Las Promesas Que Te Hice

LA PUERTA DE LOS RETORNOS

MI NOMBRE ES DANA Y SOY UN ÁNGEL PERTENECIENTE AL RANGO DE LAS POTESTADES. MI MISIÓN ES ENCARGARME DE LA VIDA Y DE LA MUERTE RECIBIENDO A LAS ALMAS O ENVIÁNDOLAS DE REGRESO DEPENDIENDO DE LOS DESIGNIOS DEL GRAN JEFE Y PROTECTOR DE TODO EL CIELO. 
DESDE QUE SOY UN ÁNGEL POTESTAD HE SIDO TESTIGO DE GRANDES HISTORIAS DE TODO TIPO. HISTORIAS BUENAS Y MALAS, HISTORIAS DE AMOR AL IGUAL QUE HISTORIAS DE ODIO, HISTORIAS TRÁGICAS Y FELICES. HE SIDO TESTIGO DE HISTORIAS SOBRE ALMAS PURAS Y NOBLES QUE FUERON PREMIADAS CON MARAVILLOSAS ALAS BLANCAS Y RELUCIENTES, Y TAMBIÉN DE ALMAS MANCHADAS QUÉ FUERON EXPULSADAS DEL CIELO O ENVIADAS DE REGRESO A LA TIERRA CARGANDO SUS ALAS NEGRAS COMO UN GRAN PESO PARA SUS NUEVAS VIDAS, COMO SÍMBOLOS DE PENITENCIA. 
En esta ocasión contaré una historia de amor formada en la tierra y que trascendió hasta los cielos del paraíso en un lugar lejano. Más allá de la luna y de las estrellas. En un mundo donde nada es imposible, y en dónde Karîm y Aurora fueron muy felices por siempre y para siempre. ¡Claro! Siendo conscientes de que en el cielo el tiempo podría ser tan sólo un segundo o una eternidad. 
Cuando el gran Jefe y protector de las almas escribió sus nuevos designios, envío a uno de sus tronos para dar las buenas nuevas. La pequeña Aurora había sido nombrada discípula de los arcángeles para llegar a convertirse en un ángel protector. 
Como consecuencia de aquel designio ella no solo debió abandonar el paraíso de las simples almas del cielo, sino también debía separarse de su bello y amado príncipe, Karîm. Ambos no podían objetar ante las decisiones del gran Jefe y protector de las almas. Nuevos destinos les aguardaba y Karîm debió lidiar con el suyo cuando uno de los tronos dictó su sentencia con base en todos los registros de sus acciones como ser humano en la tierra. 
— Serás enviado de regreso a la tierra y llevarás a cuestas el símbolo de Azkeel (descendiente de la maldad) De ti dependerá equilibrar la balanza entre el bien y el mal de tu alma por medio de tus actos para que finalmente seas absuelto de los pecados de tu vida pasada y merezcas la luz que guiará tu camino —dictaminó el Trono enviado a dar su veredicto—
— ¿Al menos podré despedirme de mi pequeño ángel? 
— ¡Eso es imposible! Ohazia llegó al cielo sin pecados, sin peso sobre sus hombros y se encuentra ahora donde corresponde.
— ¿Ohazia? 
— Ese será su nombre como discípula de los arcángeles. Ella posee La pureza de un ángel guardián, y de lograr convertirse en uno, el gran Jefe y protector de las almas decidirá cuando deberá volver a la tierra. Tú en cambio has cometido pecados muy graves en tu vida pasada y deberás responder por ellos. También has dejado cosas inconclusas, has prometido demasiado y eso te amarrará por completo a la nueva vida que tendrás. 
— Las promesas que hice fueron para mi ángel. ¿Qué podría amarrarme a la tierra sin ella? Si tengo que volver a la tierra para pagar por mis pecados, lo haré, pero por favor déjenme despedirme de ella. 
— Ella ya no se encuentra aquí por lo tanto no podrás verla. 
— ¿Significa que si no puedo verla ahora, nunca más la volveré a ver? 
El Trono no contestó. Simplemente exclamó ¡Es hora de volver! Levantó sus alas, dio media vuelta y me dijo —Condúcelo hasta la puerta de los retornos—

Posteriormente se marchó. 
— ¡Ángel de las potestades! No puedo volver a la tierra sin despedirme de ella. 
— No hace falta que la tengas delante de ti para despedirte de ella —le dije, y entonces cerró los ojos y trajo a su pequeño ángel en sus pensamientos 
— ¿Karîm? 
— El gran Jefe y protector de las almas ha designado mi destino. Debo volver a la tierra, mi ángel. Me enviarán ahora mismo y quizás ya nunca nos volvamos a ver. 
— ¡Nos volveremos a ver, Karîm! Lo sé porque me hiciste muchas promesas. ¿Lo recuerdas? 
— Esas promesas serán parte de mi condena, mi ángel. Dudo que pueda olvidarlas —dijo el joven resignado a su destino— 
— Lograré convertirme en un ángel protector y estaré cerca de ti. ¡Muy cerca de ti, Karîm! —exclamó por última vez antes de que su voz en la mente de Karîm se viera irrumpida por el estruendo de la gran puerta de los retornos 
— ¡Es hora de volver! —advertí—
— Por favor, no... No quiero volver… ¡Auroraaaaaaaa! ¡No! ¡No quiero! 
— ¡Nos volveremos a ver! ¡Te lo prometo mi bello príncipe! 
— ¡Nooooooooo! 
BAVIERA – ALEMANIA (1997)
Un pequeño niño de aproximadamente 3 o 4 años había sido rescatado de las cenizas de un incendio de grandes proporciones que azotó a una granja en el cual perecieron todos sus habitantes, o casi todos. 
De un modo sorprendente e inexplicable los bomberos habían hallado  en uno de los graneros a un niño al cual lograron rescatar con vida. El pequeño había sufrido graves quemaduras en la espalda, razón por la cual debió ser trasladado inmediatamente al hospital más cercano. 
Que un niño haya sido rescatado con graves quemaduras de un incendio, sonaba razonable, pero lo que absolutamente a nadie le pareció razonable, por sobre todo a los bomberos y a los médicos que lo asistieron fue que el niño presentara escoriaciones en los tobillos y en las muñecas al igual que golpes en varias partes el cuerpo. 
Según los primeros informes médicos, el pequeño también presentaba dermatitis, desnutrición y deshidratación haciendo pensar que el pobre inocente había sido víctima no solo de aquel terrible incendio sino también de constantes maltratos y desatenciones. 
— Mein Gott! ¿Cómo es posible? ¿Qué fue lo que le hicieron a esta pobre criatura? 

Una joven mujer de nombre Esther Willemberg que trabajaba como voluntaria del hospital de niños y quién en entonces era una de las principales benefactoras de la fundación del hospital, absolutamente aterrada observó con dolor y tristeza a aquel pobre inocente.
— Ya hemos remitido estos informes médicos a las autoridades correspondientes de modo a que puedan investigar qué fue exactamente lo que sucedió. No quiero pensar siquiera en la posibilidad de que este pequeño haya estado amarrado en el granero a la hora del incendio, pero todo apunta a que así fue —explicó un doctor de apellido Schloss que había tomado el caso del pequeño—
— ¡No más, doctor, por favor! Esto que me cuenta usted es horrible y aterrador. ¿Qué personas eran esas que se enzañaban de ese modo con un niño tan pequeño e indefenso? 
— Es lo que deseamos saber señora Willemberg. Aparentemente sus padres perecieron en el incendio junto a otros familiares y desde luego ellos hubiesen sido los primeros sospechosos de los inconcebibles maltratos. 
— Aún no comprendo por qué Dios da hijos a personas que no lo merecen. Yo deseé tanto tener un hijo. Recé día y noche para que Peter y yo tuviésemos uno algún día, pero nunca pude retener uno en mi vientre —dijo con la voz quebrada, acercándose a la cama del pequeño— La vida es tan injusta, y mirar a este inocente, tan indefenso, y pensar de qué modo ya conoció las aberraciones y crueldades de este mundo, me deja con muy poca fe en todo. 
El caso del pequeño rescatado de la granja incendiada generó un gran movimiento entre las autoridades federales de modo a averiguar qué fue exactamente lo que había sucedido. La policía federal comenzó a interrogar a numerosas personas de la zona, pero nadie quería hablar al respecto, sin embargo luego de muchas insistencias un campesino de la granja vecina finalmente habló. 
RELATO DEL CAMPESINO
— El niño se llama Dylan y los padres lo mantenían constantemente encerrado en el granero porque decían que traía el demonio adentro. Decían también que nació sin voz y con una marca en la espalda, y que cuando se molestaba por alguna razón o comenzaba a llorar, sucedían cosas extrañas 
— ¿Qué cosas extrañas? —interrogó el agente fiscal—
— Caían objetos al suelo, las puertas y ventanas se abrían y se cerraban solas. Cuando lloraba demasiado se oían truenos en el cielo. 
— ¿Por qué razón lloraba demasiado? ¿Los constantes maltratos de sus propios padres? ¿Ese niño Bibi amarrado en el granero? ¿Ustedes lo sabían y no hicieron nada para ayudarlo? 
— Los padres no sabían cómo lidiar con el niño, y nadie más quería inmiscuirse. Le digo que todos creían que el chico traía un demonio adentro. 
— Es solo un niño pequeño e indefenso que quizás requería de cuidados especiales, pero sus padres no vieron mejor opción que tenerlo en el granero y amarrado como si fuese un animalito. ¡Llévenselo de aquí que ya no tengo ganas de seguir oyéndolo —ordenó bastante exaltado aquel fiscal. Enfurecido y a la vez visiblemente afectado por los disparates que acababa de escuchar del campesino— 
A la mañana siguiente, con base en las declaraciones de varias personas de la zona y que a raíz del incendio, los padres del niño perecieron, llegaron hasta el hospital los encargados de servicios sociales para informar que la custodia del mismo ingresaría de inmediato al sistema de adopciones. Que ni bien lograra reponerse y ser dado de alta del hospital, sería trasladado a un hogar de niños. 
En cuanto a las pericias sobre cómo pudieron haberse originado los incendios en aquella granja y como aquel pequeño logró sobrevivir milagrosamente siendo que el granero dónde se encontraba también había sido consumido por las llamas, nada quedó aclarado y el caso fue declarado como un accidente de quema de pastizales en las vaquerizas. 
— ¿Qué sucederá ahora con el pequeño, doctor Schloss? —preguntó la señora Esther Willemberg— 
— Los de servicios sociales volverán dentro de un par de días para cerciorarse sobre la evolución del pequeño. Me dejaron las copias de los datos personales del mismo, dentro de este archivo —le contestó el doctor enseñándole el archivo que tenía en mano— Muy certeros no son esos datos pues fueron recabados únicamente con base en los interrogatorios de algunos pobladores de la zona. Los más cercanos a la familia que vivía en la granja y que conocían la situación del pequeño. 
— Dylan Beriç. Nacido el 28 de julio de 1993 —leyó la señora Willemberg— 
— Según esos datos, el pequeño tendría apenas 4 años, aunque debo decir que aparenta menos y debe ser como consecuencia de los escasos cuidados que recibía. 
— ¡Es un inocente bebé! —exclamó con profundo pesar y lágrimas en los ojos— ¡Por favor doctor Schloss! —le suplicó con vehemencia— Manténgame al tanto sobre el estado del pequeño y si necesita alguna cosa también hágamelo saber y no dude en pedírmela. Yo debo ir a casa ahora, pero volveré ni bien me libere de algunas ocupaciones que tengo pendientes. 
— Así será señora Willemberg. 
¡La señora Esther Willemberg! Una mujer muy noble y de un inmenso corazón bondadoso había posado sus ojos y volcado todos sus buenos sentimientos en aquel pequeño niño. Ella era una persona bastante caritativa. Estaba casada con Peter Willemberg. Un hombre empresario, muy importante y de buena posición social y económica.  Dueño de una de las exportadoras más importantes de toda Alemania, y próximamente de otros países de Europa como Francia y España. 
El señor y la señora Willemberg estaban juntos desde 1985 y tristemente para ambos, nunca pudieron tener un hijo. Anhelaban mucho tener uno y habían intentado todo para poder lograrlo, sin embargo el destino no les había concedido aquella dicha. 
A inicios de 1997 Peter Willemberg había inaugurado en la ciudad de Nüremberg su segunda empresa transportadora, motivo que los había impulsado a mudarse a Baviera. Uno de los estados federados más grandes de Alemania. 
Desde la llegada de ambos a Nüremberg, la señora Willemberg, invadida siempre por su noble y caritativo corazón, había decidido convertirse no solamente en benefactora, sino también en voluntaria del área infantil de la Universitätsklinikum Erlangen (Clínica Universitaria de Erlangen) Fue así como un día su alma se estremeció por los suelos al conocer la desgarradora historia del pequeño Dylan Beriç. Un niño que en su muy corta y desafortunada vida conoció una de las crueldades más grandes que pudiera existir. 
Una crueldad que experimentó a causa de sus propios progenitores. Unos seres malditos que en lugar de brindarle amor y protección, lo trataron de la peor manera. Un trato que no merecería ni el más insignificante de los insectos. Unos seres que nunca debieron haberse convertido en padres y que de haber sobrevivido a aquel incendio. Hubieran merecido el peor de los castigos. 
Dylan Beriç había llegado al hospital en estado sumamente grave debido a la quemadura de tercer grado en la espalda, sin mencionar las escoriaciones en tobillos y muñecas, la dermatitis, la desnutrición y deshidratación severa. 
— ¡Eres un pequeñito muy valiente, mi amor! ¡Eres muy valiente porque estás luchando por tu vida y por qué has sabido soportar todo lo malo e inmerecido que te han dado en tu corta vida —rezaba la mujer entre lágrimas, al oído del pequeño quién aún yacía profundamente dormido en la cama de aquel hospital— ¿Pero sabes que? Yo te prometo que estarás bien. Tú te repondrás de todas tus heridas y serás el chico más fuerte y maravilloso que exista sobre estas tierras. 
Esther Willemberg le había tomado mucho cariño al pequeño Dylan, y había tomado mucho interés con respecto a su salud y a su bienestar. Cada día lo visitaba, le hacía compañía y desde el más profundo de los sueños del pequeño, la buena mujer le contaba bonitas historias de modo a que cuando despertara, pudiera creer en su conciencia que en este mundo también existía la felicidad. Que existían personas buenas y capaces de cuidar y dar amor. 
 



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Editado: 10.02.2022

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