Las Runas Eternas (saga ~ Héroes de la Arboleda) Libro 1

I - El Pago

       Durante las tardes, en la vieja cantina del pueblo Chinter, una gran multitud de pueblerinos se reunía a beber cerveza de damasco. En un lugar de aspecto antiguo, con pisos y muros de madera, iluminado por candiles y unas pocas ventanas. Tres hombres fornidos estaban sentados alrededor de una mesa redonda; mientras, uno de ellos (un hombre de barba café, ojos hundidos color negro y brazos muy ejercitados) tomó su vaso de roble.

                       

—El día de hoy deseo hacer un brindis con ustedes, caballeros —dijo el hombre con la frente en alto. —Nuestro negocio del tráfico de espadas y lanzas ha tenido excelentes resultados en estos últimos días.

—Eso es porque somos los mejores… —dijo otro.

—¡No me interrumpas, grandísimo animal! —impuso él. —Hemos tenido una buena racha, sin que los guardias nos descubran, así que las ganancias van mejor que nunca.

       Las puertas de la cantina se abrieron por una mujer esbelta, quien llevaba una coraza, muñequeras y grebas de metal, entró a paso lento pero firme. Su espada y dagas resonaban entre cada paso que daba, mientras el montón de gente guardaba silencio al observar su entrada.

       Por el yelmo sobresalía un montón de cabello escarlata. A medida que avanzaba, una falda verde se movía dejando a la vista unos pequeños bolsillos con utensilios y cuchillas más pequeñas.

       Tras haber llegado a la barra, la mujer señaló al cantinero para que le entregara una cerveza de damasco. Todos volvieron a sus conversaciones y el ruido se adueñó por completo del lugar como si nada hubiera pasado.

       El cantinero, en total silencio le entregó su vaso con el líquido rebosante y se retiró para seguir limpiando otras copas que había sobre la barra.

 

—Estoy buscando a Robb Winters —la mujer apoyaba ambos codos sobre la barra— ¿sabes algo sobre él?

—Eh…e-está allá —señaló el hombre con un dedo tembloroso—. En el rincón, con esos dos hombres.

       La mujer blindada dejó su vaso sobre la barra y dando media vuelta, avanzó lentamente hacia el rincón indicado por el cantinero. Los hombres del lugar observaban con ojos temerosos a la mujer que caminaba de manera muy segura, hasta que, tras llegar al fondo; el sujeto conocido como Robb se quedó mirando desafiante el yelmo brillante de quien estaba en frente de él.

—¿Qué quieres? —Robb miró de pies a cabeza— ¿Acaso te debo algo?

—¿Tú eres Robb?

—Si, ¿y qué? —Robb tomó un sorbo de su vaso.

—Están ofreciendo una recompensa por ti —dijo la mujer.

—¿Y qué? —Robb se puso de pie— ¿Acaso piensas que tú me detendrás para cobrarla? —agregó sujetando su cuchilla.

La mujer blindada suspiró profundo.

—Podemos hacer esto por las buenas…O por las malas.

       La mujer sacó dos dagas y de una patada logró empujar la mesa contra Robb, haciéndolo chocar con el muro. Los otros dos hombres se levantaron para intentar golpearla, pero ágilmente los esquivó y los empujó con ambos brazos, haciendo que perdieran el equilibrio. Los hombres chocaron con otras mesas, y con los rostros furiosos, pero temerosos; gruñeron detrás de ella.

       En un rápido movimiento, lanzó sus dagas a Robb, apuñalando sus manos en el muro y dejándolo atrapado. Tras agacharse consiguió esquivar el ataque de uno de los hombres y este pasó de largo, mientras que el otro recibió un golpe del yelmo en el rostro, dejándolo, sangrando en el suelo.

       El hombre que quedó casi ileso huyó corriendo de la cantina, mientras que el otro, en un intento de no toparse nuevamente con la mujer hizo lo mismo, escapó del lugar con su ropa manchada en sangre.

       La mujer se acercó a Robb, quien gruñía sin poder hacer nada, puesto que ambas manos estaban incapacitadas por las dagas.

 

—Tú decides, por las buenas…o…por las malas —la mujer puso sus manos en la cintura.

 

       Robb suspiró e inclinó la cabeza en señal de rendición. Luego de que la mujer quitara las dagas de sus manos, soltó un quejido de dolor, que intentó ahogar frente a los demás para no mostrar debilidad.

       La mujer lo sujetó firme del brazo y tras tomar el otro, amarró sus manos para retenerlo. Mientras, los demás miraban asombrados lo que había ocurrido. En cuanto salieron de la cantina, el ruido volvió a gobernar el lugar.

      

       El sol se estaba poniendo en el Pueblo de Chinter y la noche pronto caería sobre el lugar, había que caminar un buen rato para llegar hasta los muelles.

       Las personas habían empezado a cerrar sus puestos de trabajo y el bosque era lo siguiente que Robb y su custodia debían cruzar. Una larga fila de árboles movía sus hojas al viento que soplaba con suavidad, algunas de ellas caían al suelo por el que caminaban.

      

—Sabes que no tienes que hacer esto —susurró Robb.

—Cállate y camina —ordenó ella.

—¡Por favor! —insistió él—. Puedo pagarte el doble de lo que te ofrecieron.



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En el texto hay: accion, aventura, magia

Editado: 10.05.2022

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