiera abrir algo. Posiblemente su paranoia le estaba jugando una mala pasada y no había nada en la botiga. Desistió. Colocó bien todos los sacos, cada uno en su sitio, pero, cuando iba a mover el último que había dejado apoyado al final del pasillo, la pared se desplazó unos centímetros. Retiró más el saco, vio que era una falsa pared de madera, la empujó hacia atrás, esta cedió, tocó el fondo y se abrió hacia delante. Al descubierto quedó un armario empotrado, de unos veinticinco centímetros de ancho y un metro de alto. Había una cerradura en un extremo, no muy grande. Tendría que esperar a Javier, para saber si la llave abría ese almario. Volvió a empujar la falsa pared y colocó el saco.
   Javier apareció poco antes de las once. Nart lo esperaba impaciente, se movía del pasillo al mostrador, y viceversa. Le preguntó por las llaves, Javier se las entregó, después no quiso saber nada más y se marchó. A Nart le quedaba un rato, antes de que, los asiduos a las compras de último momento, por olvido entraran a comprar. Hizo la misma operación para que el armario quedara al descubierto, y sí, la llave lo abrió, pero tuvo que parpadear varias veces, atónito, por lo que se encontró:
un rifle, una escopeta, una pistola, un machete, pasamontañas y cajas con balas y otra con cartuchos. Todo bien colocado y en orden, colgados en el fondo del armario. Se apresuró a cerrarlo de nuevo, colocó todo como estaba y guardó la llave, en el mismo sitio donde escondía los carretes.
 




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