Corto la bolsa de espaguetis y los lanzo en la olla con agua hirviendo. Tomo el mango de la sartén y lo agito haciendo que los camarones salten entre ellos para luego esparcirles un poco de sal y pimienta. Con un delantal puesto y la frente sudada, siento como si estuviera participando en un concurso de cocina.
Pincho uno de los vegetales que estoy cocinando al vapor y confirmo que están listo, los camarones igual, así que solo debo esperar que los espaguetis lleguen a su punto de cocción. Como bebida tomaremos un vino tinto. El escenario esta noche debe estar en posición para expresarle lo que siento, además le dedicaré una canción muy reservada que nunca le he dedicado a nadie y sé que ella es la persona correcta. Después de eso llegará el momento decisivo, pues, sabré cuál será su decisión final. Tengo miedo de que me diga que no, pero de ser así, la dejaré ir de una vez por todas.
Mi celular suena y vibra encima del mesón de la cocina. Lo reviso dándome cuenta de que es un WhatsApp de Vero diciéndome que ya está cerca. Justo a tiempo, pues, los espaguetis ya están listos, así que solo me queda servir e ir lavando los trastes para adelantar. Detesto lavarlos luego de comer porque a mi cuerpo lo invade la pereza.
Además, no me gusta terminar de comer y que en el fregadero me esperen un montón de platos, ollas y demás utensilios sucios. Comienzo a servir los platillos y colocarlos en la mesa junto a las copas donde serviré el vino. Luego voy al intercomunicador que está a un lado de mi puerta para decirle al recepcionista que deje ingresar a Verónica, antes le había dado la orden de que dejara pasar a cualquiera que viniese a visitarme.
Pero desde que Amanda quería venir a cada rato cambié de opinión y le dije que primero me avisara. Bueno, ya todo está listo. Camino de un lado a otro alrededor de la mesa observando como luce. Comienzo a sentir los dedos resbalosos y la palma de las manos mojadas, el sudor descontrolado apareció de nuevo.
Una vez estaba presentando un examen de matemáticas que representaba el 60% de la nota y casi repruebo porque el profesor me bajó puntos debido a las manchas de suciedad que había en mi hoja. Lo que él no me dejó explicarle era que mis manos sudaban mientras hacía la prueba y que es algo que no puedo controlar.
El timbre de mi puerta suena y una sonrisa de bobo se dibuja en mi rostro. Llegó el momento que he estado esperando desde la charla que tuvimos esta mañana. Camino hacia la puerta y el trayecto me resulta más lejano de lo normal, giro la perilla y ahí está ella.
Lleva puesto el vestido vinotinto que le regalé, y luce hermosa, toda una diosa. Unos aretes plateados adornan los lóbulos de sus orejas, zapatos de tacón y un bolso de mano le dan un toque de elegancia.
Me agrada que se haya puesto tan linda hoy. En cambio, yo ando con mi ropa de pordiosero en el departamento. Me concentré tanto en la cena que olvidé ponerme algo decente para recibirla.
—¡Vero! —sonrío y la observo de pies a cabeza —¡estás hermosa! —extiendo el brazo en una señal para que entre al departamento —pasa.
Ella camina y sonríe —gracias.
—Disculpa que no me vestí adecuadamente, pero es que me concentré en preparar la cena —asiento y señalo la mesa.
—Tranquilo, no hay problema —se mira a si misma —creo que yo me vine muy elegante para ser una cena en tu departamento.
Sonrió y alzo la mano —no, no digas eso, estas —alzo las cejas y abro los ojos —hermosa, y me alegra que te haya gustado mi regalo.
—Me encanto, cuando abrí la caja quedé totalmente sorprendida —pasa las manos por su cuerpo tocando la tela —gracias.
Doy una sonrisa de boca cerrada y agradezco a esas tres chicas en la tienda —no tienes que agradecerme, lo hice con mucho cariño —hago una pausa —y bueno, toma asiento que la comida se enfría.
Le recorro la silla para que se siente. Luego empiezo a servir el vino haciendo que el líquido produzca pequeñas burbujas al chocar con el cristal de la copa. Me siento a su lado y comenzamos a comer mientras la charla toma su curso. Su risa se manifiesta en medio de mis comentarios contándole la historia de Andrés y de todo lo que pasó con Amanda, en verdad la extrañaba.
Extrañaba su compañía, su sonrisa y esa sensación de que mi mundo está en perfecto equilibrio al tenerla cerca. Echaba de menos que compartiéramos y ahora que lo volvimos a hacer siento que mi corazón se llena de alegría.
Cuando termino de contarle mis anécdotas, ella comienza a contar las suyas, algo que me causa curiosidad es que en ningún momento menciona su boda. Terminamos la cena, recojo los platos de la mesa y comienzo a lavarlo. Luego vuelvo a sentarme y continuamos la charla.
—Si mis sobrinos son muy inquietos, pero los amo y me encanta compartir con ellos.
—Tienen una tía muy buena, así que estoy seguro de que a ellos también les gusta compartir contigo.
Sonríe —si tienes razón, amo esos niños.
Se forma un silencio y aprovecho de hacer una pregunta —¿Y es verdad que te casas en menos de un mes?
Baja la mirada y aprieta los labios —¿Cómo lo sabes?
Rasco la parte de atrás de mi oreja mientras mantengo apoyado el codo en la mesa —los chismes vuelan.
Ella mueve la cabeza ligeramente —Susana —hace una pausa —pues, esos son los planes que tenemos.
Tuerzo los labios —entiendo… ¿Y qué pasará con nosotros?
Bufa —no lo sé, no estoy segura.
—Yo te amo —sonrió y nos miramos directamente a los ojos —y eso es todo lo que puedo decirte.
Sus ojos se tornan llorosos —Carlos…
La interrumpo —déjame terminar, te amo y si eso no es suficiente para que me escojas no sé qué más hacer —hago una pausa —por eso quiero que escuches esta canción, porque eso es lo que me haces sentir —sonrió y muevo la pupila de los ojos —nunca he tenido problemas para expresar lo que siento, pero por alguna razón contigo me pasa todo lo contrario, siempre ocurre algo y termino confundido e incapaz de expresarte mis sentimientos —me levanto de la mesa y tomo el control de la televisión, busco la canción y reproduzco —espero que esto te dé una idea.