Bajo del coche en el estacionamiento del orfanato y abro la puerta trasera para sacar a Andrés, pues lo traía en uno de esos asientos especiales para bebés. Lo tomo y en mis brazos con delicadeza porque está dormido. Hoy quise pasar tiempo con él y además lo traje para que lo conozcan.
Su madre, pues, pataleó, gritó, se tiró del cabello, pero al final no le quedó más remedio que irse al lugar que le conseguí. Ella se fue con el bebé y se llevó todas sus cosas. Sin embargo, yo soy su papá y unos días a la semana lo busco para cuidarlo y pasar tiempo juntos.
En verdad es un bebé muy tranquilo, solo llora cuando tiene hambre y es fácil hacerlo reír, pues, con cualquier monería, muestra su sonrisa y se distrae. Esta semana contacté a un abogado para hacer el engorroso proceso legal para reconocerlo como mi hijo, además necesito con urgencia asesoría porque Amanda quiere obtener la custodia completa y no se lo voy a permitir.
Necesito saber cuáles son mis opciones y qué puedo hacer para llegar a un acuerdo porque no es mi intención apartar a Andrés de ella. Pero, tampoco quiero que no se me permita verlo, y aunque esta noticia de tener un hijo me tomó por sorpresa, al mismo tiempo algo nació en mí, un nuevo amor que no puedo explicar.
Abro la maletera del coche y saco la pañalera con todas sus cosas, hoy haré mis labores mientras ejerzo la paternidad. Quisiera que Vero fuese parte de esta nueva etapa, pero parece que la visita a dónde sus suegros, duró más de un día, porque desde ese entonces no la hemos vuelto a ver.
Aunque me duela, debo aceptar que ella ya no es parte de mi vida ni yo de la suya. Camino al vestíbulo del orfanato después de sacar el coche de la maletera y recostar a Andrés en el. El lobby está vació, no veo a nadie, así que me dirijo a la oficina.
Mi oficina improvisada la comparto con el vigilante, aunque debe estar almorzando a esta hora. Pongo el coche con Andrés a mi lado y me siento. Enciendo la computadora y comienzo a revisar unos documentos. Aquí vamos de nuevo a la rutina a la que estoy acostumbrado, pero esta vez un pequeño bebé se añade a ella.
Muchas personas se quejan de la rutina, y en verdad a veces puede resultar tediosa, pero descubrí que el secreto es establecer una que te guste y de vez en cuando escapar de ella y hacer algo distinto.
Pasan unos minutos y veo la perilla de la puerta girar, es Camilo, Estela y Tatiana. De alguna manera se enteraron de que traje al pequeño Andrés. Por sus risas y su mirada hacia el coche me doy cuenta de que tengo razón.
—¿Cómo está el rey del tío? —Camilo se acerca a verlo al coche, Andrés se había despertado y estaba moviéndose mientras veía el techo. Sin embargo, cuando escucha la voz de Camilo comienza a reírse.
Los tres comienzan a hacerles mimos y Andrés se ríe y emite sonidos típicos de un bebé.
—¡Es tan hermoso! —Tatiana pone las manos en su rostro —no puedo creer que Amanda me lo haya ocultado.
Me rio —¿Fuiste a visitarla?
Toma una silla de plástico que está en el fondo y se sienta —sí —asiente —y no me gustó lo que vi, en verdad está irreconocible.
Tuerzo los labios —te lo dije.
—¿Y ya solucionaste las cosas legales? —Estela se cruza de brazos.
—Aún no, esta tarde me reúno con el abogado —muevo las manos.
—Me cuentas qué te dijo —pone las manos en su frente —me extresa no enterarme de los chismes.
Suelto una risilla —está bien, lo tendré en cuenta.
Ellos continúan apreciando a Andrés, yo, por otra parte, me vuelvo a concentrar en el trabajo. Anoto unas cosas con el bolígrafo, busco en los archivos del computador y saco cuentas en la calculadora.
Después de tantos números necesito unos minutos de descanso y volteo a verlos. Están en tres sillas plásticas alrededor del coche, la verdad no sé cómo hace Camilo para hacer que las dos chicas con las que se acuesta sean amigas.
Me levanto llamando la atención por el arrastre de la silla, le hago una seña a Camilo y apartados un poco de las chicas hablo con él —¿Has sabido algo de Verónica?
Mueve la cabeza hacia los lados —la verdad no, solo que se fue de vacaciones una semana a donde sus futuros suegros.
Asiento —ya veo, bueno, dentro de tres semanas se casan, así que deben estar discutiendo los detalles.
—Sí, no entiendo como las personas se pueden casar, tan hermoso que es estar soltero.
Frunzo el ceño —tú no estás soltero, de hecho, tienes a tus dos chicas juntas en la misma habitación, y no sé si felicitarte o reírme —doy una sonrisa de boca cerrada y las observo — ya hasta parecen mejores amigas.
—Están juntas porque llegamos a un acuerdo —golpea mi hombro y se ríe.
Alzo las cejas y muevo las manos —¿Qué clase de acuerdo?
Junta sus dedos y los truena —tenemos una relación de tres —se ríe —es lo que está de moda.
Bajo la cabeza y me pongo la mano en la frente, luego subo la mirada, las observo y me rio —¿Es decir que te estás acostando con las dos y ellas lo saben?
—Sí, y no me acuesto con ninguna por separado —mueve las cejas —lo hago con las dos al mismo tiempo.
Rasco mi cabeza y me sigo riendo —no sé si felicitarte o decirte que estás loco, pero supongo que, si les funciona a los tres, pues, quien les dice lo contrario —me encojo de hombros.
—Al principio era extraño, lo reconozco, pero después fue genial. Sobre todo, cuando nos acostamos y una de ellas…
Muevo las manos en señal de alto —sin detalles por favor, no son necesarios. Solo te digo que tengas cuidado, no añadas una tercera porque se te van a salir las cosas de control.
—No soy tan avaricioso como tú crees, aunque —pone la mano en su mentón —no es mala idea una tercera chica.
Rio —estás bien loco Camilo —señalo la laptop —mejor seguiré con las cuentas.
En ese instante alguien abre la puerta, es Verónica. Lleva puesto un vestido verde y unas sandalias. Nos observa a todos y por más que intenta disimular, no puede ocultar su sorpresa al ver a Andrés.