Leonora H

CAPITULO 20

Después de un viaje en tren a Londres, y luego tomaría un barco en Southampton, que la llevaría por el Mediterráneo hasta Alejandría y de ahí a el Cairo.  Solía salir a la cubierta del barco, el mar azul, los días soleados y el aire tocándole la cara le hacía bien, sus pensamientos la llevaban hasta donde estaba Hassan, pero ahora estaba muy lejos, ya no podría verlo, ahora su destino estaba frente a ella en el Cairo, ¡Qué aventuras le esperaban?

Llegó a la hermosa cuidad de Alejandría, el barco entró por el gran dique que rodea la playa de la ciudad, Leonora observó la isla del faro, el calor era intenso, se puso una falda de color crema y una blusa fresca blanca, un sombrero de palma ancho para protegerse del sol, en cuanto desembarcó un hombre se acercó a ella., era un joven de unos veinticinco años de tez morena, ojos negros, vestido a la usanza de los musulmanes, túnica blanca hasta los tobillo, botas terminadas en punta y un turbante en la cabeza todo blanco, era alto de buen porte.

- ¿Señorita Hayden? – Le preguntó.

-Sí.

-Mi nombre es Ibrahim, soy el arquéalo del señor Al Rashid. – Leonora se sorprendía que fuera tan joven, esperaba un anciano, pero también Ibrahim se asombró por la joven y bella mujer. 

Después de comer en el restaurante de un hotel, Leonora pensó que reanudarían de inmediato el viaje a el Cairo, pero no.

 -Me gustaría enseñarle algo de este lugar.

- ¿Qué es? – Preguntó Leonora intrigada.

-Las ruinas de lo que fue algún día la más grande biblioteca del mundo. – A Leonora se le iluminó el rostro, estaba a punto de conocer la gran biblioteca de Alejandría.

Llegaron hasta un lugar donde había unos pilares gigantescos, la mayoría destruidos por los romanos, pero aún quedaban vestigios de lo que algún día fue algo hermoso, comenzaron a pasear por unos pasillos, Ibrahim comenzó a contarle la historia. -Fue construida por el faraón Ptolomeo I pero no alcanzó su grandeza hasta su hijo Ptolomeo II, quien la impulsó, fue construido como un museo, dedicado a las musas, era universidad, biblioteca, jardín botánico con plantas de todos lados, zoológico y observatorio astronómico.

-Qué maravilla. – Expresó Leonora que estaba extasiada al contemplar aquello.

-Pero fue la biblioteca la que más se desarrolló, los barcos de todos lados de lo que se conocía como mundo llegaban cargados con libros, llegó a tener miles de ejemplares.

- ¿Te puedes imaginar en aquella época tener acceso a toda esa sabiduría?

-La universidad llegó a tener 14000 estudiantes, - continuó diciendo, - de aquí salieron filósofos, matemáticos, físicos, etc., - Leonora seguía impactada.

Después de esa experiencia tomaron camino al Cairo, Leonora pensó “si mi estadía en este lugar va a tener experiencias como la que acababa de tener al conocer la biblioteca, tendría que agradecer mucho a Dios por haberla llevado has allá “.

Al llegar, Ibrahim la llevó a la mansión de los Al Rashid, una fresca construcción blanca con las habitaciones alrededor de un jardín con una fuente, los pasillo sombreados sostenidos por columnas, la entrada principal era dos enormes puertas de madera labrada que daba al jardín, en el salón principal había una puerta con cristales de colores, azules, rojos y amarillos, había ahí un recibidor con una sala, tapetes persas, mesitas, lámparas finamente decoradas y cuadros en la pared de los ancestros Al Rashid.  Leonora fue recibida por el mayordomo que se presentó como Ja’far quien le dijo que la esperaban y le dio la bienvenida, la llevó a su habitación, era amplio, con paredes blancas, un sillón, closet, una cama con barrotes con un velo, Ja’far le dijo que era para protegerse de los mosquitos, porque tenían la costumbre de dormir con las ventanas abiertas para que entrara algo de fresco, Leonera se volvió a ver la ventana, era más bien una gran puerta que llevaba a un balconcito en la que había plantas con flores y enredaderas, a ella le encantó.  Luego llegó una mujer ataviada con una túnica como había visto que se vestían las mujeres en Alejandría, le llevaba una bandeja con un refrigerio, unos panes cubiertos de algo que ella nunca había probado, la señora que se llamaba Fátima le dijo que era hummus una especie de mousse que hacían con garbanzos.  Por fin la dejaron sola y Leonora se tumbó en la cama estaba tan cansada que se durmió de inmediato profundamente. 

Al día siguiente después de un sustancioso desayuno servido por Fátima, a base de huevos pasados por agua, pan con mantequilla y té, llegó Ibrahim y la llevó a donde estaban las excavaciones, estaba muy cerca de las pirámides de Guiza, Ibrahim le dio toda una catedra sobre las pirámides.  Leonora comprendía porque había sido contratado por Hassan, el hombre a pesar de su corta edad, era todo un erudito en cuanto a historia egipcia.  Ella se paseó alrededor de las grandes pirámides, llevaba puesto una cómoda falda café muy fresca y unas botas, camisa de botones blanca, de tela delgada y sombrero.  No podía creer que estuviera ahí, frente a las pirámides, poder verlas y tocarlas.  Después Ibrahim la llevó a las excavaciones, bajaron hasta las cámaras donde estaban las tumbas, Ibrahim le enseñó a tres momias que encontraron dentro, las paredes de las cámaras estaban llenas de jeroglíficos, ella tendría que ayudar a traducir, lejos de sentirse agobiada se sentía emocionada, se acercó a una de las paredes y tocó aquellos dibujos de color marrón, negro, rojo y turquesa, eran hermosos.  Dos de los hombres trajeron una mesita, con una lámpara quinqué, ella sacó de su mochila papel, tinta y pluma y comenzó a trabajar, como a eso del medio día llegó Ibrahim con un fotógrafo, el hombre se puso a tomar fotos a todos los dibujos.



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En el texto hay: romance, desierto, piramides

Editado: 14.06.2022

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