Las tres felinas (version libre del cuento La sirenita)

Mauri, la hechicera

              Era ya noche cerrada y la cueva se veía totalmente oscura y en silencio, la intensa lluvia había amainado y en su lugar un fuerte viento silbaba por entre las copas de los árboles con fuerza. Entonces, una figura menuda y rechoncha entró andando lentamente mientras se apoyaba en un bastón, era solamente una anciana de descuidado aspecto y rostro lleno de arrugas, miró atentamente la estancia con sus redondos y saltones ojos negros y emitió una exclamación de asombro al ver el montón de objetos y monedas que formaban el botín de los “Guerreros lluvia”, aquellas malditas sabandijas que la convencieron para que utilizase un hechizo que los volviera invencibles a cambio de no matarla. Se acercó y revolvió por entre el amasijo de objetos, las monedas y demás objetos de valor como joyas y objetos de cerámica no los necesitaba, por lo que, pasó de largo renqueando sobre su pierna y se paró frente a la figura inmóvil que se hallaba medio tapada por unas rocas. Se agachó para mirarla mejor y moviendo su cabeza murmuro:

             - Extraño animal...

            Alargó su manita arrugada y regordeta, palpó las heridas de Kárym y notó que la pata delantera estaba fracturada, por lo demás tenía solamente un fuerte golpe en la cabeza.

 Entonces, con una increíble fuerza, la cogió por el lomo y la fue arrastrando hasta sacarla de la cueva.

 

            Notó como algo caía sobre sus mejillas y abrió un ojo, su visión era todavía borrosa y no distinguía más que sombras y una luz clara que la cegó. Parpadeo varias veces molesta, aquellas extrañas figuras borrosas que se movían sobre su cabeza la asustaron y quiso moverse, pero notó un agudo pinchazo en las articulaciones y no pudo mover ni la cabeza, parecía estar como clavada en el suelo.

            Una vez la vista se le aclaró, pudo distinguir un rústico techo de hojas y troncos por donde se filtraban los rayos del sol, lo que la había asustado solamente eran ramas que se habían desprendido a medias del techo y colgaban frente a su cara y lo que había estado cayéndole sobre los ojos no eran más que gotas de lluvia que goteaban de las hojas hasta caer sobre su rostro. Movió los ojos, (lo único que podía mover hasta ahora) y vio que se encontraba estirada en una estancia muy reducida, llena de pieles por el suelo y una marmita donde hervía algo; notó un fuerte olor y un humillo amarillo salio del puchero dispersándose para arriba hasta deshacerse en la nada. Por lo demás, parecía estar sola.

            Con gran esfuerzo logró mover la cabeza para ver donde estaba echada y se vio cubierta de pieles en un jergón hecho de madera, entonces vio que alguien entraba en la habitación cantando por lo bajo e hizo un respingo nervioso.

            No podía hacer nada, por lo que  tuvo que contentarse en mirar impasible como ese alguien se situaba frente a ella y pudo descubrir con espanto un rostro mugriento y arrugado, las facciones cubiertas a medias por unas largas greñas sucias de un pelo negro como el carbón. De la cabeza le seguía un cuerpo muy pequeño y desproporcionado, cubierto de harapos mal cosidos y rotos por numerosos sitios.

             - Ah, por fin has despertado, ¿eh?- le dijo con voz ronca- bueno, vamos a ver si esta preparado el caldito que te he preparado...- y se dirigió hasta el puchero, levantando la tapadera, el humo casi lo invadió todo y Karima dejo de ver a tan extraña anciana, por lo demás, el olor se hizo más hediondo y la chica casi se mareo. Cuando el humo amarillento se hubo disipado, pudo ver curiosa como la anciana metía su roma naricilla en el puchero.

            - Um, tiene un aspecto exquisito... ! esperemos que sus propiedades sean igual de buenas.

 Puso un poco en un tazón y se lo ofreció a la chica.  Esta negó con la cabeza disgustada.

            - Vamos, si no lo pruebas no sabrás si te va bien.

 Al final la chica abrió la boca y dejo que el oscuro líquido bajara por su garganta, sabia a hierbas amargas.

             - Dentro de unos minutos surtirá efecto.

           Karima vio como la anciana se dirigía con sus cortas piernas de enana hasta una mecedora y seguía tranquilamente con su canción, comenzando a tejer algo con unas lianas.

            Karima no tardo en notar los efectos de tan extraño brebaje, un intenso hormigueo le recorrió la espalda y le siguió por brazos y piernas, luego, cuando el hormigueo ceso, notó como las extremidades le quemaban, no tuvo tiempo de quejarse, ya que el calor se transformo en frío y tirito presa de violentos espasmos.

            Cuando todo acabo, sudando, se dio cuenta de que ya no tenía las piernas ni los brazos inmovilizados y los saco de entre las pieles, intentó hablar y la voz le salio rara y ronca, después de haber estado tanto tiempo sin hacerlo. La anciana la escucho pacientemente.

             - ¿Co... mo estoy... donde… aquí? ¿quien...?

 La anciana sonrió y sus ojos saltones se curvaron en dos medias lunas.

            - Te encontré, eso es todo... aunque eras… algo diferente.

          Karima parpadeo asombrada recordando todo lo sucedido, la gran pelea en la cueva. Todo paso muy rápido, pero notó como alguien le daba con su espada en el hombro y cayo a un lado, no enterándose de nada más... ¿y esa anciana la recogió y la llevo a su cabaña aún sabiendo que era una “Kat”?



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En el texto hay: edad media magia

Editado: 25.10.2023

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