HALLIE
—Familiares de Valerie Shaw Connors— dijo un doctor mientras salía de la zona de urgencia.
Rápidamente los padres de Val y yo nos levantamos de nuestros asientos y avanzamos con rapidez hasta llegar frente al doctor.
—¿Cómo está mi hija, doctor? — preguntó la madre de Val con lágrimas en los ojos.
—Su hija se encuentra estable, pero inconsciente. No presenta lesiones graves ni tampoco contusiones fuertes en el cráneo— dijo el doctor mirando a los señores Shaw —. Ahora solo queda esperar a que despierte, puede que tarde un poco más por los sedantes que tuvimos que aplicarle.
—Muchas gracias, doctor— dijo el padre de Val y el hombre de bata blanca se retiró.
Acompañé a los señores Shaw a sentarse y me ofrecí a traerles café, pero ninguno tenía estomago para ello.
De todas las cosas que podrían haber pasado en esa expedición a la casona, nunca me habría imagino esto.
A los diez minutos que Amelie Rainer y sus padres habían entrado en la casona, la barrera que nos impedía entrar desapareció. Buscamos por todo el viejo lugar hasta dar con los cuatro, pero al llegar a la habitación donde estaban me llevé la peor imagen de mi vida. Val estaba tirada en el suelo, con el cabello ensangrentado y muchos rasguños por el cuerpo, estaba inconsciente y algo moribunda, pero no estaba rozando la muerte, para mi alegría.
Amelie y Rainer no tardaron en intentar ayudarla, estabilizándola y tratando de averiguar que le habían hecho, pero había algo que me decía que las cosas no estaban bien, mucho más allá del estado de Val. Me agaché a su lado para sostener su cabeza y apoyarla en mis piernas, y sentí las lágrimas calientes brotar de mis ojos.
Dioses, que se recupere pronto, fue todo lo que pude pensar en ese momento.
El padre de Amelie llamó a una ambulancia para que mejor la trataran médicos, pues a pesar de que Rainer podría curarla con sus dones, es mejor que ella les explique a las autoridades que pasó, además de esperar a que esté más calmada para poder hablar con ella. En cuanto la ambulancia llegó, los paramédicos subieron a Val en la ambulancia, estos preguntaron qué había pasado, pero el padre de Amelie los hipnotizó para que creyeran que la habían encontrado en la carretera y que debían atenderla de la mejor manera.
Decidí irme con ella, y Seb no dudó en venir conmigo al hospital. Al llegar, un paramédico pidió el número de los padres de Val y no dude en dárselo, mientras ellos llamaban, Seb no paró de abrazarme y asegurarme de que todo saldría bien. A pesar de que sus palabras me transmitían calma, notaba la tensión en su cuerpo por todo lo que había escuchado. No sé mucho sobre ese tema, pero por lo que logré entender, las personas que hicieron esto son los abuelos de Amelie, que también son las personas más inhumanas y despiadas que pueden existir en la tierra.
Sabía que Seb quería estar a mi lado, pero también sabía que estaba preocupado por su prima y su estado, así que lo convencí que fuera con ella una vez que los padres de Val llegaron. A pesar de sus quejas terminó aceptando, pues le aseguré que iría con él después de saber del estado de mi mejor amiga. Y ahora solo queda esperar.
Al llegar a la máquina de café, divisé en la entrada del hospital a Sadie, la cual tenía la respiración agitada y el cabello despeinado, asumo que ha venido corriendo. Nuestras miradas se cruzaron, y parte de mi guardo la esperanza de que hablaría, pero lo que pasó fue mucho mejor. Sus brazos me rodearon el cuello con fuerza en un abrazo que casi me hace caer de espalda, rápidamente me recompuse del shock y le devolví el abrazo de la misma forma, olvidándome por completo de lo delicada que es.
—Sadie…
—Shh…solo cállate y sigue abrazándome, Hallie.
Cerré la boca tal como lo pidió. Podía sentir el cariño que sentía por mí como también la gran preocupación que sentía por Val.
—¿Cómo está Val? — preguntó sin separarnos.
—Inconsciente, pero estable— suspiré—. Solo hay que esperar a que despierte.
—¿Y cómo estás tú?
Su pregunta me extrañó.
Me alejé para mirarla. —¿Yo?
—Tú fuiste quien la encontró, imagino que la primera impresión fue fuerte.
—¿Co…cómo sabes eso?, ¿Cómo sabes que, en teoría, la encontré?
—Kira me lo dijo— se apenó al decirlo —. He estado hablando con ella más que nunca en estos días, intentando entenderla a ella, a ti y su mundo.
—¿Kira te contó su verdad?
No me esperaba eso, quiero decir, estaba consciente que Sadie y Kira tenían una cercanía bastante creciente, y que mi mejor amiga tenía sentimientos muy fuertes por la hermana menor de Seb, pero de ahí a que le dijera que es una sacerdotisa es un nivel de confianza y un paso gigantesco para conocerse hace poco.
—Si, ella me lo contó después de que tú nos lo dijeras— confesó —. Kira quería que entendiera que el mundo sobrenatural; tú mundo, no es fácil de manejar y sobrellevar, y que si no nos dijiste nada no fue por qué no confiaras en nosotras, sino por el hecho de que tú tampoco lo comprendías del todo.
Por increíble que parezca, la sacerdotisa sabía más del porque nunca se los dije a las chicas que yo. Siempre que lo pensaba, nunca encontraba una respuesta real o que fuera convincente, pero Kira Kenner encontró la respuesta más clara y precisa; yo tampoco conocía al mundo al que pertenezco.
—De verdad lamentó no haberle dicho nada antes, pero todo lo acontecido en este último me tiempo ha sido una locura y un cambio radical en mi vida— una pequeña sonrisa se me escapó —, pero todo ha valido la pena.
—Imagino que si— me sonrió de vuelta y tomó mi mano en señal de apoyo —. Aun no comprendo todas las rarezas y extrañezas de tu mundo, pero creo poder vivir con ello.
Esta vez la abracé yo de sorpresa, sintiendo la felicidad brotar en mi pecho. Sadie me había perdonado, solo falta que Val despierte y esté bien para estar feliz por completo.