Carlos
Han pasado siete días desde la visita de ese inspector, donde Raquel firmó aquellos documentos. Ojalá pudiera detener el tiempo para evitar que todo esto pase, para buscar una alternativa y salvar el orfanato. Hoy tomarán posesión del instituto de manera formal y nos indicarán las nuevas reglas a seguir. Espero que no decidan trasladar a los niños a otro lugar y tomar estas instalaciones para transformarlas en oficinas del estado.
En cierta forma el orfanato se “salvó”, aunque no era lo que tenía en mente, debo estar agradecido. Haré lo posible por estar al tanto de todo lo que acontece en este lugar después de que el gobierno lo absorba, también hablaré con las trabajadoras sociales para que me mantengan informado de los hogares que adoptan a los infantes.
Siempre estoy al tanto de todo eso, pero ahora necesito prestar más atención que antes. No puedo permitir que estos niños sean maltratados por nadie, eso jamás. Por eso quería que continuáramos siendo una institución autóctona, pues así es más fácil controlar lo que pasa.
Aún recuerdo lo que viví cuando era un niño y no quiero que más nadie pase por algo así, espero que mis esfuerzos sean suficientes para evitar cualquier tipo de desgracias. Por ahora me concentraré en lo que pediré para comer porque estoy en el centro comercial en compañía de Camilo y Tatiana, estamos esperando a Verónica que viene en camino.
Leo los nombres de las franquicias de comida y en una de las esquinas están unas chicas hablando, entonces una de ellas alza la mano y saluda. Como no la conozco, volteo para ver si hay alguien detrás de mí, pero no hay nadie. Ignoro a la chica y me intento concentrar en la conversación que mantienen Camilo y Tatiana.
El grupo de chicas están a tres mesas de distancia. Esperamos nuestro pedido y no pasa mucho tiempo cuando el número de la orden es pronunciado en voz alta por un empleado de la franquicia de hamburguesas.
Camilo y yo nos levantamos para irnos a buscar el pedido. Son tres hamburguesas con carne a la parrilla, tocineta, queso amarillo y lechuga acompañada con papas fritas, sobres de salsa de tomate, una gaseosa y también un pequeño postre.
El olor a la comida mientras llevábamos las bandejas a la mesa hace que me saboree los labios y que el estómago ruja igual que un león que reclama su presa en medio de la jungla. Al sentarnos tengo tanta hambre que tomo la hamburguesa y me como casi la mitad de un solo mordisco. La salsa, carne y demás ingredientes se salen del pan, mi boca se llena de grasa. Es evidente que no soy bueno para comer en sitios públicos porque siempre hago un desastre.
Terminamos de comer todo, incluyendo el postre. Verónica viene entrando a la zona del centro comercial donde estamos, lleva puesta una falda con una camisa que deja descubierto parte de su abdomen, unas sandalias y una cartera de color negro que se balancea en su costado con cada paso que da.
Su cabello negro está suelto y se hondea a un lado y otro mientras camina, luce hermosa como siempre. La amo, la quiero, la necesito conmigo, pero me ha dejado bien claro que no siente lo mismo por mí. Aunque tengo que señalar lo positivo y eso es que ya no tendré que verla secreteando con Javier, eso me caía igual que una patada en los bajos.
—Hola —saluda con una sonrisa a todos en la mesa,
—Pero tú estás más hermosa que nunca —Camilo se levanta y la observa de arriba abajo.
—Gracias —lo saluda con un beso en la mejilla, luego hace lo mismo con Tatiana.
Ella se acerca a mí y por su rostro noto lo dudosa que está de saludarme de la misma forma, tuerzo los labios porque tampoco sé cómo actuar. Me levanto de mi puesto sin salirme de la mesa e inclinándome nos damos un beso en la mejilla, nuestras miradas se cruzan en un lenguaje que ninguno de los dos entiende con claridad.
Cuando tienes tanta confianza con alguien y pasan cosas que de alguna manera empiezan a fracturar la relación, sientes como si perdieras un tesoro muy valioso en donde los intentos que haces por salvar esa conexión parece que la rompen cada vez más.
—¿Vieron los ganadores del concurso el sábado? —Vero, acomoda su cabello y nos mira a los tres.
La verdad, después que fuimos eliminados perdí todo el interés en ese concurso, para qué quiero saber quién gano si ya perdimos —sí —Tatiana sonríe e inclina su cabeza —ganaron Javier y Estela.
Estaba bebiendo lo último de mi gaseosa y me ahogué mientras lo hacía, toso repetidamente —¿Ellos ganaron?
—Sí —Vero levanta una ceja —¿Qué no viste el concurso?
Aclaro mi garganta —no, como te dije ya no me interesaba, ni por curiosidad.
Con que al final ganaron, menos mal porque si perdían tendrían que hacerle un exorcismo a Estela en vivo.
Camilo come una patata —si yo tuviera todo el dinero que ellos acaban de ganar —hace una pausa y traga —me compraría un yate lujoso —alza los brazos y expande las manos como describiendo —y lo llenaría de mujeres para luego perderme en el mar para toda la vida.
Tatiana acomoda su cabello, cruza los brazos y alza una ceja —¿Ah sí?
—Ehh —traga en seco —mentira, amor, era broma. Lo usaría para comprarte cosas bonitas porque te las mereces.
Tatiana bufa y voltea los ojos —¿Y te has comunicado con Javier?
Verónica abre los ojos y mira con intensidad a Tatiana —no Tatiana, aún no he hablado con él.
Asiente —ah sí, es cierto que ya me habías dicho.
Abro el envase que contenía mi gaseosa y trago un hielo para masticarlo mientras miro hacia un lado, con que aún siguen hablando estos dos. Entonces lo que sea que tengan va en serio, está confirmado que Vero no siente nada por mí. Intento disimular mi mala expresión y hago un sonido agitando el vaso haciendo que todos los cubitos choquen y dejando en claro que mi bebida se acabó.
—¿Y a qué hora va el inspector al orfanato? —Vero interrumpe el silencio que había.