Arnau entró en su casa, llevaba toda la mañana sin dar explicaciones. Se movía nervioso, de un lado para otro, por lo que Josep no se atrevió a decirle nada. Siguió a su padre por toda la casa, hasta que salió por la puerta de atrás. Arnau se apoyó en el pequeño muro de piedra que rodeaba la pocilga, sacó de su bolsillo una nota amarillenta, doblada, la abrió y se la enseñó a Josep.
- ¡Estamos jodidos! - exclamó este.
Arnau clavó la mirada en el infinito, pensando si su hijo era capaz de entenderlo.
- Lee, Joder !. ¿Lo entiendes? -
Josep volvió a leerla. La nota era de Andrés, el dueño del bar El Nacional, su confidente. Hacía un año que Arnau lo había convencido, sin mucho esfuerzo, para que lo tuviera al día de las reuniones de sus ex compañeros en su bar. A cambio, Andrés recibía cada mes, un sobre con billetes y un trato especial en su casa de citas. La nota la habían recogido, como siempre, en el bar. Unos de sus encapuchados, que se mezclaban con la clientela, como cualquier otro vecino del pueblo, la había recogido en mano. Les avisaba que podrían saber que la niña estaba allí. Y lo peor es que tenían pruebas. Ahora Alberto y Jorge estaban en el cuartel de la Guardia Civil de Vielha, concluía la nota.
- Pero padre, de Felipe, no dice nada -
- Tú eres estúpido o qué, qué coño quieres que diga de Felipe, ni él, ni nadie sabe nada - le recriminó Arnau.
- Si a la noche no he vuelto, ya sabes lo que tienes que hacer - añadió.
Desde hacía días, Arnau le había dado instrucciones muy claras, en el caso de que algo saliera mal, y tuvieran que salir de allí, Josep sacaría a la niña de la pocilga, la llevaría al zulo de las armas, que solo ellos dos sabían, allí debería espera hasta nueva orden.
Arnau cogió una pistola, se aseguró que estuviera lleno el cargador, le puso el seguro y volvió a hacer lo mismo con el fusil - de hoy no pasa, esos cabrones no me van a joder más la vida - Pensaba mientras cogía el coche y se encaminaba en dirección contraria a Francia, a Vielha.
Mientras tanto, Moisés cruzaba la calles, a ratos reducía, a ratos aceleraba. Tenía prisa por llegar a Vielha. Paró frente al bar de Andrés, estuvo un momento, volvió a arrancar y tiró. Giró a la derecha y aceleró hasta la carretera nacional, paralela al río Garona. Al poco le cruzó un coche verde, Moisés lo reconoció enseguida, era el Peugeot de Arnau. Este le adelantó, desaceleró, hasta casi parar el seiscientos. Arnau lo había reconocido hacía un buen rato.
- El fotógrafo de mierda que lo controlaba con su cámara - maldijo en cuanto reconoció el Seat. Arnau sabía la amistad que tenía con Alberto. La rabia hacía rato que se había apoderado de él, en cuanto lo vio se dispuso a sacarlo de la carretera. Volvió a acelerar, condujo en paralelo al seiscientos, sin pensárselo dio un volantazo, a Moisés le pilló desprevenido, frenó, aceleró, dio un giro brusco a la derecha, porteando los baches. Volvió a incorporarse a la calzada, pero Arnau había frenado en seco, esperando que se incorporara a la calzada. Aceleró todo lo que pudo, a esa velocidad el seiscientos no tenía nada que hacer, lo investiría por el lateral y lo haría chocar contra el muro de piedra de un metro de altura .A solo unos metros, la torpeza de Moisés hizo que las ruedas rozara la gravilla, el coche derrapó y se salió de la carretera, chocando el morro del Seat 600 contra el muro. El coche quedó en diagonal. Esa maniobra a Arnau le cogió desprevenido, que no pudo reaccionar a tiempo, colisionado con la parte trasera del seiscientos, el Seat dio un giro, que dejó a Moisés con el coche boca abajo, mientras el de Arnau salió disparado a dos metros de altura, el coche giró en el aire e impactó con el techo en el río, en pocos minutos el agua lo había engullido. Después solo silencio y oscuridad, hasta que decenas de luces irrumpieron en la noche.