Leave Me Lonely

CAPÍTULO 49

— Esto es lo que sabemos — Monse se aferraba al celular y deslizaba la pantalla de abajo hacia arriba. Vianney regresaba de comprar unas galletas de la tienda de la cafetería. Tomó asiento junto a ellos, mientras repartía la comida con sus amigos, pero Gibran no tenía estómago para comer. Aún sentía nauseas y la escena muy fresca y necesitaba explicaciones —. Alejandro y Sandoval terminaron su relación la semana pasada. Según lo que pude obtener de Carina, Leo es el mejor amigo de Sandoval y en repetidas ocasiones le hizo saber que estaba interesado en el que ahora ya no es su novio y que él se iba a quedar con Alejandro. Lo que al principio parecía una broma de mal gusto resultó ser una horrible verdad: en cuanto terminaron su relación, Leo comenzó a acechar a Alejandro. Se dice que, en repetidas ocasiones, ha intentado besar a Alejandro pero no lo ha logrado. Igual, eso no quita que es un pésimo representante a lo que realmente es un mejor amigo y ahora están saliendo para conocerse más — buscó más información y al final hizo lo que no quería: plantó sus ojos en Gibran —. Lo siento mucho. Una vez más no entendemos lo que está pasando por su mente y por qué tenía buenos tratos contigo que se prestaban a otra interpretación cuando la realidad era otra.

Gibran tenía la vista plantada en uno de los mosaicos de la mesa en donde estaban sentados. Él tampoco tenía una explicación a lo que estaba sucediendo y lo que sí estaba claro es que, si Alejandro pensaba llenar el vacío que le había dejado su relación con Sandoval, no lo haría con él.

En las últimas noches no había podido dormir y tenía las ojeras más marcadas que de costumbre: intentaba descifrar la intención de los coqueteos que tenían con las miradas, los toques y con algunas palabras. ¿En algún momento se interesó por él? ¿O es que también estaba interesado en Leo, pero buscó la manera de mantener a Gibran de su lado por si las cosas no salían como pensaba? La idea de ser la segunda opción intensificó más las náuseas, pero ahora estaban acompañadas de un dolor en el pecho. No sabía si en realidad le estaba doliendo el corazón o era una manifestación psicológica de todo lo que estaba sintiendo.

Sus esperanzas nuevamente fueron tumbadas por lo que estaba ocurriendo. La ilusión y la posibilidad murieron días atrás y ahora que sabía que estaban saliendo para en un futuro formalizar no había manera de revivirlas.

Intentó deshacerse de la caja de chocolates apenas llegar a casa, pero no tuvo el corazón de tirarlas a la basura. Se quedó con la caja en lo alto del cesto de basura mientras libraba una lucha interna entre tirarlas o conservarlas. Se dio el tiempo de llorar cuando decidió no tirarlas y guardarlas en lo más alto de su librero, en donde no fuera fácil verlas y, de ser posible, olvidar que existían.

Se preguntó si había hecho algo mal, si tal vez había dicho algo que a Alejandro no le gustó y por eso había perdido el interés por Gibran, pero todas las conversaciones que tenían eran normales.

En una ocasión, cuando Alejandro regresó al karaoke, se ofreció a cuidarlo un rato en lo que sus amigos iban al baño a vomitar. Se quedaron juntos sentados en una jardinera cuando la noche ya estaba cayendo. La luz del sol estaba siendo devorada por la tranquila oscuridad de la noche y su fuente de iluminación era la luz que llegaba hasta ellos de las lámparas de los pasillos.

— Tengo que decirte algo — daba la pinta de estar sobrio, pero sus ojos un poco perdidos lo delataban. Ni al hablar se le notaba que no estaba en su mejor momento.

— ¿Y qué quieres decirme?

— Que… — la pausa que siguió después fue más larga de lo que le gustaba. Se notaba confundido y al mismo tiempo inseguro, como si lo que quisiera decir no fuera pertinente —. Que te quiero mucho, amigo. Me caes muy bien.

— Mejor cállate y acuéstate un rato en la jardinera en lo que llegan los demás —. Alejandro le obedeció y dejó caer su cuerpo. Sonó un golpe seco y emitió un “ay” de dolor —. Dije que te acostaras, no que atentaras contra tu espalda.

— Sí te quería decir eso, pero además hay otra cosa — se apoyó en sus codos para levantarse un poco y poder encarar a Gibran —. Es que no sé… — se volvió a tirar en la jardinera.

Gibran recordó que él había confesado su más grande secreto en estado de ebriedad, ¿qué tal si Alejandro haría lo mismo con él, pero su lado racional era más fuerte y se lo estaba evitando? Tampoco lo podía obligar y, aunque estaba tentado a preguntar, no lo hizo.

— Está bien si no me quieres decir. No hay problema.

— Sí quiero hacerlo, pero… — Gibran frunció la frente. Alejandro se limpió la boca con la manga de su camisa y antes de volver a recargar la cabeza en la fría jardinera —. Te prometo que algún día te lo diré.

 

***

El día de la graduación todos los presentes iban de gala. Gibran usó el traje que había utilizado el la boca de su hermana Cintia. No recordaba que existía y cuando su madre lo sacó de una funda en el ropero no lo reconoció.

A la ceremonia de graduación solo asistió su madre: su padre siempre trabajaba y no se dio el tiempo de acompañar a Gibran en ese día tan especial. Lo mismo ocurrió con sus hermanas.

Se habían repartido tres grupos por hora por el aforo del auditorio y la ceremonia de Gibran tendría lugar a las 12:00 PM.

Se acercó al stand de los encargados de las capas, togas y birretes. La capa que le entregaron estaba un poco grande y tenía un distintivo amarillo en el brazo. Dudaba que alguna capa tuviera que quedar justa, así que pensó que estaba bien. Se puso el birrete y antes de que les dieran acceso al auditorio aprovechó para tomarse algunas fotos con Aolani, Mafer, Monse y Vianney.




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