A partir de ese día fue un círculo vicioso. Milagros se volvía cada vez más callada y reservada, y mientras más lo hacía, Xuan más quería sacar plática de ella y ella callaba y evadía preguntas todavía más.
El comentario de su jefe rondaba su cabeza, él mismo no podía responder si ella le estaba atrayendo o sólo era curiosidad por el misterio que ella representaba.
Como sea, esa curiosidad no le duró mucho. Terminaron las vacaciones invernales en China y el deshielo llegó junto con alguien a quien Xuan no había visto en meses: Bowen, el líder de la pandilla.
Bowen les hablaba de cómo salió del problema, libre de todo cargo y lo contaba como una hazaña heroica, era más que evidente que el joven maleante se sentía empoderado por este logro y ahora deseaba más que nunca atreverse a más. Durante su corta estadía en prisión conoció a un par de matones que se dedicaban a cobrar para una mafia de prestamistas y veía en ello una oportunidad única de obtener dinero fácil.
En un principio, Xuan se veía dubitativo, un problema más con la justicia y no habría quien lo salvara, su tío seguramente se encargaría de refundirlo en prisión, pero su persuasivo amigo lo fue convenciendo de a poco al grado de ocupar los fines de semana para acompañarlo a realizar los cobros.
Todo parecía demasiado fácil, sólo tenían que intimidar al deudor, amenazarlo y buscar de pretexto el más mínimo atraso para cobrar dinero de más y hasta obtener algunos objetos como joyas o electrónicos para sus “cobros”.
Entonces sucedió que uno de los deudores resultó ser miembro de otra pandilla que no estaba dispuesta a soltar fácilmente el dinero. Ese día hubo una pelea callejera en la que Xuan salió un tanto maltrecho, pero con el triunfo encima, lograron obligarlos a darles, aunque sea una parte del dinero. Xuan y el resto de la pandilla se fueron a un parque para hacer recuento del botín, charlando y riendo por efecto de euforia que les dejó la adrenalina. Se veían animados y muy contentos, hacía tiempo que no tenían una pelea y haberla ganado les daba mucho ánimo.
Sin embargo, una vez que pasó el efecto de la adrenalina, el inocente e infantil Geyang se tornó preocupado. Con rostro sombrío se dirigió a Xuan.
―Amigo, ¿qué va a pasar si tu tío te ve en este estado?
―¡No tiene por qué enterarse! ―quien respondió fue Bowen―. Puede decir que lo asaltaron. ¡No te preocupes!
―Xuan… yo… ―Geyang frunció los labios―. Realmente quisiera salir de “la cueva”, pero no sirvo para otra cosa que no sea fuerza bruta, para mí esto está bien, pero tú…
―¡No seas puritano, Geyang! ―gruñó Bowen―. Con este negocio pronto obtendremos dinero suficiente hasta para salir del país, vamos a triunfar en América, ¿no ha sido siempre tu sueño conocer América?
―Sí, pero…
―No te preocupes, amigo ―Xuan puso su mano sobre el hombro de Geyang―. Vamos a hacer una cosa, cuando haya pelea, yo me mantengo al margen, ¿te parece? Así no me meteré en problemas. No estamos haciendo nada malo, sólo cobramos el dinero de los deudores, es un trabajo.
Xuan regresó a casa convencido de que en verdad no había nada de malo en eso, era un trabajo como cualquier otro, o al menos Bowen lo había convencido de ello. Sin embargo, al entrar al departamento, el rostro de terror de Milagros lo hizo titubear. Ella lo observó con asombro combinada con miedo y odio, sus ojos oliva se tornaron casi negros y vidriosos y él se preparaba para algún tipo de reclamo.
―La comida está en la estufa ―le sorprendió que eso fuera lo único que ella le dijo y se encerró en su recámara.
Pero no fue sólo ese día, durante el resto de la semana ella se mantenía encerrada en su recámara, él volvía a comer solo en el comedor y, de algún modo, no era agradable. Sin embargo, el persuasivo Bowen siempre lo convencía de acompañarlo los fines de semana en sus cobros.
Unas semanas después, recibieron la visita del senador Dong, quien llegaba con una caja. El hombre observó con el entrecejo fruncido a Xuan, aunque los hematomas habían desaparecido, aún se notaba una herida cicatrizando en la comisura de su labio.
―¿Tuviste algún accidente, Xuan? ―preguntó.
―Intentaron asaltarme ―dijo él―, me golpearon cuando me resistí.
El senador no dijo más, simplemente pasó a la sala y Milagros salió de su recámara. No fue sino hasta ese momento que Xuan pudo notar el cambio drástico en el rostro de ella. Milagros, que había permanecido con ese gesto de odio en su rostro desde hacía días, ahora iluminaba su faz en una sonrisa.
―¿En verdad? ―dijo ella al senador―, ¿tan rápido?
―Un amigo de exportaciones me apoyó y a los pocos días de que lo solicitaras, tus hierbas estaban embarcadas hacia China. ―El senador dejó la caja en la mesa―. Si hubiera sido de manera normal, habría tardado hasta un año, no es fácil pasar plantas, ¿sabes?
―Por eso se lo agradezco.
―Pero dime ―el senador se tornó serio―, ¿te has sentido mal de nuevo?
―No, no es eso ―Milagros borró su sonrisa y se agachó, sonrojándose.
―Quieres prevenir, ¿no? Supongo que estás en estrés constante y es normal que tu estómago te dé algún susto. No te avergüences, lo mismo le pasa a Younian, pero está bien que busquen prevenir. Como sea, si sospechas de algo dime, podemos hacer que el señor Gerardo venga a verte.