Su nueva vida escolar había iniciado demasiado tranquila para ser verdad. Sin embargo, en el segundo día de clases, las tragedias comenzaron a suceder: la primera clase del día fue Lengua Española, clase en la que realizaron un par de actividades en las que se ganaron un par de firmas. Pero lo preocupante no había sido la actividad, si no la información que había llegado a Alejandro que después compartió con ellos: la profesora de Geografía sí había llegado a la clase y había pasado lista a las escasas diez personas que estaban presentes, por lo que casi todo el grupo tuvo inasistencia.
Gibran se mareó de la preocupación. Primer día de clases y primera falta del trimestre. Sin embargo, la preocupación dio espacio a la molestia. La profesora no había dado algún aviso con nadie de que tardaría en llegar a la clase casi 40 minutos después de que la misma iniciara, a 10 minutos de que la hora terminara. Le pareció de lo más irresponsable y poco profesional por parte de un docente que formaba parte del equipo de la UNAM.
Tampoco se habían perdido de mucho: además de la lista, la profesora había dado los criterios de evaluación: el examen valía el 50%, ese porcentaje estaba divido en 25% para un examen de conocimientos y el otro 25% para un examen de localización, que consistía en ubicar algunos países de un continente en específico, y el otro 50% correspondía a las actividades de un libro que ella misma vendería (Gibran comenzó a pensar de que algunos profesores tenían la intención de hacer negocio con ellos). Fuera de eso, no se había comentado nada importante en esa clase.
Terminada la clase de Lengua Española, se dirigieron hacia el gimnasio. Tocaba la asignatura encargada de mantener a los jóvenes en buenas condiciones de salud física.
Cuando el grupo arribó, el profesor los esperaba en una mitad del gimnasio. Les pidió que se sentaran, haciendo un medio circulo en él para que todos pudieran escuchar sus palabras.
Se presentó como Gilbardo y, como todo profesor en su primera clase, se limitó a presentar la asignatura. Casi nadie llevaba ropa deportiva, más que algunos chicos que Gibran vio raros y que, dedujo, serían los “atletas” de la clase. Sería una materia sencilla, lo único que tenían que hacer era presentarse a las clases, realizar las actividades correspondientes. Cumplir con la ropa requerida para la materia (short y una playera blanca. Dio como sugerencia comprar el uniforme que vendían en Plaza Río, la plaza que se ubicaba frente a la prepa, del otro lado de la avenida) y con una investigación referente al basquetbol que pediría después y que sugería comenzar ya para no andar a las prisas. Pidió un blog de notas que, de acuerdo con sus palabras, no se utilizaría mucho, pero eso no significaba que no le fueran a dar ningún uso.
El profesor se llevó 20 minutos de la clase, así que tenían 30 minutos que Gibran y sus compañeros habían decidido pasar en la cafetería.
Posterior a Educación Física, la clase que siguió fue Inglés. Gibran no sabía en dónde se encontraba el aula, ya que en su visita guiada no le mencionaron en dónde se encontraban las aulas D, pero Alejandro, Emilio y Ángel si lo sabían (los primeros dos porque tuvieron la suerte de recibir aquel dato, el último porque había tenido clase en esas aulas un día antes)
Gibran estaba un poco temeroso, y cuando vio a la profesora Paulina se sintió intimidado. No quería ofenderla, pero no pudo evitar no encontrarle un parecido con Troncha Toro de la película de Matilda. Que bueno que nadie usa trenzas pensó.
Con el paso de la presentación se dio nuevamente cuenta que no había que juzgar a la gente por su apariencia y que, aunque el inglés no fuera su fuerte, la materia no se le haría tan pesada.
Todos los días tomarían clase en el aula D-102 y, a diferencia de todas las aulas por las que había entrado, aquella era especial porque tenía computadoras (entendió que la D era por Digital, aunque después lo pensó al darse cuenta de que únicamente las aulas que se encontraban al fondo del pasillo tenían computadoras, el resto eran aulas comunes y corrientes).
La única novedad en los criterios de evaluación en esa materia es que un porcentaje del 20% correspondía a actividades realizadas en Mediateca, un área exclusiva para fortalecer el idioma ya fuera en computadoras, libros o en alguna clase impartida por otro profesor, si es que se tenía suerte. Para el ingreso era necesaria tener la credencial, pues sería escaneada ahí mismo.
— No intenten engañarme, tengo acceso a los ingresos, por lo que puedo saber quién realmente entró. Si me entregan las diez actividades, pero no coinciden con el número de horas que pasaron en Mediateca automáticamente quedarán canceladas, ¿entendido? — todo el grupo asintió.
Pasaron un par de minutos explorando algunas páginas web que utilizarían para hacer algunos test, actividades, etc. Después de eso los dejó libres.
Emilio, Alejandro y Gibran no se reunieron con Ángel; él tenía clase de inglés después de ellos.
Y, como ya empezaba a ser costumbre, decidieron matar el tiempo libre en la cafetería.
Los locales aún no estaban cerrados, así que Emilio aprovechó para comprar un sándwich de pollo que tenía muy buena pinta. Alejandro compró un agua de frutas que no se veía nada mal.
Gibran aún no tenía la confianza de comprar ahí: tenía un estómago delicado, y cualquier cosa le hacía daño. Si para el día siguiente sus compañeros seguían con vida probablemente consideraría comprar comida de la cafetería, mientras no.