El sol ha salido y se ha ocultado durante los meses que han transcurrido desde que Javier y Estela fueron al orfanato para darnos las buenas noticias. Se hicieron innumerables reuniones para tomar decisiones colectivas acerca de qué se haría con el dinero. Luego de llegar a un acuerdo, Vero y yo nos encargamos de llevar la contabilidad de los negocios en los que se invertiría, desde los asientos contables hasta las proyecciones y todo lo relacionado con el tema.
Fui muy ingenuo al pensar que el tiempo que estaríamos juntos serviría para acercarnos. Parece que cada intento que hago por acercarme a ella lo que hace es alejarla más y más de mí. Es realmente duro cuando quieres a alguien y te esfuerzas para que la relación no termine, pero lo único que obtienes es sentir que pierdes esa conexión especial que tenías con la persona, te das cuenta de que ya no disfruta estar contigo y luego comienzas a extrañar cada uno de los momentos que rieron, que compartieron un dulce o salieron al cine.
Las cosas entre nosotros dos se quebrantaron más desde que Verónica acepto ser novia de Javier. Antes salíamos a muchos lugares, pasábamos gran parte del tiempo juntos e incluso solíamos quedarnos en la casa del otro. Nunca pasó nada comprometedor, y quizás porque Vero no quiso o porque fui muy tonto e ignoré las señales que eran obvias.
Voto por la segunda opción.
El orfanato siempre ha sido mi lugar favorito, el sitio que siento mi hogar, pero no ha sido nada fácil verla compartiendo el almuerzo con Javier y caminando por los pasillos agarrados de la mano o enterarme que cada noche salen juntos. Hasta supe que se mudó al departamento de él, se puede decir que la perdí de forma definitiva. La extraño demasiado, mi vida sin ella se ha vuelto solitaria, antes cuando tenía un mal día, todo siempre se resolvía con tan solo ver su sonrisa o idear algún plan para pasarla bien.
Ahora no tiene tiempo ni para conversar conmigo, las conversaciones por redes son concisas y no encuentro como conseguir un tema para charlar. Cuando la veo en persona de lo único que podemos hablar es de las cuentas del orfanato, es como si no hubiera otra cosa que nos vinculara.
No todo ha sido negativo, ya que, los negocios como la cafetería y la posada han progresado de manera excelente y han sido una base de sustento para el orfanato. Otra parte del dinero la invierto con suma cautela en la bolsa de valores y se ha triplicado considerablemente, así que para este lugar se vislumbra un buen futuro.
Ojalá fuera tan bueno para manejar mis sentimientos como lo soy para las finanzas, al parecer hacer cuentas y dirigir negocios es mucho más fácil que controlar mi corazón. Algo que me cae de la patada es la manera en que Verónica se expresa de Javier, cada vez que habla no deja de describir sus incalculables cualidades o lo bien que la trata.
A puesto que, no pensó eso cuando le derramó el café en aquel negocio y se comportó como un patán. Daría lo que fuera porque ella se diera cuenta de que la amo, pero también sé que ya lo sabe y no puede corresponderme porque no siente lo mismo por mí. Lo peor es que en torno a todo ese huracán de sentimientos no se salvó nuestra amistad, ya no queda nada entre nosotros dos más que el vínculo laboral que compartimos.
Unas lágrimas se manifiestan mientras tomo una copa de vino y me encuentro sentado en el sofá de la sala de mi departamento, como es de costumbre cada vez que pierdo un amor, esta es mi rutina hasta que el despecho abandona mi corazón. Pero esta ocasión es distinta a todas las demás. Es fácil olvidar a alguien cuando ya no la ves más, sin embargo, a ella me la topo todos los días y juro que al estar ante su sonrisa olvido lo que ha pasado y de nuevo caigo rendido a sus pies.
Agarro el celular que está puesto sobre la mesa de vidrio en medio de la sala, voy a la galería y reviso las innumerables fotos que tengo con ella. Hay tantos recuerdos juntos, que quiero meterme en la fotografía para congelar el momento y repetirlo hasta que el tiempo deje de existir.
Hay una fotografía en particular que me gusta. La historia de esa foto me lleva a recordar una ocasión en la que fuimos a un parque con unos amigos, estábamos pasándola bien jugando y en medio del juego ella se subió a mi espalda. Yo la cargué y nos reímos a carcajadas, entonces uno de nuestros amigos capturó el momento. Ahí está ella con esa sonrisa espectacular, mientras su cabello se encuentra todo hacia un lado y rodea mi cuello con sus brazos.
Supongo que para superar todo esto no tengo más remedio que aceptar que ella no es para mí y tratar de seguir con mi desordenada vida, pero ¿Cómo dejas atrás a alguien que significa tanto para ti? En las noches siempre pienso en cada momento que hemos compartido, esos recuerdos se han vuelto una droga para mí y me deleito al consumirla. Como todo alucinógeno no es permanente y en cualquier instante me obliga a volver a la realidad para darme cuenta de que todo es una ilusión, una memoria que no será repetida.
La música continúa reproduciendo en el televisor y no me ayuda para nada, no hace que me sienta mejor y menos después de la canción que está sonando, porque justamente es la titulada “Verónica de CDC”. Tal parece que la ecuación de negativo más negativo da positivo no funcionó, porque cada vez me siento peor.
Tomo el control que está a un lado en el sofá y apago el televisor. Es mejor que vaya a dormir porque mañana tengo que estar temprano en mi restaurante para darle una inspección de rutina a las cuentas, la administración y todo lo relacionado, quiero saber cómo marchan las cosas. Sin la música el silencio reina, el único ruido que invade el departamento es el del tráfico nocturno y el de las olas de mar al chocar con las rocas.
El timbre de la puerta suena tres veces seguido—¡Ya apagué la música doña Telma! —tomo aire —¡ya puede ir a dormir sin quejarse!