Alexei
La observo en silencio, la luz tenue del restaurante bañando su rostro con un brillo cálido. Camil está hermosa, con esa mezcla de fuerza y vulnerabilidad que la hace tan única. La noche ha sido perfecta, y el sabor de sus labios aún persiste en los míos, como una dulce adicción. Hay algo en el aire, una tensión que no puede ser ignorada.
Camil desvía la mirada, como si estuviera tratando de encontrar las palabras correctas. Finalmente, respira hondo y me mira directamente a los ojos.
—Alexei... quiero ser honesta contigo —empieza, y su voz es firme, pero puedo percibir una ligera vacilación—. Enamorada de ti no estoy. Al menos, no aún. —Hace una pausa, y veo cómo sus ojos se ablandan mientras continúa—. Pero me atraes tanto que te has adueñado de mis sueños y mis pensamientos. No puedo sacarte de mi mente.
Siento una chispa de algo indescriptible encenderse en mi interior al escuchar sus palabras. Es un sentimiento de satisfacción, de logro, pero también de comprensión. Las palabras de Camil son como una bocanada de aire fresco, honestas y desarmantes. Tomo su mano con más fuerza, asegurándome de que sienta mi presencia.
—Siento lo mismo —le digo con sinceridad—. Nunca pensé que alguien pudiera ocupar tanto espacio en mi vida, en mi mente. Eres como un incendio que se ha esparcido dentro de mí, Camil.
Sus ojos se agrandan un poco ante mis palabras, y puedo ver cómo un leve rubor colorea sus mejillas. La atracción entre nosotros no es algo que se pueda negar, y aunque ella dice no estar enamorada, sé que hay algo más profundo en juego. Algo que nos llama y nos atrae, como dos imanes imposibles de separar.
—No sé qué es esto que tenemos —continúo—, pero no quiero detenerlo. Quiero descubrirlo contigo, ver a dónde nos lleva.
Ella asiente lentamente, mordiéndose el labio inferior, un gesto que me enloquece más de lo que debería. Hay un destello de emoción en sus ojos, una mezcla de curiosidad y deseo, y sé que ella también siente esta conexión, aunque intente negarlo.
—Entonces... sigamos adelante, Alexei. —Su voz es un susurro, pero lleva un peso que no puedo ignorar—. Sin prisas, sin presiones. Solo nosotros dos, descubriendo qué significa esto.
Asiento, aliviado y, al mismo tiempo, más decidido que nunca. Me inclino hacia ella, cerrando la distancia que nos separa, y rozo su mejilla con mi mano.
—Como tú digas, mi dulce Fénix —le digo suavemente antes de besarla de nuevo, un beso lento y lleno de promesas.
En ese momento, el resto del mundo desaparece, y no hay nada más que nosotros dos. Camil, mi Fénix, la mujer que ha encendido un fuego en mí que no puedo, ni quiero, apagar.
Regresamos caminando al hotel, en silencio, con solo el sonido de nuestros pasos y el murmullo lejano de la ciudad de fondo. La noche londinense es fría, pero tener a Camil a mi lado es suficiente para mantenerme cálido. No quiero que esta noche termine, no quiero perder de vista esa chispa en sus ojos o la curva de su sonrisa, aunque sea por unas horas.
Al llegar a la entrada del hotel, me detengo y ella también. Nos quedamos mirando el uno al otro, como si ambos supiéramos que este momento es especial. Camil hace un ademán de despedirse, pero antes de que pueda dar un paso atrás, tomo su mano y la atraigo hacia mí, con un movimiento suave pero firme.
Nuestros cuerpos se encuentran, y la tomo por la cintura, acercándola aún más. Sus ojos se ensanchan por un breve instante antes de cerrarse cuando mis labios encuentran los suyos. El beso es profundo, lleno de una promesa silenciosa de lo que está por venir. Puedo sentir la conexión entre nosotros como un pulso tangible, una corriente que fluye a través de nuestras venas, uniendo nuestras almas de una manera que aún no comprendemos del todo.
Cuando nos separamos, sus ojos están brillantes y su respiración agitada. Yo mismo estoy tratando de controlar la velocidad de mi corazón.
—Buenas noches, Camil —le susurro, mi voz apenas un murmullo en la oscuridad.
Ella asiente, sin palabras, y se aleja, caminando hacia los ascensores. La observo irse, mis ojos siguiendo su figura hasta que desaparece tras las puertas de metal. Solo entonces permito que un suspiro escape de mis labios. Cada segundo con ella es un desafío a mi autocontrol, una prueba de mi deseo de protegerla y tenerla a mi lado.
Regreso a mi habitación, cerrando la puerta tras de mí, y me dirijo directamente al baño. El agua caliente cae sobre mí, relajando mis músculos tensos y lavando el frío de la noche. Pero el calor no logra disipar los pensamientos de Camil que se agolpan en mi mente. Cada gesto, cada palabra, cada sonrisa... todo sobre ella es una tentación constante.
Después de la ducha, me pongo un pantalón de pijama y una camiseta, listo para descansar. Me dejo caer en la cama, pero antes de poder cerrar los ojos, escucho mi teléfono sonar. La pantalla brilla en la oscuridad, mostrando un número conocido. Irina.
Lo miro, dejando que el sonido del timbre llene la habitación, pero no tengo intención de contestar. No quiero que nada arruine la calma de esta noche, no quiero su voz rompiendo el hechizo que Camil ha tejido a mi alrededor.
Finalmente, el teléfono deja de sonar, y el silencio vuelve a instalarse. Me quedo mirando el techo, mi mente regresando a los momentos bajo las estrellas, a los labios de Camil sobre los míos, a la promesa de lo que podría ser. Esta noche he sentido algo más allá del deseo; he sentido un anhelo profundo, una necesidad de algo real, algo verdadero.
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Editado: 05.12.2024