Lazos kármicos

El despertar

Se hacía de noche y el dolor era cada vez más insoportable. Xuan sacó hielo de la nevera y se fue al baño para colocarse compresas de agua helada sobre la herida. Milagros entró en ese momento, vio la herida en el brazo de Xuan y simplemente se retiró. A los pocos segundos escuchó la voz de ella en la sala.

―Xuan ―él no recordaba haberla escuchado llamarlo por su nombre, quizá lo había hecho, pero se sentía como si fuera la primera vez y, de algún modo, era como un llamado consolador. Salió del baño y le vio sentada a la mesa, con un frasco de plástico―. Siéntate, por favor ―le dijo señalando la silla a un lado de ella. Xuan obedeció como un dócil cachorro, la chica tomó su brazo y con delicadeza untó un ungüento que tenía en el frasco. Terminando, colocó gasas y mientras lo hacía, Xuan no pudo evitar preguntar.

―¿Por qué lo haces? ―le dijo. Ella lo interrogó con la mirada―. Es evidente que odias verme meterme en problemas, ¿por qué me ayudas a sanar?

―La salud es algo sagrado y no se le debe negar a nadie ―era como si se odiara a sí misma por decir eso―. Ya está, tu quemada sanará rápidamente.

―¿Cómo sabes que fue una quemada?

―Aprendí a reconocerlas ―Milagros se puso de pie―. Te prepararé la cena.

Por primera vez Xuan realmente consideraba ir por el buen camino, y se sorprendía mucho a sí mismo al darse cuenta de que no era por miedo a lo que le pasara, sino por temor a decepcionar a su mejor amigo, Geyang, y a esa amable chica que, a pesar del terror en su faz, estaba a su lado.

―Voy a dejar la pandilla ―ni siquiera sabía por qué se lo explicaba, pero sentía la necesidad de hacerlo―. Nos pidieron hacer algo que no quisiera hacer y…

―Te pidieron quitar una vida ―él se sorprendió mucho al escucharla decir eso―. Fue ayer. Te negaste a hacerlo, pero no estás del todo convencido de alejarte de esa vida de delincuencia. ¿Sabes qué es lo que le pasa a la gente que busca a la muerte? ―él negó con la cabeza―. ¡La encuentra!

―No la buscaré más. Lo prometo. ―Milagros frunció los labios y negó con la cabeza. Ya no dijo nada más, continuó preparando pollo asado y lo llevó a la mesa.

Intentó entablar alguna charla con, ella, pero Milagros se mantenía callada. Como siempre, sólo comió una pequeña cantidad de pollo, muchas verduras y fruta, y se retiró a descansar.

Por una razón que ni el mismo entendía, se decidió a cumplir esa promesa. Fue con su asesor escolar para preguntar cómo podría tomar oportunidad en la siguiente ronda de admisiones, pidió a su jefe que le diera también un turno sabatino para no verse tentado a regresar con Bowen e incluso hizo algo que no consideraba, llamó a su abuela y a su tío para pedirles ayuda para ingresar a alguna universidad.

Curiosamente, la calma parecía haber regresado a Milagros, de nuevo cenaba con él, pero se le notaba más callada e introvertida que nunca.

Estaban ya a pocos meses de concluir sus estudios de preparatoria y los alumnos buscaban pretextos para hacer algunas reuniones. De nueva cuenta, Xuan escuchó a algunos alumnos invitar a Milagros, insistiéndole incluso en acompañarla a su casa para pedir permiso a sus padres.

―Mis padres son muy estrictos ―dijo ella―, no me metan en problemas, por favor―, y se retiró.

Esa noche, Xuan regresó a casa con un par de postres de la cafetería donde trabajaba con el fin de convidar a Milagros después de la cena. Seguramente ella se negaría a comer algo con tanta azúcar, pensaba usarlo como pretexto para interrogarla al fin.

En efecto, ella agradeció, pero argumentó que no podía comer demasiada azúcar así que solo comería un par de cucharadas.

―Perdona que me entrometa ―le dijo―, escuché que el senador mencionó algo de una enfermedad. ¿Acaso estás enferma?

―Mi estómago es algo delicado, es todo ―fue una respuesta muy cortante, pero él no se rendiría.

―¿Por eso te niegas cuando te invitan a alguna fiesta? ¿Temes que te inviten algo de comer que no puedas ingerir? ―ella lo miró con frialdad―. Te escuché sin querer, les dijiste que tienes padres muy estrictos que no te permiten salir, pero… aquí no están ellos, ¿o sí?

―No me quedaré en China por mucho tiempo ―dijo ella bajando la mirada―. No quiero hacer amigos aquí. Si hago amigos, los extrañaría mucho y… no me gusta.

―¿No harás tu universidad en China? ―preguntó Xuan.

―No. Yo… no tiene caso hacer amigos si los tengo que abandonar.

―¿Regresarás a México?

―¡No! ―fue como si ella reaccionara violentamente a la idea de regresar a su país―. Yo… me iré a vivir a algún otro país en cuanto termine la preparatoria. 

―Mili… ―él no sabía ni cómo continuar preguntando más―. Hemos vivido juntos por varios meses y no sabemos mucho uno del otro…

―Así está mejor ―interrumpió ella y se levantó, se disponía a irse cuando él la detuvo de la mano.

―Me agradas, en verdad ―y así era―. Aunque casi no platicamos, comparto mucho tus ideas sobre la música, las películas y las situaciones sociales. No sabía que te irías pronto y… bueno, me es inevitable pensar que te extrañaré. Estar contigo fue algo así como… volver a saber lo que es tener una familia. ―En ese momento se dio cuenta de que al fin ella se interesó.



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En el texto hay: magia negra, mafias, brujeria

Editado: 16.05.2024

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