Permanezco sentado en unas sillas de metal unidas entre sí que forman parte del lobby del centro de rehabilitación. Es un lugar en el que las paredes están pintadas en un tono verde aceituna y hay plantas artificiales repartidas en cada rincón, pellizco la hoja de una planta que se encuentra cerca para corroborar que no es real mientras estoy en el asiento de la esquina al lado de un tomacorriente donde está conectado mi celular, pues, estaba en cero.
Llevo veinte minutos esperando que me atienda el director, pero parece que está ocupado porque aún no sale de su oficina. Me distraigo viendo a las personas con caras largas que entran y salen del lugar, también observo a la recepcionista que se encuentra sentada detrás de un escritorio de madera sosteniendo el teléfono con su hombro mientras lima las uñas de sus manos.
Una puerta dividida en dos que da acceso a un pasillo largo se abre y el director sale de ella. Sobre su dorso tiene puesta una bata blanca que por el cuello hace notar una camisa azul con una corbata negra que se puede ver a través de la tela.
—Buenos días don Carlos —me levanto desconectando el cargador y nos damos un apretón de mano —sígame a mi oficina para hablar en privado.
—Buenos días —se da la vuelta y lo sigo.
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Tome asiento —cierra la puerta con seguro —iré directo al grano —camina alrededor del escritorio y en la pared detrás de él hay innumerables diplomas y certificados en psicología —su hermano se las arregló para escapar la tarde del día de ayer, justo en el momento en el que sacamos a los pacientes al patio trasero.
Lo observo mientras rasco mi cabeza —¿Y ustedes que estaban haciendo? —levanto ambas cejas y muevo las manos —¿No se supone que este es un lugar para que las personas cómo Víctor estén seguras?
—Don Carlos con todo el respeto que se merece —junta las manos y se inclina hacia adelante apoyándose en su escritorio —su hermano no es un caso fácil y usted sabe que no es la primera vez que escapa de este lugar.
—Eso lo sé —respiro profundo y giro la cabeza a la izquierda para luego volver a la posición normal —pero mi hermano es un caso especial, además yo pago puntualmente las mensualidades que son bien costosas de hecho, y lo hago para que él tenga las atenciones y cuidados que necesita.
—Seré franco con usted —lleva el dedo índice a sus gafas para acomodarlas —la mensualidad venció ayer y Víctor lo sabía, por otra parte, hicimos todo a nuestro alcance para dar con su paradero, pero fue inútil —aclara su garganta —y por último pienso que debería hablar con su hermano personalmente —asiente.
—¿A qué se refiere con exactitud?
—Su hermano ha estado muchas veces en rehabilitación y no muestra ningún signo de mejora. Incluso en esta ocasión cuando ingresó al centro, poco tiempo después lo hallamos drogándose; razón por la que tuvimos que registrar su habitación para asegurarnos que no escondiera más drogas.
—Sí, estoy al tanto de eso —muevo la mano —y admito que quizás tiene razón.
Aprieta los labios —entonces don Carlos, quiero que comprenda que este centro queda libre de toda responsabilidad, ya que, su hermano escapó cuando ya la renta había vencido —separa sus manos y luego las junta de nuevo entrelazando dedo con dedo —sin embargo, si necesita ayuda de nuestro personal para buscarlo puede disponer de él.
Este encargado tiene cara de imbécil —entiendo y también me queda claro que son unos ineptos que no quieren ayudar a las personas, solo buscan llenarse los bolsillos de dinero —me levanto de la silla haciendo que rechine al raspar la cerámica del piso.
—Con mucha pena le digo que nosotros no somos mágicos para rehabilitar a las personas de la noche a la mañana —se recuesta en el espaldar de la silla —en este lugar les proporcionamos las herramientas, pero el cambio dependerá del paciente y con tristeza le recalco que no podemos ayudar a quien no quiere ser ayudado.
No quiero seguir discutiendo con este idiota, así que salgo de la oficina y cierro la puerta haciendo que el sonido haga eco por todo el pasillo.
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Caminando por una zona alejada de la ciudad pienso en la ineficiencia que reina en el centro de rehabilitación. Transito una carretera desolada en donde el pasto ha crecido tanto que se dobla tocando con su punta el polvillo acumulado en las orillas del pavimento. También hay vasos, bolsas, jeringas, tapas de botellas y todo tipo de desechos atrapados entre la abundante hierba.
Paso mi antebrazo por la frente limpiando un poco el sudor mientras caigo en cuenta que llegué más rápido de lo que pensé a mi destino. Se trata de un puente en donde por debajo corre un río de agua de color verde con basura flotando en él y que apesta a excremento.
Bajo hacia el puente por un sendero despejado que se ha creado en medio de la hierba y de forma inmediata visualizo a unos chicos apretujados en un mueble de un auto que tiene huecos por donde se le sale el relleno. Otros están acostados en un colchón manchado y mohoso que deja ver sus resortes.
—Sabía que te encontraría aquí —Víctor está sin camisa y acostado en el colchón.