Le contare a las estrellas sobre ti

Capitulo 5

—¡Idiota, despierta! —la voz de Alex venía desde lo más profundo de mi cerebro.

No, no quería levantarme.

Quería dormir un ratito más antes de empezar otro horrendo día, además, estaba en la posición perfecta para continuar con el sueño unas horas más.

—¿Quieres que te tire agua? —su voz comenzaba a endurecerse— Sé que me escuchas.

Oh bueno, tal vez ya era hora de levantarme, no quería que mi cama terminase como una esponja.

—Bien, bien —dije mientras bostezaba, sobaba mis ojos y trataba de apoyarme en el respaldar de la cama— ¿Y ahora que pa...?

No pude acabar de preguntar cuando un taladro comenzó a perforarme la cabeza. Me dio unos mareos de tal magnitud, que sentía que iba a perder la conciencia en algún momento.

Este dolor era conocido, y había una sola razón para que mi cerebro quisiera salirse de mi cráneo. Mis sospechas resultaron ciertas cuando abrí los ojos para ver la clásica mirada reprobatoria de mi amigo.

—Pues esto es la consecuencia de que ayer tuvieras la borrachera de tu vida —reprocho Alex cruzado de brazos.

—¿Qué tanto tome? —pregunte con las manos en la cabeza.

—Una botella de wiski y gaseosa.

—¡¿Tanto?! —exclamé sorprendido.

—Si Cristal no te encontraba en un rincón bebiendo solo, probablemente hubiera sido más.

Pequeños flashbacks pasaron mi cabeza, pero de forma rápida, que no pude ver demasiado.

Recordé que esa había sido mi intención de ir al midnight: Beber hasta quedar inconsciente. Pero sabía que Alex ni Taly me dejarían hacerlo, así que busque el lugar más apartado del escenario donde nadie me vería y comencé a beber como un desgraciado, sentado en el césped. Habrían sido las nueve o las diez. No tenía ni idea.

De lo que paso después, es como si mi mente hubiera decidido no grabarlo.

—¿Por qué bebiste? —pregunto Alex aligerando su tono de voz— Mira, si es por...

—Te dije que no la volviéramos a nombrar —respondí a la defensiva— Y no, no fue por ella.

—Ni eso te lo crees tú mismo.

—Ya bueno —contesté tratando de cambiar de tema— ¿Hice alguna estupidez?

Esta era la pregunta que siempre le hacía a Alex cada vez que despertaba de una borrachera. No eran frecuentes las ocasiones que bebía hasta el punto de no recordar nada, pero las veces que sucedía, no siempre había buenas noticias para mí.

—¿Por dónde empiezo? —su voz continuaba sería.

El que no estuviera riéndose o bromeando, como siempre lo hacía en estas circunstancias, me daba mala espina.

—Empieza del más leve al más grave —me acomode en el respaldar de la cama, intentando apoyar todo mi peso.

Comencé a sentir como mi cuerpo se sentía debilitado y que solo quería quedarse en reposo. Raramente, la zona del pecho me dolía un poco más que el resto del cuerpo.

—Vomitaste en el vestido de tu hermana —comenzó a explicar— No te preocupes, ya te lanzo mil insultos ayer y hoy la vi de buen humor.

Bueno, por lo menos, fue en su vestido y no en la cara, como ya en una ocasión lo había hecho con una compañera del colegio.

—También retaste a Jane a una carrera desde el claro al campamento. Perdiste y ahora le debes 50 dólares.

Mierda. Unos billetes menos en mi cartera. Maldito espíritu competitivo, debiste haberte quedado en casa.

—Y lo más grave de la noche... —dejo en suspenso la oración.

—Ya habla —dije impaciente— Perdí dinero y que mi hermana me hable por una semana. ¿Qué le puede ganar a eso?

—Besar a Azucena —contesto sin ninguna emoción.

Cerré los ojos, intentando pensar que lo que dijo era solo producto de mi imaginación.

Sí, eso era lo que era. Yo no había besado a nadie mientras estaba borracho.

Había hecho muchas cosas en mis borracheras: vomitarle a gente desconocida, perder dinero en apuestas absurdas, haberme declarado a la chica que me gustaba e incluso haber insultado las personas que me caían mal. Pero en mi vida, me había besado con alguien en ese estado.

Me parecía repugnante la gente que lo hacía y ahora se supone que me había convertido en lo que juraba nunca ser.

Unas ganas de vomitar me entraron de inmediato.

—Te haré limpiar toda la cabaña si no vas ahora al baño —amenazó Alex apartándose para que salga corriendo.

Mis pies se movieron rápidamente, que en unos segundos, ya estaba frente al retrete votando lo que fuere esa mezcla horrorosa, porque no había comido desde la cena de ayer.

¡Qué asco!

No sé si mi vomito era lo repugnante, o lo que había hecho.

Zue debía estar odiándome, pero... ¿cómo sucedió?, y lo más importante, ¿por qué lo hice?

Mil preguntas comenzaron a rondarme, y ninguna de ellas obtenía respuesta. Mi cerebro era incapaz de recordar algo después de haberme lanzado a tomar como un desgraciado.

Cuando termine mi trabajo en el retrete, salí del baño y ahí estaba Alex.

No se veía dispuesto a reñirme, sino tenía una mirada conciliadora. Se venía el consejo del día del más sabio en este campamento.

Agradecí que la cabaña estuviera vacía, no hubiera aguantado las miradas juzgadoras de mis demás compañeros.

—¿Quiénes lo saben? —pregunte asustado.

—La besaste frente al escenario, todos lo vieron —contesto mi amigo sin ninguna sutilidad.

Mierda.

—¿Qué más paso? —ya en este punto, nada podía sorprenderme.

—Nosotros no estuvimos ahí, pero dicen que ella te tiró una cachetada y de paso, te lanzo varias latas de la mesa.

Eso explica el dolor de pecho.

—¿Algo más? —dije agotado, esto no se podía poner peor.

—No sé nada más, después de eso, llegamos nosotros y las chicas de su cabaña se la llevaron.

Algo comenzó a tener sentido.

—Dime que no le vomite a Lu mientras me reclamaba por el beso. —pregunte con las manos en el rostro.

No contesto, pero su silencio era una afirmativa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.