—¿Quieres algo de tomar? —muevo un poco mi cabeza para observarla.
Ella levanta su cabeza de mi pecho y me devuelve la mirada —quizás un jugo.
Quito la cobija de mi cuerpo y me siento en la orilla de la cama para luego inclinarme a recoger mis bóxers que están en el suelo. Me pongo de pie y pesco a Verónica mirándome el trasero.
—Es todo tuyo —sonrío, guiño el ojo y me doy una nalgada.
Ella suelta una carcajada y yo me doy vuelta mientras alzo una pierna para ponerme el bóxer. Luego salgo de la habitación directamente hacia el refrigerador en la cocina, lo abro y saco dos jugos en envases de plástico. Me regreso de nuevo al cuarto y me siento a su lado acercándole la bebida.
Toma el jugo y acomoda su posición recostándose al espaldar de la cama mientras permanece abrigada por la cobija. Yo me cruzo de piernas y enciendo la televisión poniéndola a volumen bajo.
—Carlos —coloca el envase vacío del jugo en la mesa pequeña junto a la cama —quiero preguntarte algo que me causa mucha curiosidad.
Ya sé a qué se refiere, pero honestamente quisiera evitar el tema —está bien, pregunta.
—¿Qué te pasó a un lado de la entrepierna?
—Es una cicatriz que me hicieron cuando era un niño —paso la mano encima del bóxer acariciando mi muslo.
Aprieta los labios —nunca te la había visto.
Río —bueno, nunca me habías visto sin bóxers.
Ríe —¿Y qué te pasó? ¿Cómo te la hiciste?
Respiro profundo —mis padres adoptivos me la hicieron por tratar de defender a Víctor.
—¿Tiene que ver con tu infancia de la nunca me has hablado? —alza una ceja.
Asiento —sí.
—Quisiera que me contaras —pone su mano sobre mi rodilla —en verdad quiero escucharte.
«Si tu madre biológica te abandona frente a una tienda de juguetes a ti y a tu hermano de tres años —unas lágrimas aparecen en mis ojos —entiendes que debes cuidarte, no confiar en nadie y proteger a tu hermanito menor. Lo curioso es que cuando nos llevaron al orfanato nunca confíe en nadie, además nos trataban muy mal. Incluso prefirieron salir de nosotros dejando que una pareja nos adoptara sin tan siquiera investigarlos, pues, se habrían dado cuenta de que eran traficantes de niños»
«Víctor y yo sobrevivimos, pero muchos otros no. A veces cuando cierro los ojos recuerdo estar encerrado en un sótano a oscuras, la única luz que alumbraba era la del día que entraba por una pequeña ventana. Estábamos ahí con varios niños y algunos enfermaban porque nos tenían desnudos, además nos bañaban como si fuéramos animales y nos lanzaban pedazos de pan en el suelo para que comiéramos»
«Cuando nos rescataron, estábamos más grandes, y ahí fue que Víctor y yo decidimos escapar de cualquier orfanato. Preferíamos vivir en la calle antes que estar en esos lugares».
«A veces me pregunto…»
«¿Cómo mi madre pudo abandonarnos?»
«¿Por qué nos dejó solos en ese centro comercial sin importarle que pudiera pasarnos?»
«Es algo que nunca sabré»
«Yo pude salir adelante, pero Víctor nunca pudo hacerlo»
Comienzo a llorar y Vero me rodea con sus brazos haciendo que mi cabeza quede sobre su pecho. Esta es la primera vez en muchos años que hablo de esa experiencia con alguien, claro con excepción del terapeuta al que asistí hace un tiempo. A veces quisiera borrar permanentemente esos recuerdos, pero no puedo, lo único positivo es que ya no me atormentan tanto como antes.
—Lamento mucho que hayas tenido que pasar por todo eso —su mano sube y baja por mi espalda, se siente tan bien este momento. Es como si algo en mí se hubiera reestructurado.
Nos separamos y quedamos uno frente al otro, sentados en la cama con las piernas cruzadas. —Después de eso pasé toda mi vida tratando de cuidar y proteger a Víctor —respiro profundo —pero fracasé.
Ella pasa su mano por mi mejilla —no lo hiciste, no puedes hacerte responsable de sus decisiones.
Muevo los hombros y aprieto los labios —quizás tienes razón, no lo sé.
—Tú también pasaste por cosas horribles y aun así te volviste un buen hombre —sonríe —el mejor que conozco.
—Gracias —rasco mi cabeza y alzo las cejas —quiero preguntarte algo y admito que tengo miedo de lo que puedas responderme.
Frunce el ceño —no sabrás la respuesta si no haces la pregunta, así que —mueve las manos —adelante.
Tomo aire —¿Qué pasará con nosotros dos de ahora en adelante? —muevo la cabeza hacia los lados —no me vayas a salir con que te vas a alejar de mí o que igual te vas a casar.
Ella se ríe —tranquilo, te prometo que vamos a estar juntos —bufa —pero debo hablar con Javier, después de todo lo que ha hecho merece una explicación.
Afirmo con la cabeza —tienes razón, pero que sea lo antes posible —sonrío —no soporto que estés lejos de mí.
—Por ahora será mejor que me vaya —me mira a los ojos —ya es tarde.