Los días siguientes fueron un tanto desesperantes. Agentes de la DEA y el FBI asistían constantemente a interrogarlos, pero daba más la impresión de que era más por fastidiarlos que por realmente protegerlos. Cada que tenían oportunidad, les sugerían regresar a China, supuestamente por su propia seguridad, pero les era evidente que la hija de un narcotraficante y un expandillero, por mucho que se redimieran y los ayudaran a capturar al capo de las drogas, no encajaban en el tipo de ciudadanos que querían en su país.
Les faltaba ya muy poco para terminar la carrera de medicina y entre los dos decidieron que lo mejor sería vender todo y mudarse a México.
Milagros terminaba de hacer el corte de caja en la cafetería cuando un hombre asiático entró yendo directo hacia ella.
―Lo siento ―dijo ella―, ya cerramos.
―¿Tú eres Milagros Lara? ―Milagros se quedó atenta, era u nombre que nadie en ese país nadie debería conocer. Entonces lo reconoció, era el padre de Xuan.
―No, mi nombre es Millicent. ―Ella respondió con total frialdad.
―Sí, sé que cambiaron tu nombre. Soy Zhang Kefan, padre de Xuan. ¿Puedo hablar contigo unos minutos?
Milagros, con el entrecejo fruncido, se fue a sentar a una mesa junto con aquel hombre.
―Iré al grano. Quiero que te alejes de mi hijo.
―¿Qué? ―exclamó ella, indignada.
―Mi hermano me lo ha contado todo. Sé que eres hija de uno de los más peligrosos narcotraficantes de tu país, sé que por tu culpa mi madre fue asesinada y temo que Xuan corra con la misma suerte si sigue cerca de ti.
―¿En serio? ―Milagros hizo un gesto de sorna―. Es curioso que no le preocupara cuando su amante llegó a matar a toda su familia.
―¿Cómo te atreves…?
―No, ¿cómo se atreve usted? ―Milagros se exaltó de inmediato―.Su infidelidad llevó a su esposa y a su hijo a la muerte, Xuan se salvó por poco y a usted no le importó, por el contrario, se decepcionó de que él sobreviviera y acusar a su amante.
―¿De dónde sacas eso?
―Xuan me lo contó todo. Usted se metió con otra mujer y ella mató a su familia para que no le estorbaran y quedarse con usted. Quizá sólo ella fue a prisión, pero Xuan no duda ni un momento que usted quizá fue cómplice y estaba de acuerdo en esos asesinatos. Por mala fortuna para usted y para su amante, Xuan sobrevivió y la delató, ahora usted lo odia porque lo culpa de haber mandado a su amante a prisión.
―¿Xuan cree que yo lo odio? ―el hombre parecía sorprendido―. ¿Y cree que yo fui cómplice? ―Su voz fue perdiendo fuerza mientras hablaba.
―Después de la muerte de su familia, usted dejó solo a Xuan y no sólo eso, en la corte defendió a su amante a capa y espada para evitar que fuera a prisión. ¿O no fue así?
―¡Claro que no es así! ―el doctor Zhang exhaló con frustración―. Todo fue culpa mía. Me lo advirtieron, mis amigos me lo dijeron, esa mujer era muy hermosa, pero demasiado inestable. Yo permití que ella me sedujera, me pareció algo fácil. Pero ella se aferró a mí como a la vida. Se embarazó y yo la obligué a abortar ―sus ojos se llenaron de lágrimas en ese momento―. Por una negligencia mía su matriz se dañó y se le tuvo que extirpar. Le arruiné la vida y por culpa le prometí que me haría cargo de ella, pero no sé por qué lo hice, yo no tenía intención de cumplir esa promesa. Ella se dio cuenta de que yo me distanciaba y tomó esa terrible decisión, me quitó a mi familia. ¡No sabes cómo la odié por eso!
»Pero durante las investigaciones se encontró que ella padecía de esquizofrenia y la culpa me invadió de nuevo. La defendí bajo ese argumento en la corte ya que enfrentaba pena de muerte y yo no quería que la mataran, no quería esa nueva culpa sobre mí.
»En efecto, me alejé de Xuan, pero no porque lo odiara, sino por miedo a que mi amor le hiciera daño. Mi padre siempre me hablaba de las consecuencias, del castigo que había detrás de cualquier acto malicioso. Yo tenía miedo de que Xuan me amara aun después de lo que pasó pues quizá podría seguir pagando mis culpas a través de él. No tenía idea de que en la soledad él se convirtió en pandillero. Me sentí más aliviado cuando él al fin se decidió venir a América con su abuela, ella me decía que aquí estaba estable y que se había alejado de esa vida de delincuencia. Pero apenas hace unos días mi hermano me hizo saber lo que realmente pasó con mi madre. Por favor, si en verdad quieres a mi hijo, aléjate de él, no quiero que le hagan daño por tu culpa.
―Usted se alejó de él para no hacerle daño y Xuan se fue por el camino equivocado, ¿ahora me pide que me aleje para protegerlo?
―Pero es diferente…
―Sí, lo es ―Milagros levantó su teléfono―. Es diferente porque yo no pienso dejarlo. ―En ese momento marcó un teléfono―. Xuan, ven a la cafetería, rápido. Pasó algo.
―¿Qué haces?
―Tiene que decirle todo esto a Xuan.
―Pero…
―¡Él cree que usted lo odia por haber sobrevivido! ―Milagros estalló―. Y eso lo ha destrozado.
El doctor Zhang intentó salir de la cafetería, pero Milagros se lo impidió. Xuan llegó a los pocos minutos, sorprendido de ver ahí a su padre.