Después que me tomaran la muestra de ADN, salí de aquella clínica ansioso porque me entregaran los resultados, pero los días se han hecho eternos y el reloj parece girar en retroceso. Convivir con Amanda ha sido todo un reto, es desordenada, escandalosa y terca, no sé qué pasó con ella. La chica que alguna vez fue mi novia ha cambiado y no precisamente de manera positiva.
No tengo inconvenientes con Andrés, he cuidado bebés en otras ocasiones. Incluso recuerdo cuando dejaron a Isabela en la entrada del orfanato, tenía alrededor de tres meses y era una bebé hermosa, pero que necesitaba muchos cuidados.
Yo me encariñé con ella y me encargué de cuidarla, sentí una conexión de forma casi automática, fue una compatibilidad que no puedo explicar. Lo mismo me sucede con Andrés, al observarlo siento que la sangre nos llama, como si en verdad fuese mi hijo. Incluso cuando comienza a llorar basta con que lo tome en mis brazos para que deje de hacerlo.
Desde que Amanda regresó, me acuesto todas las noches pensando en la remota posibilidad de que sea mío, por una parte, me causa una alegría enorme porque siempre quise tener un hijo. Por otro lado, me angustio, pues, estas no son las circunstancias en la que planeé tenerlo, y peor considerando la relación que tengo con su madre.
Yo armé un plan en mi cabeza sobre la familia que deseaba formar. Detesto cuando hago planes y la vida de alguna forma me hace improvisar ante las circunstancias, pues, me gusta organizarme y hacer las cosas bien. Pero si en verdad Andrés es mi hijo, tendré que ingeniármelas y ser un buen padre para él.
Olvidando todos esos pensamientos lo mejor será concentrarme en ir a una tienda de ropa porque quiero comprarle un vestido a Verónica por su cumpleaños, es mañana y no puedo permitir que llegue el día y no tener ningún presente que darle. Por suerte sé cuál es su talla, aunque de igual forma espero que una empleada me ayude a escogerlo.
Me alegró que por lo menos me invitó a su fiesta y aunque no me agrada para nada el lugar donde lo celebrará, espero pasar un rato agradable luego de los días tan agotadores que he tenido. Quisiera haber visto la cara de Javier cuando Verónica le dije que me invitaría a su cumpleaños, quizás tuvieron una pelea por causa de eso, pero sea como sea se vio obligado a ceder, porque le guste o no, iré a su departamento.
Hubiera preferido que la celebración fuese en casa del padre de Verónica, pero hasta donde sé aún no le habla por el problema que tuvo con su madre. Así que no me queda más opción que ir hasta el departamento del idiota. Debo ir mentalizado para soportar, verlos en sus mimos y en ese lenguaje secreto que mantienen, la verdad me fastidia mucho.
Subo las escaleras automáticas del centro comercial mientras juego con el barandal, al llegar a la cima voy directo a la tienda de ropa femenina. Hay chica vestida con un jean y una camisa negra con un bordado en el pecho que dice el nombre del negocio. También su cabello está amarrado en un moño y me recibe con una sonrisa al entrar.
—Buenas, ¿En qué puedo servirle? —mueve las manos.
—Estoy buscando un vestido, digamos —aprieto los labios —bonito y de esta talla —saco un papel de mi bolsillo donde lo anoté.
Ella toma el pedazo de papel en sus manos, lo observa y alza la vista hacia mí —pero, ¿Qué tiene en mente?
—Suponga que usted es una chica que tiene un mejor amigo y se enamoró de él hace años, pero hoy lo ignora por estar detrás de un patán a pesar de que él ahora le insiste, sin embargo, lo invitó a su cumpleaños porque a pesar de todo lo sigue queriendo —hago una pausa y sonrío —¿usted que querría de regalo?
Frunce el ceño y me observa de arriba abajo, luego se encoge de hombros —supongo que un vestido bonito, como usted dice —tuerce los labios y sube las pupilas de sus ojos —espere aquí y ya le traigo algunos —se voltea para irse, pero se detiene y se devuelve —¿es usted Carlos Pereira el que participó en el concurso de baile?
Alzo las cejas —sí.
—¡Ahhh! —grita y pone las manos a los lados de su cara —no puedo creerlo, tú y Verónica eran mi pareja favorita —se me lanza encima abrazándome —¿puedo tomarme una fotografía contigo?
Sonrió y me encojo de hombros —sí, claro, porque no.
—¡Chicas! —llama la atención de las demás empleadas —es Carlos el del show de baile —me señala y otras dos chicas viene corriendo hacia mí.
¿Ahora soy famoso?
No es la clase de fama que pretendía, pero puedo acostumbrarme a esto.
Después de gritos y distintas poses para tomarnos fotografías, me encuentro sentado en un banco con dos de las chicas a mi lado y la tercera sentada con las piernas cruzadas en el piso frente a mí. Les estoy contando un poco mi experiencia personal en la competencia, las cosas que ellas no vieron y demás anécdotas.
La chica que está sentada en el suelo cruzada de piernas es la que me atendió cuando llegué, tiene un codo sobre su muslo mientras sostiene su cabeza con la mano —¿el vestido del que me hablaste es para Verónica cierto?
—Sí —asiento y tuerzo los labios —quiero que sea el mejor de todos.
Ellas se miran entre sí, sonríen y se levantan con rapidez —espéranos un momento, tenemos el vestido perfecto.
Asiento, sonrío y saco mi celular viendo que tengo una llamada perdida de Vero. Inmediatamente, se la devuelvo, eso no pasa todos los días, así que no debo desaprovechar ninguna oportunidad para hablar con ella.
—Hola, —se escucha interferencia —¿Vero?
—Carlos ¿Dónde estás?
—Ehh —tomo aire —haciendo unas diligencias.
—¿Acaso olvidaste que hoy llevaremos a los niños al zoológico?
Me pongo la mano en la frente —lo olvidé por completo.
—No importa, pero tienes que llegar en diez minutos.
Ni porque me teletransporte al orfanato, llegaré a tiempo —lo siento, pero no llegaré a tiempo —alzo la mirada viendo unos vestidos de la tienda —estoy muy lejos.