El final del primer año del bachillerato estaba a la vuelta de la esquina.
Gibran realizaba lo mejor que podía las últimas entregas de tareas, proyectos y presentaba las evaluaciones del tercer parcial para no irse a finales, cosa que no ocurrió.
La profesora de Geografía tuvo la grandiosa idea de evaluar el último parcial con una práctica de campo a Guerrero que valdría la total de la calificación. Quienes no pudieran asistir por alguna u otra razón tenían que presentar los exámenes correspondientes a ese parcial.
Evidentemente, Gibran no estuvo de acuerdo con comprar su calificación y aunque sus padres le dijeron que no tenían ningún problema en pagar el viaje él se negó rotundamente, por lo que en sus ratos libres se dedicaba a estudiar para el examen de localización y teórico.
Fueron escasas 5 personas quienes los presentaron y que el aula estuviera tan vacía le generaba seguridad y al mismo tiempo miedo. Todos, incluidos su grupo de amigas, estaban en algún lugar de la preparatoria o fuera de ella celebrando que se habían librado de una materia más, mientras que él estaba sufriendo por no recordar muchas cosas del examen para el que tanto se preparó.
Entregó su examen y estaba seguro de que dejó el alma en él para tener una buena calificación, pero al parecer su alma estaba vacía porque lo reprobó.
Se mareó momentáneamente cuando la profesora le entregó su examen al día siguiente con un 5. Y ese 5 solo significaba su condenada.
— Reprobaste el último parcial, y la regla para no irse a exámenes finales es aprobar los tres semestres, por lo que estás en examen final. Déjame tu correo para mandarte una guía para que te prepares —. Detestaba con todas sus fuerzas a esa profesora. Nunca dio clases, pero se siente con todo el derecho de reprobarme y mandarme a final como si lo hubiera hecho. Gibran salió del aula sin decir una sola palabra y se encontró con su grupo de amigas, quienes le intentaron subir el ánimo sin mucho éxito.
El examen de Geografía era uno de dos exámenes que tendría que presentar. El segundo era de Estudiantina. Quienes eligieron esa optativa aceptaron desde ese momento irse a examen final, por lo que no importaba que hasta ese momento llevara dos parciales aprobados con 10, tenía que hacer la presentación obligatoria junto a toda la estudiantina.
Algunos estaban emocionados por ponerse en práctica con sus respectivos instrumentos y demostrar el talento con sus voces, pero Gibran no tenía ningún talento que demostrar, pues, aunque se sabía algunos acordes no era bueno en la guitarra, y lograba seguir el ritmo de la música en los coros, pero después se perdía. En los ensayos fingía que cantaba y solo recitaba las palabras que sabia (el coro), por lo que no le emocionaba para nada tocar ante todo un auditorio.
Y menos con el uniforme tradicional de la Estudiantina: una capa azul marino con un bordado dorado, una camisa blanca y un ridículo short de resorte que le dejaba rosada la piel.
Al recibir el uniforme sintió el impulso de tirarse desde el segundo piso del edificio de Artes, frente a todos, para demostrar lo arrepentido que estaba de haberse inscrito a Estudiantina.
— Está curioso — Emilio admiraba sin muchas ganas el uniforme. Lo sostenía en alto desde el gancho, analizándolo profundamente, como si tratara de encontrarle algo lindo para aferrarse a él y no unirse a Gibran en sus lamentos.
— Está horrible — dijo Gibran sin más. Dobló el uniforme a la mitad y lo guardó sin mucho cuidado en una bolsa negra que llevó para ocultarlo. Si no lo necesitara muy seguramente lo habría tirado en la calle, pero si quería pasar Estudiantina tenía que presentarse con todo el grupo.
Y usando aquel hermoso uniforme.
A la distancia veía que Alejandro no le daba mucha importancia, pero, ¿había algo que le importara a Alejandro que no fuera ir de la mano de Mairim? Ella reía mientras su novio le decía algo lo suficientemente gracioso como para sacar su lado más fingido.
Porque Gibran estaba seguro de que a Mairim le gustaba alguien del grupo, pero no necesariamente Alejandro.
Se fue del aula de la Estudiantina, con Emilio siguiéndole las espaldas, en dirección a lo que sería su última clase de Lengua Española. La materia que menos dolor de cabeza la generaba y probablemente la única que extrañaría. El profesor Pablo siempre fue flexible, amable y aunque era un poco barco daba la impresión de que le gustaba dar clase y que sus alumnos aprendieran, aunque sea un poco. No como la profesora de Geografía, que tardaba media hora intentando proyectar al pizarrón y que se limitaba a pasar de diapositiva cada cierto tiempo para que todos copiaran. Seguramente su dedo índice debería estar muy ejercitado de tanto que lo usaba.
La última semana de clases fue relativamente tranquila, pues solo iba a pasearse por los edificios del bachillerato, a estar en las aulas haciendo nada mas que platicar con Nancy, Giselle, Vanessa, Aidée y Lucero.
Y también en intentar entender cómo es que todo el grupo pasó la materia de física con 10 final cuando todos reprobaron el examen del tercer parcial, el cuál valía el total de la calificación. Gibran sacó 3, y sus amigas iban más o menos por la misma calificación. ¿Qué falló? Que el profesor dio lo más básico acerca de circuitos en serie y paralelo, pero en el examen incluyó un circuito mixto con cosas que ni si quiera habían visto, por lo que evidentemente todos reprobaron y habían hecho a la idea de que tendrían que presentar examen final, pero el último día el profesor llegó con las calificaciones finales, todas aprobatorias y ninguna calificación por debajo del 9.