Doce años después…
—Voy a encontrarte —Susurró mientras iba caminando con pasos cautelosos dentro de aquel lugar que se hallaba oscuro para no llamar la atención de los guardias. Él podía escuchar su respiración agitada, sabía que se encontraba escondida debajo de aquella mesa pero aquel juego entre ellos le parecía demasiado divertido como para terminarlo tan rápido—, y te daré un castigo por ser una niña mala está noche.
Escucho su jadeo y eso fue todo, necesitaba tenerla en sus brazos ya.
Agacho su cabeza y pudo ver sus ojos marrones entre la oscuridad, la agarra de la cintura mientras la chica chilla. Como pudo la sostuvo entre sus brazos y levanto su cuerpo hasta que terminará sentada sobre la mesa. Ella intentó huir pero él la miraba con una sonrisa.
—Eres un tonto —Susurró mientras la curvatura de su labio subía para arriba—, me tienes príncipe, pero se puede saber ¿Qué hice para ganarme un castigo?
Él la miró con ojos soñadores, la amaba tanto que no podía ni fingir estar enojado con ella.
— ¿El contonearte frente a mí en la hora de la cena no te parece suficiente? —Refunfuñó—. Maldición Karina, sólo podía pensar en que llegará la noche para poder tenerte en mi cama de nuevo.
La muchacha estaba totalmente sonrosada después de oír aquellas palabras. Él paso su nariz por su cuello deleitándose con el olor a cerezas tan característicos de ella. Maximiliano le había regalado esa colonia, y le encantaba saber que siempre que se encontraban por las noches ella se lo ponía para complacerlo.
—No me estaba contoneando como dices tú, solo hacía mi trabajo.
Él sonrió con pesar, no veía la hora de ser Rey para poder tenerla donde ella realmente se merecía estar. A su lado.
—Si claro —Ella lo empujo de manera juguetona—, ¿Puedo llevarte cargando hasta mi cuarto? —Ella negó.
—Sabes que es peligroso que nos vean juntos y ¿Quieres arriesgarte llevándome en tus brazos?
—Demonios, sí —Ella negó con la cabeza.
—Debemos ser cuidadosos cariño, falta poco para tu cumpleaños y luego todo será distinto….
—Te haré mi Reina —Juró besando su frente con ternura—, lo prometo.
Ella iba a decirle cuanto lo amaba pero en ese instante escucharon unos ruidos en la cocina, ambos se miraron asustados, bajó a Karina y se escondieron debajo de la mesa con rapidez. Escucharon pasos dirigirse hasta la cocina, vieron los zapatos negros del Rey, Maximiliano no tuvo problema en identificarlo su padre a pesar de tener todo el dinero de un Reino siempre usaba lo mismo, al igual que esos zapatos negros desgastados. Ambos se quedaron tiesos y con los ojos abiertos al ver que esté se dispuso a sentarse en la silla, sus piernas casi rozaron el cuerpo de Karina la cual pareció contener la respiración en aquel momento.
Los pasos de una mujer se acercaban, era obvio que se trataba de Aranesa. Sus tacones hacían ruido por cada paso que daba, Maximiliano se asustó cuando ella se sentó al lado de su padre. Las piernas de aquella arpía casi lo rozaron y ambos jóvenes entraron en pánico.
—¿Qué pasa cariño? —Preguntó con su voz chillona—. ¿No puedes dormir?
—No es eso querida, tuve una discusión con Hope —El rey soltó un largo suspiro y su hijo escuchó con curiosidad—. Quiere salir del castillo, conocer más gente “enamorarse" y las cosas en el Reino últimamente no están bien.
—Oh cariño, permíteme hablarle de nuestra situación —Maximiliano rodó los ojos y Karina pusó su mano derecha sobre su hombro.
—Su cumpleaños es en un mes y cumplirá la mayoría de edad, no podré hacer nada para detenerla si quiere irse.
—Eres el rey, cariño.
—Ahora lo soy pero cuando llegué la fecha estipulada Maximiliano lo será.
Eso hace que el nombrado sonría, las cosas van a cambiar mucho cuando sea él quien gobierne en el reino de Lesalia.
—¿Reinar? Mis disculpas pero Maximiliano no tiene lo necesario para reinar.
“Apreté los puños, claro que esa maldita bruja haría hasta lo imposible para que yo no reclame mi trono.” Pensó el príncipe, pero Aranesa no podría hacer nada contra ello, el titulo de Rey le correspondía a Maximiliano Castell.
—Mi hijo tiene todo lo necesario y más —Responde el rey—, y esos comentarios mejor te lo guardas, Aranesa.
El rey se levantó de su asiento, salió de la cocina y cuando sus pasos se oyeron lejanos Aranesa golpeó la mesa con un puño, ellos se sobresaltaron pero ella parecía tan enojada que no se percató de que Karina había movido una silla debido al susto. Salió de la cocina enojada, molesta, enfurecida.
Al fin ella recibía lo que merecía.
Salieron de su escondite y Maximiliano tenía una gran sonrisa pintada en el rostro, miró a su hermosa novia y sin poder contenerse la besó con amor. Ella no tardó en pasar sus manos por la cabellera enrulada del príncipe completamente entregada al beso.
—Un mes. Un mes y todo este infierno se terminará.
Pobre príncipe, no sabía que Aranesa ya había planeado un plan para deshacerse de él.
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Aquella joven muchacha corría intentando librarse de los guardias que la perseguían. Debía encontrar a su amigo cuando antes, dio un salto encima de un carrito de verduras y siguió su corrida intentando salir de “La zona" y llegar al bosque. Tenía aferrada su cartera llena de comida en el pecho y cuando vió a aquel hombre de cabello negro aceleró el paso.
Él frunció el ceño al verla correr, todo se aclaró cuando vio a los guardias correr detrás de ella.
Monserrath llegó juntó a Jughead, el cual la agarro del brazo y la empujó detrás suyo en un gesto de protección. Dos guardias se detuvieron en frente de él y para desgracia blandieron sus espadas con furia.
—Quieren robarme lo que compre ¡Váyanse al infierno! No pienso darles nada —Gritó Monserrath sin miedo, ahora que tenía a Jughead el miedo se esfumó.