Elisa
Mientras me encontraba publicando mi currículum en línea, escuché el introducir de las llaves en la puerta de metal de mi casa; quien fuera, la abrió con rapidez y la cerró con fuerza. Acto seguido, la persona subió las escaleras haciendo mucho ruido y repitió su acción con la puerta de su habitación. Entonces, identifiqué que se trataba de Miry. Fue hace ya unos 4 meses, que no experimenté esa secuencia de sonidos.
Como buena hermana hice lo de siempre, dejé todo en pausa y me dirigí hacia su cuarto, pero antes siquiera de golpear la puerta, ella salió y con su rostro sonriente dijo:
—¡Oh!, así que estabas en casa— bajó la mirada y continuó—. ¿No ibas a buscar trabajo hoy?
—Esa era la idea, pero me dediqué a subir mi currículum en varias páginas, pensaba salir después del almuerzo. Y tú, ¿por qué estás tan temprano aquí? —de forma inconsciente junté mis manos y empecé a frotarlas como si me las estuviera lavando—. Apenas son las 11 y como ibas a comer fuera, supuse que vendrías hasta la tarde.
—Me siento algo cansada— su mirada se enfocó en mis manos durante unos segundos antes de levantarla y sonreír nuevamente—, por eso pedí permiso. Pero no te preocupes, no es nada, continúa con tu trabajo, yo cocinaré.
Ella entró en su cuarto y yo me quedé mirando su puerta, sentí que nuestra conversación fue tan falsa como todas las veces que ocurren estos episodios y me di cuenta que ella también desarrolló la habilidad de identificar mis pasos. Me sentí mal por tocar mis manos así, no fue intencional, es una especie de tic que desarrollé.
Me disponía a continuar, hasta que una notificación de mensaje de la web de empleo me sacó una sonrisa, pero al verlo, otra vez apareció ese ardor en mi estómago y la presión en mi pecho que se irradiaba hacia mis hombros, el trabajo era en Malinde, ¡Imposible, no puedo irme! Me recosté entonces en mi alfombra colorida y miré hacia las estrellas de papel que en mi niñez pegué en el techo del cuarto.
Sentí mi cuerpo pesado, pensar en ir a buscar trabajo me frustró; si salía quería que fuera para jugar un rato, pasear o para alguna cosa que distrajera mi mente, pero no hay alguien en mis contactos que se encuentre disponible para ello, no quedaba otra opción que mirar series románticas como siempre, pero tan sólo tener que levantarme y encender el computador parecía un reto en ese momento.
La idea de tener algún amigo en línea alguna vez me pareció interesante, pero después de haberlo hecho y fallado, al encontrar personas con un ideal distinto y con intenciones obscenas, me detuve. Sin embargo, un día entre muchas de esas aplicaciones encontré Slow, la presentación del mismo me hizo confiar en usarla, pues, parecía menos probable que gente con ideas molestas enviara mensajes o fotos incómodas. Mas allá de eso, el sentimiento de experimentar enviar cartas como en el pasado me emocionaba de alguna manera. Así que creé mi perfil de forma simple con mi usuario EMoth.
Envié una carta a destinatarios elegidos por la app, con una de mis frases favoritas. Un día después, recibí respuesta de una sola persona. Alguien apodado Jier, de Borsai y de 24 años. No tenía descripción, pero al fijarme en los detalles, evidencié que había leído mi carta desde hace 20 horas, pues la misma llegaba a él en tan solo dos, dado que de seguro no vive muy lejos de aquí. Mi perfil tan poco expresivo podría ser motivo de duda, pero, ¡no se compara al suyo!, así que ¿por qué tanto problema para responder? Más aun cuando sólo envió un:
“Claro”
¿Acaso no entiende la esencia de este programa? Parecía algo que mandaría por mensajería instantánea, ¡se imagina si fuera el pasado y alguien esperara días para recibir un papel con una sola palabra!
Bueno, al final ¿qué más daba?, le contaría mi historia entonces, pero, ya no me sentía preparada para ello. El día anterior estaba dispuesta por un momento a escribir todo lo que me aquejaba, era perfecto pues esa otra persona no me conocía y porque al ser Miry mi única hermana, era imposible que se lo dijera a ella. Así pues, redacté unos cuantos renglones sobre cómo era mi hogar, mi gran familia feliz y lo bello de mi trabajo. Lo típico que todos ven en mí.