Día 3. Miércoles.
En plan de Emily era sencillo, averiguar quién era ese hombre, aunque David puso una pega y lo medio cambió todo. Ya que no podían ir por todo el pueblo preguntando quien era, por lo que propuso hacerlo todo de manera natural.
– ¿Improvisar el día? – Masculló ella.
– Es lo mejor que se puede hacer… – Se defendió él –. Primero iremos a la playa a seguir el rastro y luego… Que sea lo que tenga que ser.
– Pero así no conseguiremos nada – refunfuñó cruzando los brazos.
– Conseguiremos no llamar la atención… Vamos – David abrió la puerta y salió al mundo exterior, observando que hacia un día esplendido.
Llegaron a la escena del crimen rodeando la playa, ya que era más fácil llegar hasta allí de esa manera. Aunque nada más llegar, se dieron cuenta de que el rastro que vieron en el recuerdo ya no estaba. Y es que, lo más probable era que el aire y la arena lo hubiesen tapado. Aun así, y como tenían en mente el recorrido del rastro, se lo imaginaron y lo siguieron hasta el bosque.
Una vez allí, aquello era nuevo para ellos, así que prestaron mucha atención al suelo y siguieron las marcas unos cuantos metros más adentro hasta perder la pista.
– Mierda… – Masculló David –. ¿Ves por dónde va?
– No – negó ella –. No hay plantas aplastadas ni rastro alguno –. Lo hemos perdido – sentenció.
– Lo siento… Tiene que haber algo que podamos hacer…
– No sé puede hacer nada, ya que puede a ver ido a cualquier lado – pausó –. Aunque me preguntó que habrá por aquí… Ya que no hay nada por esta zona…
– Al menos que nosotros sepamos.
– No sé, es raro… Porque detrás nuestra está el pueblo y si sigues andando hacia esa dirección, llegarás a una playa virgen – soltó de manera pensativa –. Es todo muy… Raro.
– Como todo en sí – añadió David –. ¿Y ahora qué hacemos?
– Dímelo tú – Emily le miró a los ojos –. Tú quieres que improvisemos, así que tú eres el que decide…
– Vayamos al pueblo… – Susurró él –. Veremos si surge algo o no… A las muy malas… Se puede avisar al ministerio.
– Si no queda otro remedio…
– ¡Ajá! ¿No decías que no querías que les avisásemos? – Se burló él.
– Pero si no llegamos a nada… Habrá que traer a los profesionales.
– Vaya, vaya… Venga, movámonos – David se giró y rehicieron el camino hasta llegar a la playa, momento en el que accedieron al pueblo por la calle principal –. En verdad… No me lo enseñaste, ya que entre unas cosas y otras…
– ¡Es verdad! – Reaccionó ella –. Y por la hora que es, estarán todos, así que no habrá ningún problema. ¡Vamos! – Adelantó a David y se puso a andar de manera firme y rápida, aunque no pasaron ni dos casas cuando alguien les interrumpió.
– ¡Emily! – Un hombre mayor, con el pelo blanco y en melena, apareció tras una camioneta blanca y antigua.
– ¡Oh, Harry! – Emily se giró hacia él –. ¿Cómo estás?
David se giró hacia él y se dio cuenta de que llevaba el típico traje de leñador.
– Voy a ir al bosque a por unos troncos, ¿podéis ayudarme? – Preguntó Harry –. Seis manos hacen más que las dos mías – las levantó para enseñar lo arrugadas que estaban las suyas.
Emily miró a David en busca de una respuesta, haciendo que este asintiera finalmente, ya que era lo que quería a fin de cuentas.
– ¡Sí, claro! – Soltó ella finalmente –. ¿Para qué los quieres?
– Georgina quiere que le haga unos muebles – Harry se dio la vuelta para dirigirse hacia la puerta de la camioneta –. Sabes de sobra que sale más barato hacerlo con la madera de aquí que traerlo de fuera.
David se fue hacia la puerta del copiloto y la abrió, observando que había tres asientos, por lo que dejó a Emily que pasase para que se pusiese en el medio. A lo que ella respondió con una falsa sonrisa.
– ¿Sigues haciendo muebles? – Emily intentó seguir siendo amable a la vez que entraba en la camioneta.
David entró tras ella y se intentó acomodar en el duro asiento, siendo esto último imposible, así que agarró la puerta y la cerró fuertemente, ya que tenía pinta de que e iba a costar cerrarla.
– Sí, por supuesto. Aunque ya no se me da tan bien como antes… Las manos… – Harry arrancó la camioneta y se puso camino al bosque.
Más tarde…
Harry cerró la puerta trasera de la camioneta tras cargar cuatro troncos bien grandes y un tronco mucho más pequeño.
– ¡Pues ya está! – Se aseguró del que cierre estaba bien puesto y se fue hacia delante.
– Oye, Harry. ¿Qué te parece lo de Jorge? – Soltó Emily por fin, haciendo que David volviese a animarse un poco.
– ¿Qué qué me parece? – Se paró de golpe y los miró –. Una locura… No sé merecía morir así…
– Era demasiado bueno – añadió ella.
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Editado: 21.09.2022