Son las once y veinte de la mañana, es la hora del almuerzo. Hago fila para entrar al comedor, hay bastantes personas y lo peor es que las de último año de bachillerato se colan en la fila aprovechándose de la buena fe de las nuevas. Debería darles vergüenza aprovecharse de ellas.
Mi celular empieza a sonar sacándome de mis pensamientos y de lo que estoy viendo en la fila, observo la pantalla y veo que se trata de una llamada de mamá. Finalmente contesto, no quiero que me llame más de cinco veces para luego escucharla histérica.
— Hola, cariño ¿Qué tal? ¿Con quienes te tocaron este año? — Pregunta más entusiasmada.
Es irónico que este más emocionada que mi persona, ya que ambas sabemos muy quien es la que está estudiando.
— La verdad, no tengo sección fija. — Respondo mientras suelto un suspiro —. Se tenían un desorden, al parecer mañana ya ponen la lista de los grupos oficiales. — Agrego sin darle mucha importancia al asunto.
— Esta bien ¿Con quién te toco compartir habitación?. — Pregunta en un suspiro —. Rafa pregunto por ti, por si te llama. — Comenta.
Frunzo el ceño ante lo comentado —. Tuve que hacer unas vueltas para que al final me tocara con Stacy y una chica nueva en la generación — Respondo.
Una llamada se hace presente mientras converso con mi figura materna por el otro lado del celular, apareció el rey de roma. Mamá quería hacerme más preguntas o mejor dicho cuestionarme del porque hice unas vueltas, si creen que tu mamá no da en el clavo pues se equivocan mamá siempre estará a más pasos adelante que uno. Sobre todo la mía que tiene amistades en el internado y es más que conocida por el personal de aquí.
— Dame un momento, mamá. Me esta entrado otra llamada. — Le aviso para dejarla en espera a ella mientras acepto la otra llamada.
— Justamente me mencionaron a ti, que casualidad ¿no? — Especto con un tono irónico.
— El destino quería que no te dejara — Se defiende mi amigo para luego lanzarme la pregunta — . ¿Puedo ir a visitarte, ahora?
Claramente me tomo desprevenida, fuera de lugar. No me encontraba del todo segura si permitían las visitas, ya que nadie se tomaba el tiempo salvo a que estuviera en problemas y por supuesto orientación y dirección llamaba a mis papás.
Me acomodo mejor y avanzo en la fila con forma van permitiendo pasar.
— No tengo idea de si se permiten — Respondo para proseguir — . Pero ¿Ahora? ¿Todo bien en casa? — Le cuestiono.
— De todos modos iré. — Especta mi amigo —. Ya casi llego, adiós. — Agrega para termina la llamada.
— Espera ¿Qué? Ya estabas de camino con o sin per... — Le reclamo antes de que intente terminar la llamada, pero no alcanzo a decir todo porque el la da por terminada.
Me quedo viendo mi celular con la boca abierta mientras que recuerdo que deje a mamá en espera y de seguro va a estar más que molesta.
— ¿Puedes creer que Rafael López va a venir hasta aquí a visitarme? — Le especto a mi mamá en un tono que definitivamente no mostraba nada de buen humor.
— No seas gruñona, Araceli... El solo va a pasar tiempo contigo, es tu mejor amigo. – Responde mamá al otro lado de la línea —. Suerte, cariño.
Y en eso termina mi llamada con mamá, ya no se si seguir haciendo fila para entrar al comedor e irme a la sala de espera con comida que haya comprado en la soda que queda de camino para no morirme de hambre.
Araceli, cálmate.
Al final decidí comprarme tres flautas de queso con dos frescos de té frío de melocotón para así poder compartir con mi amigo el tiempo que se quede, al final esto me lo justifican por un papel que muestra que tuve visita y por ello es la razón de que llegara tarde a algunas clases, si es que eso sucede.
Camino de prisa por si él está más cerca de lo que mi mente me permite medir el tiempo, accidentalmente choco con una joven del internado cayéndose uno de los frescos que compre.
— Perdón, ando algo apresurada y no medí mi velocidad — Le digo antes de que se le ocurra insultarme por chocar con ella —. ¿Te lastime o algo? — Pregunto con tono angustiada hasta que este tono se evapora cuando reconozco a la joven.
Una contextura de mesomorfo no tan mal me enfrenta mientras levanto la botella de fresco caída por el impacto, ahora sí puedo decir que no es día.
— Hace tiempo no escuchaba esa voz, ya la extrañaba. — Comenta antes de responder —. Estoy bien, no tienes tanta fuerza física para lastimarme.
Su presencia me repugna, no soporto tener que respirar el mismo aire que ella.
— Me alegro, me retiro entonces. — Contesto seria para retomar mi camino.
Hasta que me toma el brazo para frenar mi andar antes de que me aleje.
— Me tocaba compartir habitación contigo ¿Por qué el cambio? — Pregunta.
Agarro aire porque no se dé dónde saca tanto valor para hacerme tal pregunta y esperar una respuesta de mi parte sin tener que decirle mil veces la clase de persona que es.
— Recuerda que hay una restricción y yo no sé tú, pero yo si quiero vivir en paz. — Respondo para luego andar sin marcha atrás, no perderé más tiempo con ella.
Cuando finalmente llego a la sala de espera, tomo asiento en uno de los sofás mientras intento calmar la rabia que hace hervir mi sangre. Este sentimiento es peor de lo que pensé y lo comprobé hoy con esa interacción, necesito ayuda antes de explotar. Soy una bomba de tiempo, no sabes cuando estallaré.
Le doy un mordisco a la flauta para ligerar el hambre que hace en mi estómago, desde la ventana reconozco a un moreno con pinta de ser dominicano entrar para dirigirse a la sala con un gafete que indica que es visita. Bueno, ya sé que si se permiten visitas.
El moreno ubica su bulto en uno de los sofás desocupados de la sala en el internado para luego dirigirse a mí y darme un abrazo reconfortante que esfuma cualquier mal humor en mí, mi mejor amigo está aquí y es lo único que me importa ahora.