Sonrío en medio de un hipo que hace brincar a mis hombros mientras la manoseadera de Tatiana va por todo mi cuerpo. Le sigo el juego tomándola con fuerza por la cintura y bajando poco a poco mis manos hacia su trasero el cual agarro y estrujo como si fuera una masa y yo un panadero.
Carlos, no vayas a hacer una locura, estás muy ebrio...
Es cierto, en cuanto termine esta canción iré hasta la mesa a pedirle ayuda a Verónica, ella es la única que me puede salvar de la calentura de Tatiana. La bachata que estamos bailando en perfecta sincronía termina y la música cambia a un reguetón.
De seguro, el dj usa drogas.
—¡Tatiana, vamos a sentarnos!
—¡Espera, bailemos esta canción!
La halo del brazo haciendo que se venga de frente apoyándose sobre un solo pie y tambaleándose —¡no, vamos a sentarnos!
Mientras camino veo como el piso se mueve, además las luces de colores van de un lado a otro girando y titilando causando que mi estómago se revuelva. Alzo el rostro y visualizo a Verónica conversando con Camilo en la mesa.
Llego a la mesa y suelto la mano de Tatiana —¡Vero! —llamo su atención y me acerco a su oído —Tatiana me quiere violar, ayúdame.
—¿¡Qué!? —comienza a reírse, se bambolea en la silla y pone su mano derecha en la boca.
—Shsss —pongo el dedo en mi boca como la lechuza.
—¡Está bien, yo te cuido! —toca el asiento con su mano indicando que me siente a su lado.
Me lanzo sobre la silla y mi barriga suena como una jarra que está repleta de agua. Apoyo mi brazo en la mesa y recuesto la cabeza en el antebrazo mientras cierro y abro los ojos.
Luego de unos minutos —¡Carlos, ya nos vamos! —Vero toca mi brazo.
Me levanto con su ayuda y la del espaldar de la silla. Rodeo con mi brazo su cuello y así caminamos hasta salir de la discoteca, estando fuera me sostengo de su auto y espero que abra la puerta mientras busco con la mirada a Camilo y Tatiana, pero no los veo por ninguna parte.
—¿A dónde vamos? —tambaleo.
—A tu departamento, allí te dejaré para que descanses.
—No, no, no —señalo una dirección —vamos a visitar a Amanda.
—¡Ya súbete! —abre la puerta del carro y me siento de golpe.
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Observo las luces del alumbrado de las calles pasar sobre el coche en los momentos en que abro y cierro los ojos. Dejo de escuchar el rugido del motor del auto, lo que me hace saber que ya llegamos al edificio. Vero me abre la puerta del carro y vuelvo a sujetarme de ella hasta entrar en el lobby, en el recorrido arrastro los pies como un zombi mientras que el camino hacia el elevador me resulta eterno.
Entramos en el ascensor y siento esa sensación de vacío en el estómago mientras desciende, al detenerse sus puertas se abren y salimos al pasillo. Cuando falta poco para llegar escucho el rechinido de la puerta de mi vecina.
Doña Telma asoma su cabeza y la mitad de su cuerpo con cuidado. Lleva puesta una bata con flores, además de unos ganchos en el cabello y en su rostro una crema de color verde.
—"¿Fiona eres tú?" —me rio con escándalo mientras la observo con esa crema facial —¡deje el chisme doña Telma! ¡Vaya a dormir que es tarde!
—¡Yo no estoy chismeando! —sale al pasillo por completo y pone las manos en su cintura.
—Discúlpelo doña Telma, está ebrio y no sabe lo que dice —Verónica mueve la mano intentando no darle importancia a la situación.
—Es que si es chismosa —le digo al oído.
Doña Telma arruga la cara como si se comiera un limón, luego entra a su departamento y solo oigo el sonido de la puerta al cerrarse.
Hemos llegado a la entrada de mi departamento, Vero me quita las llaves y abre la puerta, ingresamos y yo me acuesto en el sofá pasando las manos por mi cabello mientras cierro los ojos porque la habitación me da vueltas.
—Ven Carlos, levántate —toma mi mano y me hala consigo —¡tienes que darte un baño para que se te pase la borrachera!
Poniéndome de pie, vamos a mi habitación donde me quito los zapatos, medias, pantalón y camisa, me he quedado solo en bóxers. Vero me sostiene para entrar a la ducha y luego gira la llave hasta ponerla en agua fría; cada gota baja por mi cuerpo obligándome a saltar mientras me paso las manos por el pecho, la cara y el cabello.
Vero me pasa el jabón y yo le golpeo la mano suavemente. —¡No me manosees! —me tapo las tetillas y me río con bullicio.
—Ridículo —ella también ríe.
Termino de ducharme y estiro el brazo tomando una bata de baño colgada de un gancho en la pared para luego colocarme unas sandalias. La borrachera se me pasó un poco y ahora no sé cómo mirar a Vero a los ojos, ella salió unos minutos antes que yo y está en la cocina, pero desconozco lo que hace.
Salgo a la sala y camino mientras mis sandalias de plástico suenan con cada paso y manchan con pequeñas gotas de agua el piso. Me siento en el sofá y frente a mí hay una pequeña mesa de vidrio y un televisor colgado de la pared, a mi izquierda se encuentra el comedor que es de madera y a mi espalda a unos cuantos metros está un mesón que divide la cocina del resto del lugar.
—Tómate esto —me da una taza de color blanco que humea y contiene un té.
—Gracias —tomo la taza con ambas manos, pero la coloco inmediatamente en la mesa mientras voy soplando el té.
—¿Ya estás mejor? —se sienta a mi lado.
Asiento —sí, estoy mejor, la verdad no sé qué me pasó —junto mis dos manos y las pongo encima de mis piernas mientras las gotas de agua caen de mi cabello sobre la bata y son absorbidas por la tela.
—En todos los años que llevo conociéndote nunca había visto que te pusieras así cuando tomas licor.
Suspiro —lo sé, es que no he sido yo en estos últimos meses.
—¿Es por Amanda?
Cuando hace mención de su nombre mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas, bajo la cabeza y miro mis manos. —Sí, tiene que ver un poco con ella, lo admito.