Las postales de Nart

1985 - 15 Vuelve al pueblo 25 años despues

  Con los ojos húmedos sacó su vieja cámara de fotos. Sabía que con ella, este sería el final de su viaje. Recordaba a Ade, de cuando por fin le dejaron visitarla al hospital. Ella estaba sumida en una depresión, había olvidado lo que era la risa, olvidó lo que era el sol. En su habitación, en su cama, él le cogió de la mano, la acarició, ella le sonrió agradecida. Así estuvieron horas. Estuvo visitándola durante días. Se recuperó pronto, en una semana salió del hospital. Con el tiempo volvió a estar bien, pero apenas se volvieron a ver, apenas le volvió a hablar. 
  El coche de Arnau lo sacaron a la semana siguiente. Por la profundidad del río, y por la dificultad del terreno, se necesitó de una grúa especial llegada de Barcelona. Josep recibió el disparó en el muslo. 
   Dos días después, en el hospital, declaró que Josep, hijo de Arnau. Explicó que su padre quiso vengarse de los cinco ex maquis que formaban el grupo, por no dejar tranquilos sus negocios, y por que tuvo problemas con el bando del País Vasco, por no poder entregar las armas incautadas por la Guardia Civil. Eso le ocasionó un problema que no pudo solucionar. Recordaba lo último que le dijo su padre.
   - De qué sirvió todas las vidas que se perdieron en la lucha, si ahora abandonamos la resistencia de nuestro compañeros los vascos - 
   
   Paseó por las calles del centro, estas parecían ficticias. Atravesó aquel que había sido su pueblo. Recordaba la plaza, el viejo letrero de la botiga, los paseos hasta el puente, al pichas, su amigo, una amistad que duró poco. La vida que jamás debieron arrebatarle. Recordaba a su padre, que tan solo pensarlo, se le aceleraba el corazón. El día que secuestraron a Ade, si no hubiese sido porque tenía prisa para ir con Moisés, también él habría pasado esos días con ella. Y ahora todo estaba tranquilo, una paz que resultaba melancólica. Sentía que todo lo que veía seguía igual, y a la vez diferente, como si las paredes viejas y amarillas de las casas, reflejaran la luz de forma distinta. Seguía pensando en Ade, como si fuese otra persona, la niña, y la Ade mujer, la que desde hacía años le tenía robado el corazón, Entonces tuvo la necesidad de llamarla, debía saber que estaba en Les.
 




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