Segundo año le sentó como una brisa de aire fresco en primavera.
Nuevo año escolar, nuevas materias, nuevos compañeros y algunas nuevas amistades.
Para quinto año tuvo la suerte de quedarse en el mismo grupo que Nancy y Vanessa. El resto de sus amigas había quedado distribuidas en otros grupos. No pensó que cuando llegara el momento de desintegrarse las extrañaría tanto y saludarse de vez en cuando en los pasillos del edificio no era suficiente. De vez en cuando se mensajeaban, pero apenas eran los primeros días cuando las cargas de trabajo empezaban a ser agobiantes.
Sus nuevos dolores de cabeza se llamaban Literatura Universal: en cuanto la profesora entró al salón de clases sabía que sería una pesadilla, y cuando comenzó a dar clase lo confirmó. Preguntaba cada vez que tenía oportunidad, aunque era evidente que nadie sabía nada. Pidió un libro que todos tuvieron que comprar y del que dejaba leer grandes cantidades de páginas y colorear ilustraciones que ya estaban en blanco y negro en donde ningún color resaltaba mas que el negro.
La profesora de Biología de la sección A (sección a la que pertenecía Gibran) era el arcoíris en la tormenta: era la mujer más amable, adorable, tierna, paciente e inteligente. A veces medio olvidadiza con las tareas que dejaba y los nombres, pero jamás olvidaba sus conocimientos en la materia. La profesora de la sección B era lo opuesto: era la tempestad con pies y cabeza y pareciera como si su intención lejos de enseñar fuera terminar con la vida de sus alumnos.
Otra profesora destacable era de nombre Eugenia Yépez (Yépez para los amigos) y daba la materia de química general. Era de las profesoras más pacientes y su manera de dar clases era tan sencilla que hacía parecer la química como la cosa más sencilla del mundo cuando no lo era. Pero cuando se enojaba provocaba miedo hasta a la persona más valiente del planeta, por lo que siempre intentaban hacer las cosas como las pedía y cuándo las pedía.
Cuando entró al sistema a elegir grupo no alcanzó cupo en Inglés, por lo que tuvo que cambiarse a Francés para no tener que elegir un grupo diferente. El profesor, Gaspard, era de piel negra y el cabello se lo cortaba casi hasta el ras, y como era de color blanco parecía como si tuviera mucha pelusa en la cabeza. Era bueno hablando francés porque era su idioma nativo, pero también era bueno para no dar tan buenas clases. Si quería dar clases la daba, si no solo se presentaba a avisar que tenía hambre y que se iba a ir a comer.
O se iba a dormir al gimnasio. Se tapaba la cara con un libro y no lo movía ni Dios Padre.
Quinto año también fue un buen año para crear nuevas amistades: Orquídea se integró al nuevo grupo de Gibran con mucha facilidad. Irradiaba amabilidad e inteligencia. Hábil para las matemáticas y en general para la escuela. Su cabello ondulado era de un castaño tan oscuro que parecía ser negro. Entre sus hobbies favoritos se encontraba el dibujo: en sus ratos libres aprovechaba para sacar sus lápices y un cuaderno para proceder a hacer trazos de cuerpos, caras y ojos. Le salía tan natural que era evidente que llevaba mucho tiempo practicando por su cuenta.
Orquídea fue la nueva amistad más valiosa y la única importante que hizo durante esos 8 meses de clases. Sus lazos con Nancy y Vanessa se fortalecieron, volviéndose más unidos, pero también otros se comenzaron a debilitar por la poca frecuencia con la que coincidían.
Aidée conoció gente con la que encajaba mejor por la similitud en personalidades y gustos. Lucero se integró más al deporte y la mayor parte del tiempo la pasaba en el gimnasio. Parecía que le importaba poco las materias obligatorias.
Y Gibran seguía siendo consumido por el estrés del bachillerato, pero al menos tenía una preocupación menos.
El tiempo le sentó de maravilla para reflexionar y acomodar sus sentimientos. Se había vuelto más sencillo pensar en Alejandro. Había momentos en donde se sentía confundido, pero el camino se fue aclarando al igual que su mente y concluyó en que Alejandro solo había sido un gusto temporal. Ya que lo veía menos se sentía menos atacado por su presencia. No le prestaba nada de atención y lo veía casualmente en el cambio de clase por los pasillos.
Tampoco le lastimó verlo tomado de la mano de una chica que no conocía.
Era sorprendente el cambio que hubo en tan solo unos meses y el impacto que podía tener disminuir la comunicación con alguien en unos meses.
Cuando lo encontraba en la cafetería comprando sus alimentos o acompañando a sus amigos, Gibran se detenía a analizar las facciones que antes tanto le atraían y hacían derretirse.
— No entiendo cómo es que me pudo haber gustado — era lo que solía decir cada vez que lo veía.
— El amor es ciego — le comentó Vanessa en una las tantas ocasiones que salió el comentario.
— Y espantoso —. Los comentarios de Nancy siempre le sacaban una sonrisa y agradecía poder tenerla un año más como compañera.
— ¿De qué hablamos? — Orquídea vivía en su mundo, pero cuando hubo oportunidad se le compartió la historia para que estuviera en contexto.
Gibran estaba agradecido por esa nueva etapa. Sus compañeros tampoco eran los mejores, pero al menos ya no estaban completamente excluidos. Mínimo pudieron integrarse a los grupos que se crearon para compartir la información que los profesores mandaban y con eso era suficiente. No tenía por qué caerle bien a todos, con las tres personas con las que convivía bastaba.