La bebé lloraba mientras los alrededores se calcinaban con el fuego, los relinchidos de los caballos sonaban en la distancia, las personas huían ignorando que dejaban atrás a una criatura de poca edad en una casa humeante.
Una joven de cabellos rojizos escuchó el alarmante llanto de la bebé.
Se paró en seco y volteó alarmada en dirección a la casa de la que salían llamas dispuestas a devorar a cualquier habitante de aquella colina, pero esta chica de ojos dulces y piel cremosa no le dio importancia y corrió hacia las ardientes llamas.
A medida que avanzaba sentía como el abrumante calor la rodeaba, como cada bocanada de aire que lograba tomar se convertía en tos , se dio cuenta también de que sus ojos ardían, su piel ardía, sus pulmones ardían, toda ella se encontraba ardiendo debido al exasperante calor.
La casa se desmoronaba rápidamente, debía darse prisa o... no quería ni pensarlo.
Logró por fin llegar a la habitación de la infante, que se encontraba en un rincón hecha una bolita mientras lloraba. La chica se acercó con cautela para que el piso no se quebrara y susurrándole a la pequeña que todo estaría bien la tomó en brazos.
Pero se dio cuenta de la presencia de otra persona en aquella habitación, una mujer de largos cabellos color chocolate miraba desde el otro extremo de la habitación y simplemente le dijo a la chica: "vete".
La pelirroja se dirigió a la salida de la casa con rapidez, pero para su desgracia no fue suficiente, ya que los escombros habían tapado la salida.
El humo era asfixiante, no sólo para ella si no también para la niña, que lloraba con fuerza.
La chica trató en vano de tapar lo más que pudo a la infante para que no inhalara tanto humo pero cada vez se volvía más difícil.
Llegó un punto en el que la propia joven se estaba quedando sin aire y empezaba a sentirse en verdad mal, por lo que decidió sentarse en una esquina a la que el fuego no había llegado esperando recobrar fuerzas para poder salir.
Entonces, notó que en la esquina en la que se encontraba había un agujero, de seguro no era la mejor salida pero era la única.
Se agachó y comprobó que sí podía pasar junto con la niña, apenas, pero podía.
Empezó a gatear para salir, tenía que darse prisa o también quedaría atrapada en aquel agujero que más bien se asemejaba a un túnel.
Justo cuando sintió que no podía más, llegó a la salida. Trató de recuperar el aliento y lo logró, pero el cansancio pudo con ella, y se desmayó.
Minutos más tarde, la mujer que estaba en la casa salió de esta con gran facilidad y tomó a la niña en brazos, fue a dejarla a un lugar seguro y volvió al lugar donde la chica yacía desmayada. Como pudo, la llevó al mismo lugar que a la pequeña y le atendió la quemadura del brazo y otros múltiples golpes que le marcaban la piel.
Cuando terminó, sin saber si la muchacha la escuchaba o no, le susurró en el oído:
— Cuida de la niña.
Y se alejó a paso lento, hasta que ya no se divisó en el horizonte.
Editado: 06.02.2021