Lección de pecado ❃ Hyunin

♡ :  CAPÍTULO XVI

 

[JEONGIN.]

Mis planes de la tarde se decidieron cuando Seungmin se topó conmigo en el pasillo.

—Vas a ir a la práctica de voleibol conmigo. —Él agarró mi brazo y me arrastró hacia el anciano sacerdote que esperaba afuera.

Dejé que sucediera porque no tenía nada mejor que hacer. Además, sería agradable salir de los muros del campus. El Padre Kim sonrió y saludó con la mano cuando nos vió. Le levanté la barbilla y me volví hacia Seungmin.

—No me di cuenta de que hicieron cascos lo suficientemente grandes para tu gran cabeza.

Por supuesto, sabía que él iba a ver la práctica, no participar en ella.

—Tienes suerte de ser mi mejor amigo. —Él se colgó una bolsa al hombro y siguió al sacerdote hasta la puerta.

—¿Eh? —Caminé junto a él—. Así que ahora soy digno de tu ¿amistad?

—Supongo. —Él levantó un hombro evasivo.

—¿Esto es lo que sientes por mí, por lo que Kai hizo anoche?

—No. Este soy yo sintiendo pena por ti porque no tienes amigos. —Su tono
fue muy frío, que me dieron ganas de golpearlo.

Luego soltó una carcajada, sus ojos juguetones, y no pude resistir y me reí con él.

Cuando llegamos al campo, encontramos un lugar tranquilo en las gradas. No perdió el tiempo sacando cuadernos y su equipo de cámaras.

—Anuario —dijo cuando me sorprendió mirando.

Sabía que él estaba en el comité del anuario, y ahora tenía sentido que quisiera venir a una práctica. Dado que la Academia Clè no tenía equipo de fútbol americano, St. John de Brebeuf representaba a ambos colegios en voleibol femenino.

Cuando partió para entrevistar a entrenadores y jugadores, yo estaba contento de ver a las chicas hacer sus ejercicios. Ellas podían usar mallas, leggings, tops, ¿cuál era la diferencia entre esas chicas y yo? Expectuando nuestras entrepiernas, no había gran brecha de comparaciones.

Ellas eran bonitas, menudas, y aunque no me gustaba en lo absoluto nuestro panorama, me dediqué a mirarlas. Muchas de ellas me observaron de vuelta y me guiñaron un ojo desde el otro lado del campo. Pero mi interés por su género era nulo, inexistente. Más aún durante las últimas seis semanas.

Tal vez debería llamar a mi madre y decirle que su decisión de enviarme a un colegio católico para niños con problemáticas de mi mismo tipo, había curado mi curiosidad por los chicos. Técnicamente, ya no estaba interesado en dar mamadas a los universitarios que trabajan en Burger King. Ahora solo quería abrir las piernas para los hombres que me doblaban la edad y que mordían, azotaban y usaban cuellos clericales.

No, eso no era muy hetero de mi parte.

No a menos que quisiera que apareciera su asesino irlandés secuaz, Wooyoung. Apuesto a que Hyunjin podría defenderse en una pelea a puñetazos. ¿Pero contra un asesino apuntando con un arma? No quería saberlo.

Ojalá pudiera volver a odiar al volátil sacerdote. Entonces yo no lo haría preocuparse por esta mierda. Pero ahora me preocupaba. Si mi familia se enterara de que él ¿me tocó? ¿Qué enterró su nariz entre mis piernas y me olió? No podía pensar en lo que le pasaría sin hacerme sentir nauseas.

Atrapando mi lengua entre mis molares, mordí y usé el dolor para distraerme de mis pensamientos. En el campo, las niñas de St. John me saludaron, tratando de conseguir mi atención. El Padre Kim se quedó a un lado, hablando con el Padre Changbin, mientras mantenía sus viejos ojos en Seungmin y en mí.

Después de la práctica, Seungmin persiguió a algunas de las jugadoras clave para entrevistas. No pasó mucho tiempo antes de que la capitana del equipo se dejara caer junto a mí, para nada afectada por el ejercicio y con un aroma demasiado intenso a colonia y… maní.

—Oye, Innie. —Yeji me dedicó una sonrisa, aunque se veía un poco apretada en las esquinas—. Te ves… b-bien, como siempre.

—Gracias, bonita. —No me sonrió.

Era una chica totalmente estadounidense, una rompecorazones, si los rumores eran ciertos estaba acostumbrada a conseguir a quién quisiera. Si me deseaba, tendría que trabajar por ello.

O simplemente podía ponerse una prótesis en la… bueno, ahí.

Cabello castaño, ojos marrones, con una atractiva estructura ósea, era convencionalmente bonita. A los cinco años, quizás me habría arrojado sobre ella.

Ahora estaba luchando por hacer cualquier cosa menos bostezar.

—¿Estás saliendo con Droopy Seungmin ahora? —Colocó su mano en mi espalda.

Me la quité.

—No lo llames así.

—¿Por qué no? Ese es su nombre. Quiero decir, mírale el rostro. —Se estremeció dramáticamente—. Me pregunto si ese es el resultado de haber caído repetidamente sobre su cabeza cuando era un bebé. Él parece tener cierto nivel de retraso mental por la misma razón.

—¿Qué mierda? —Me aparté de Yeji, horrorizado—. No sé de qué culo saliste arrastrándote, pero deberías haberte sonrojado. Puaj. Eres repugnante.

Me levanté para irme.

—Jeongin, espera. —Tocó mi muñeca, sus ojos implorantes—. Lo siento. No sabía que era tu amigo.

—¿Eso importa? —Me dejé caer en el banco y acerqué mi rostro al suyo—. Él es una persona y tú estás sufriendo delirios. Yo prefiero una batalla de ingenio, para la que pareces estar desarmada, así que vete a la mierda, niña.

—Jesús. —Sus ojos se abrieron y se humedeció los labios—. Eres jodidamente atractivo cuando estás enojado. Tú puedes como, ¿ahorcarme, y eso?

Mi visión se puso roja.

—He terminado.

Cuando me paré esta vez, ella estaba sobre mí. Su mano agarró mi brazo, sosteniéndome suavemente al marco.

—Déjame irme —gruñí.

—Escúchame. ¿Por fi?

Miré al padre Kim, que se subió las gafas, entrecerrando los ojos en mi dirección. No podía ver la mano de Yeji en mis bíceps.

—Tienes cinco segundos —dije entre dientes y tiré de mi brazo libre.



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En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 30.07.2023

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