Los bordes de la piscina están llenos de charcos de agua que al estar cerca no se perciben y por ende, mientras corremos nuestros pies, dan uno que otro resbalón al pisarlos. Abrimos la puerta de la habitación que nos corresponde y de forma inmediata mi mirada va a la pared. Hay un cuadro con bordes dorados que contiene una fotografía, por el borde superior hay unas letras grabadas en un tono blanco que dicen “armar este rompecabezas”. Montándome en la cama, descuelgo el cuadro luego de desprender el cordón del gancho y lo coloco en el suelo.
La imagen en el cuadro es el modelo a seguir. Comienzo a abrir las gavetas, revisar debajo de las almohadas, y me subo de nuevo a la cama para observar por encima de las aspas del ventilador colgado del techo. Así inspecciono todos los lugares dentro de la habitación donde puedan estar ocultas las piezas. Una pequeña pantalla digital incrustada en la pared nos indica el tiempo que nos queda, la cuenta va en forma regresiva y por más que intento no mirarla, lo hago de manera involuntaria.
El rompecabezas que debemos armar es una fotografía familiar de cinco integrantes que posan teniendo de fondo una montaña. Las piezas que hemos encontrado las colocamos de acuerdo a su forma y posición. A pesar de que este no es un reto físico, puedo sentir la adrenalina por cada vena de mi cuerpo.
Por reflejo vuelvo a mirar el reloj digital y nos quedan siete minutos, la presión aparece porque contando las piezas deduzco que aún falta encontrar diez de ellas. Moviendo los ojos por toda la habitación, noto como una pieza sobresale por los bordes del vidrio de un espejo que está en la cómoda.
Con el dedo índice deslizo la pieza hacia arriba para que salga de entre los bordes y luego cae sobre la mesa. La coloco en el rompecabezas mientras Vero está ajustando las demás piezas, sin poder evitarlo nuestras manos rozan y siento su delicada piel. Ese simple roce causa una reacción haciendo que mi tez se erice y que una corriente vaya por todo mi cuerpo. Subo la mirada y sus ojos chocan con los míos.
—No puedo resistir más —aprieto su mano.
—No te preocupes, ya nos faltan solo tres piezas —quita su mano de la mía y sonríe recogiéndose el cabello detrás de la oreja.
—No, no hablo de eso —suspiro —hablo de nosotros.
—Ya aclaramos ese tema —baja la mirada —no hay nada más que hablar.
—Quizás tú tienes las cosas claras —replico —pero yo no. Vero —tomo su mentón y subo su mirada de nuevo hacia mí —me estoy muriendo por ti.
Sus ojos brillan —no me digas esas cosas, por favor —quita mi mano de su mentón.
—¿Por qué no?
—Porque ya no importa… —Suspira.
—Solo respóndeme una cosa —muerdo mis labios —¿Sientes algo por mí ahora?
Guarda silencio —no es el momento ni el lugar para esta conversación —señala el reloj y este marca cuatro minutos —debemos apresurarnos.
La observo con seriedad —tienes razón, nos faltan los brazos de esta niña —digo al ver el rompecabezas.
—¿Podemos entregarlo así? —se encoge de hombros —es solo una pieza.
—Podríamos quedar descalificados —hago una pausa —no podemos dejar sin brazos a la pobre niña.
Aprieto los labios guardando silencio y me levanto de a poco inspeccionando aquellos rincones de la habitación que quizás he pasado por alto. Doblo mis rodillas y a gatas reviso debajo de la cama alumbrando con la linterna de mi celular. Sonrió al ver las tres piezas que faltan pegadas con cinta a las tablas de madera que conforman el catre.
Colocamos las piezas faltantes y salimos en ascuas afuera de la habitación, pero esta vez no fuimos los primeros en completar el reto, por el contrario, ocupamos el tercer lugar.
Irene nos felicita y las cámaras con su luz roja encima nos enfocan, luego ella entra a la habitación para comprobar que cumplimos el desafío a cabalidad. El reloj comienza la cuenta regresiva del último minuto cuando Javier y Estela salen del cuarto celebrando. El tiempo se termina y tres de las parejas quedan eliminadas, no sé qué reto les tocaría realizar, pero al parecer fue más difícil de lo que pensaban.
—Felicidades a todas las parejas que completaron el reto —Irene sonríe y da pequeños brincos.
Ella siempre hace eso, parece que esas pastillas que le he visto tomar le están afectando.
—Para el siguiente desafío deberán formar equipos de cuatro, y como la pareja de color naranja ganó el reto, ellos tendrán el privilegio de escoger —sin pensarlo dos veces, ellos escogen al dúo amarillo —perfecto —sonríe —las próximas parejas las asignaré yo.
¡Por favor que no nos toque con Javier y Estela!
¡Por favor!
—¡Pareja verde formarán equipo con la pareja de color morado! —levanta los brazos.
—¡Noooooooo! —todos me observan, pues, pensé que lo había dicho en mi mente, pero no fue así.
Me rio rascándome y agachando la cabeza mientras Javier y Estela se acercan a nosotros. Irene continúa hablando y por lógica las otras dos parejas que restan deben trabajar juntas.
—Ya que los equipos están formados —toca sus manos una con otra —los invito a seguirme para el siguiente reto.
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El lugar donde realizaremos el próximo reto es una zona con una cancha deportiva, un castillo inflable, unas cercas de alambre con lodo bajo ellas, un tobogán y demás obstáculos. Examino cada área y es evidente que se trata de otro desafío físico.
—Para este reto tendrán que completar una carrera de obstáculos —señala con sus manos toda el área —deberán elegir como mejor les parezca el trayecto que cada integrante realizará. Como pueden ver las zonas están enumeradas. El equipo que más tarde en completar el desafío será eliminado y tienen cinco minutos para ponerse de acuerdo.
—¿En qué momento esto dejó de ser una competencia de baile y se convirtió en una atlética? —Estela pasa la mano por su frente hasta su cabello —me siento extresada.