Toda la atención que a menudo se espera en las relaciones amorosas posee la habilidad de robarle a la gente la pasión por servir... y de aislarlos de aquellos amigos quienes los aman, de los miembros de su familia.
ATESH ÖZDEMIR
—Si me llego a morir por una mordida tuya, es por que tienes rabia.
—Arruinas mis momentos de querer se romántico. —fingo molestia y terminó de dar los pasos que faltan para estar frente a ella.
—Si eso para ti es romántico, más seguro conquistas una perra.
Ambos quedamos en silencio y ella mucho más procesando sus palabras por que cubre sus labios con ambas manos, causando que segundos después ría divertido al ver su reacción.
—Creo que el frío congela tus neuronas, déjame llevarte a casa.
Mical se deja guiar al auto sin poner objeción alguna, parece una niña regañada por su madre luego de haber cometido algo malo.
Contra todo lo que pueda suceder beso su mejilla para sacarla de su estado de letargo y lo logró, al menos algo ya que gira su rostro en mi dirección, nuestros miradas se encuentran y nuestros labios están a escasos centímetros de unirse en un beso.
—Yo... he... no quise, no quise decir eso, tu... —balbucea y su aliento choca contra mis labios, muerdo mi labio inferior por inercia.
Sonrió negando y me pongo recto elevando mi mirada al cielo que tiene pocas estrellas ya que gran parte de las mismas están ocultas por las nubes.
—No estoy molesto, si es lo que crees —vuelvo mi mirada a ella que está jugando con el correa de su bolso entre sus manos— Se que con perras no te referías a las chicas que hacen aquel trabajo ya sea por que quieren, lo necesitan o están obligadas a hacerlo ¿Cierto?
La reto alzando una ceja en su dirección, ella sonrie más tranquila, momento después cierro la puerta y subo al auto para comenzar a conducir.
—¿Por qué estudias medicina si odias la sangre? —pregunté para quitar el ambiente incómodo que estaba por aparecer.
—¿Quizá por que es necesario para mi especialidad? —devolvió la respuesta con otra pregunta— Me quiero especializar en Nutriología.
—Vaya, ahora comprendo el por que habia demasiada gente y lo que decía la pizarra en la entrada del restaurante.
Nuestra conversación continuo con temas sobre nuestras carreras, los días que ella trabajaba en el lugar y los días que cocinaba, por curiosidad pregunte si la comida contenía ajo, la respuesta fue positiva, mi comida tenía ajo, no en mucha cantidad pero si la necesaria.
—¿Tienes algo contra el ajo?
—Sí —contestó seriamente mientras estaciono el auto— Soy un vampiro y me puedo morir, perder mis superpoderes y me matan. Okey, la verdad es que no me gusta mucho.
Respondo sincero al final.
—¿Por qué?
—A pesar de ser italiano-turco, paises donde las comidas suelen tener mucho de ello, no me gusta, su olor me causa náuseas y lo picante que es... ugh.
—Eres un mañoso, la comida que hizo mi abuela tenía demasiado ajo y no hiciste caras. —señala.
—Ante todo soy educado.
—Le diré a mi abuela —se burló con una sonrisa pícara en los labios.
—No lo harás.
—¿O qué? —me reta.
—O te voy a morder.
—Veremos quien muerde a quien.
Salió de auto sin dejarme responder a su comentario.
Aquel cometario que tome como un reto desde que la vi cruzar la puerta de su casa y la señora Ethridge me veía desde la ventana.
Los días pasaron sin mas inconvenientes, entre mi proyecto, las clases de la Universidad, encargarme de los pacientes más leves del doctor Warner y los mensajes que no habían dejado de llegar por todos los medios sociales a mi celular.
Hasta ahí está medio bien.
El cansancio y sueño consumían parte de mi, tanto que desde hace tres días no había visto a Mical, sólo intercambiamos unos cuantos mensajes para vernos el sábado por la noche.
¿Era una cita? Sí lo era.
La señora Graciela de alguna manera se las ingenio para que ambos tengamos una cita que no era cita, o asi queríamos verlo ambos. Ese momento donde ella nos agendaba una cita para que salgamos juntas ella apostaba a que el primero en morder sería yo.
Fue vergonzoso, nos obstante mantuve la compostura cosa que no sucedió con Mical, que tenía las mejillas teñidas de un color rosa suave y al parecer quería desaparecer.
Mire una vez más mi celular no tenía ningun nuevo de la pelinegra de ojos verdes que me gustaba, sólo amenazas de Yasemin Eroğlu alias jengibre.
No podía seguir así, evitandola, tenía que ponerme los pantalones y enfrentar a mi loca mejor amiga o ex mejor amiga, ya no sabía.
Desde que discutimos sobre mi relación con Tugce, aquella tarde donde alzamos nuestras voces como si gritando íbamos a cambiar el pensamiento del otro con molestia, enojo e intenciones de ayuda o comprensión.
Solo nos hicimos daño.
Frote mis ojos con el dorso de mi mano en un intento de estar más despierto pero me era imposible, habían sido unos días intensos, que por mi cabeza paso el deseo de volver a casa con mi familia, hacerme cargo de lo que por derecho me pertenece y vivir una vida cómoda, sin preocupaciones.
Hakuna Matata.
Comencé a tararear la canción tratando de hacer el menor ruido posible en la biblioteca mientras pequeños recuerdos de las locuras que hacia con mis hermanos pasaban por mi cabeza, mire la pantalla de mi celular, de fondo tenía una foto muy divertida donde estábamos los hermanos Özdemir haciendo diversas muecas a pedido de la señorita tomate, Athena.
Los extrañaba en demasía a todos.
En especial a esa loca rubia que siempre tuvo la razón.
—¡Esto es un asalto! —el grito femenino en turco más la punta fría del metal en mi nuca me hizo saltar de mi silla dejando caer el celular de mis manos.
—Creo mas que será un secuestro —respondo en el mismo idioma mientras doy media vuelta sobre mi lugar encontrando a una rubia con su vientre abultado y entre sus manos un paraguas.