Legado de Amor

Episodio 5: Pensando en ti

Miranda.

Me quedé parada dentro de la cafetería observando a Mike como una tonta, mientras él se bajaba de su moto con elegancia y sensualidad.

—¿Qué haces? —indagó Aurora llegando a mi lado.

—No tengo idea —dije con honestidad.

Estaba sorprendida de poder hablar, ya que, mi cerebro era incapaz de formar algún pensamiento coherente.

—Es claro que vino por ti. —Volteé a verla, ella me sonrió y señaló a Matías—. Pero, si fuera tú, no dejaría que Mike y Matías estuvieran bajo el mismo techo.

Desvié la mirada hacia Matías, en efecto, se había levantado de la mesa y observaba a Mike de brazos cruzados. Por un segundo, me hizo recordar a mi perrita Susy cuando se ponía tensa ante la presencia de extraños en la casa.

Ojalá y como ella, se diera cuenta de que no había nada de qué preocuparse.

—Tienes toda la razón. —Me quité el delantal, pasé las manos por mi cabello y salí de la cafetería.

Mike ya iba de camino al interior del lugar, así que, nos terminamos encontrando en la puerta. Sus ojos aguamarina me observaron con intensidad y mi pulso se aceleró, al tiempo que mis piernas dejaban de tener fuerzas para sostenerme.

Sin embargo, en un acto de fingir que todo estaba normal, levanté la mano y susurré:

»Hola.

Mike sonrió, acortó la distancia entre nosotros, sujetó mi cara y me besó.

Una corriente eléctrica cruzó mi cuerpo y me hizo temblar, lo que hizo que Mike me apretara con más fuerza a su cuerpo.

Mis labios se abrieron dándole la bienvenida a todas las sensaciones que desataba su lengua en mi interior.

El beso fue escalando rápidamente hasta dejarme sin aire en los pulmones, pero no podía parar y tampoco lo deseaba.

¿Existía un truco para besar sin quedarse sin aire o todos se quedan sin aliento?

Mike le puso fin al beso con la respiración tan agitada como la mía, aunque, no me soltó, no aflojó su agarre. Solo pegó su frente a la mía y murmuró rozando mis labios:

—Te equivocaste, no he dejado de pensar en ti ni un solo momento.

Sonreí mordiéndome el labio inferior.

—¡Qué gusto haberme equivocado! —expresé alzando la cara y viendo sus ojos.

—Ven conmigo —propuso Mike trazando con su pulgar el contorno de mis labios.

—¿A dónde? —Sacudí la cabeza recordando mis responsabilidades—. No puedo, debo trabajar.

—Hoy no. —Mike me tomó en sus brazos y me llevó hasta su moto—. Hoy eres mía.

Me bajó con cuidado y me colocó un casco.

—¿A dónde tienes pensado llevarme? —indagué sonriéndole.

El corazón no paraba de retumbar en mi pecho, lo que me ponía todavía más nerviosa, pues, pensaba que me delataba delante de Mike.

La sonrisa de Mike se borró cuando sonó la campana del local, no tuve que darme la vuelta para saber que Matías había salido.

—¿Qué quieres? —Mike se puso a la defensiva y tomó mi mano.

—Miranda, por favor. —Me volteé a ver al que pensé que había sido mi mejor amigo—. ¿Podemos hablar un minuto?

Mike apretó mi mano, pero no intervino.

Lo que fue un punto a su favor, pues, lo que menos necesitaba era una persona que tomara decisiones por mí.

—Dame un segundo —le susurré a Mike sin poder verlo a los ojos.

—Aquí te espero —declaró él inclinándose y depositando un beso en mis labios.

Caminé hasta Matías, aunque, mi acción hizo que Aurora y Jwan salieran de la cafetería.

—Por favor, no te vayas con él —suplicó Matías y me dolió verlo tan afectado por mi elección—. Ese tipo no te conviene.

Tomé las manos de Matías y viéndolo a los ojos le dije:

—Matías, él hace que mi corazón palpite con fuerza, cuando me mira me sonrojo. Su sonrisa me roba el aliento.

—Es un error —mencionó Matías con dolor.

—Puede ser, pero es mi error y solo yo puedo aprender de ellos.

—Te romperá el corazón —insistió aferrándose a mis manos.

—Eso no lo sabemos, pero no me puedes encerrar en una bola de cristal. No se lo permití a mi padre, no te lo permito a ti. —Tomé una bocanada de aire—. Soy adulta, libre de tomar mis decisiones y lidiar con las consecuencias de mis actos. Yo, elijo salir con Mike.

—Y cuentas con todo mi apoyo —intervino Aurora—. Siempre trabajas duro, más duro que todos nosotros, puedes tomarte un fin de semana libre y lanzarte a la aventura.

—¿Van a apoyar esta estupidez? —cuestionó Matías iracundo.

—Es lo que se supone que hacen los amigos —habló Jwan que, hasta ahora, solo había sido un espectador—. Pásala bien, Miranda, te mereces algo de descanso.

—Gracias.

—Te daré un informe detallado de la cafetería cada día, tú solo vive la vida —declaró Aurora enfureciendo más a Matías.

—Gracias. —Abracé a Aurora y a Jwan le choqué el puñito.

Me di la vuelta y vi a Mike, sus orejas estaban rojas y no dejaba de ver a Matías.

Caminé hasta él y puse una mano en su pecho y con la otra lo obligué a verme.

—¿A dónde vamos?

Mike me observó y su expresión cambió por completo. Incluso, sonrió.

—Tengo algo preparado. —Mike subió a su moto, se colocó el casco y me ayudó a subir—. Abrázame fuerte.

—¿Vas a ir muy rápido? —indagué poniéndome nerviosa.

—No, pero me gusta que me toques.

Mordí el interior de mi mejilla para ocultar mi enorme sonrisa.

Agradecí mentalmente que el casco tuviera visera y mi cara quedaba oculta, de lo contrario Mike y el mundo me verían sonrojada por milésima vez.

Rápidamente, reconocí la ruta que había tomado Mike.

—¿Así que decidiste traerme al lago? —indagué abrazada a su cuerpo.

—¿No te gusta la idea? —rebatió Mike y deseé poder ver su cara.

—Te daré la oportunidad de que la desarrolles —expresé mordiéndome el labio.

Fruncí el ceño al caer en cuenta de que no podía ver a Mike, pero lo escuchaba a la perfección.

—¿Los cascos tienen micrófonos? —indagué en voz muy bajita.

—Sí, tengo un amigo que le puedes pedir lo que sea y él lo creará. Aunque, la electrónica se le da muy bien —explicó Mike deteniéndose en un semáforo.




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