Let my cry

capítulo 12

Creadora de ángeles

 

—Aquí está tu de hierbas, tómatelo todo —ordenó, dejando la tasa en la mesita de noche, para luego ayudar a sentarse en la cama, a aquella muchacha

—Helen, no me siento bien, tengo bastante sueño —murmuró, apenas pudiendo mantenerse despierta

Los días se volvieron semanas, Heidi, había perdido la razón del tiempo. Pasaba la mayor parte del tiempo soñando con mañanas de nubes de algodón de azúcar, sintiéndose pesada, ardiendo los párpados, sufriendo de escalofríos, a pesar de haber 30º de temperatura, haya afuera. Observando desde su pequeña ventana, a algunos niños disfrutar del día.

Apenas recordaba porque ahora estaba postrada en cama, quizás fue por culpa de aquel día, en el que llovió a cántaros y ella, totalmente soberbia, prefirió ignorar las advertencias de la señora Suri, su casera. Como resultado, esa misma noche, su nariz ya silbaba, dejando escapar pequeños ronquidos mientras dormía producto de su dificultad para respirar.

—No necesitas sentirte culpable por lo que acabas de hacer —comentó aquel joven azabache, tomando asiento en la banca

—el mundo es peligroso, ella corre peligro están allá afuera —respondió, tan seria como le era posible, observando el secar el esmalte en sus uñas —yo solo quiero protegerla 

— ¿a costa de su vida?

—si es necesario, si…

Dos horas acababan de pasar, desde que se había quedado dormida. Helen, siempre fue una buena amiga, dándole una mano cuando más la necesita, incluso en ese momento. Cuando apenas tenía la fuerza para mantenerse despierta por pocos minutos. Extraña salir cada mañana a trabajar, comer con James, frente a ese pequeño lago artificial, que estaba en el centro del parque, parlotear de cualquier tontería con la señora Suri.

Aun se preguntaba, cómo un pequeño resfriado podría llegar a empeorar tanto. Se suponía que gracias a los cuidados que Helen, le estaba dando, ya estaría lo suficientemente fuerte como para derrumbar de una vez por todo ese viejo tronco seco, no hacía nada más que ocupar bastante espacio en su patio trasero. En su lugar plantaría un pequeño rosal de flores matizadas. Siempre deseo tener uno, desde que vio a su hermana casándose con un buque repleto de esas flores, mezclado con algunos jazmines, que le daban cierta fragancia natural exquisita. Pero ninguno de sus planes se realizaría, si continuaba en cama, regodeándose con su miseria. 

— ¡oh! Despertaste, justo a tiempo para tu caldo de pollo, está delicioso —comentó, acercando a los labios de Heidi, la primera cucharada

—No Helen, no tengo hambre —dijo, intentando alejarla

—sabes estuve casi una hora en la cocina, preparando esto para ti, como para que ahora me rechaces —cuestiono, infringiendo culpa — ¡ahora se mas agradecida y comete el puto caldo! —ordenó, dejando el plato en la mesita noche, cruzándose de brazos, analizando atentamente hasta que terminara por comer hasta el último bocado

—Buena chica —chilló, apretando la mejilla de Heidi, entre sus dedos, para luego retirarse con la bandeja

Desde hacía un par de días atrás, que estaba llegando a cuestionar las supuestas buenas acciones de Helen. Todo le resultaba extraño, en vez de estar mejorando, parecía estar empeorando día tras día. El ardor en sus ojos siempre estaba presente, el dolor constante en su estómago, la hacía apretarlo un poco y tal, como si fuera un deja vu, volvió el dolor, solo que esta vez, mucho más fuerte, que las anteriores veces. Con la poca energía con la que contaba, bajo lentamente hasta tocar el suelo y empezar a arrastrarse en él. Apenas logrando llegar, no deseaba hablarle a Helen y abusar más que lo que ya lo hacía, de ella, se notaba que estaba cansada de estar al pendiente de ella. El frío piso bajo sus manos, le erizo la piel, levantó la tapa del retrete, metió sus dedos en su boca hasta alcanzar su campanilla, regurgitando a los pocos segundos, todo lo que había comido. El dolor continuaba ahí, no se desvanecía con nada. Se abrazó y recostó en el suelo en forma fetal, quedándose dormida a los pocos minutos.

A la mañana siguiente, despertó con un dolor fatal en la espalda, Heidi, ya conocía la causa, no necesitaba unir hilos para saberlo. Pero había algo diferente, el dolor ya no era tan agudo, incluso se sentía más viva. Se estiró tal como lo haría un gato y se sostenía en el tocador para levantarse, apenas se puso de pie, al fin pudo ver su aspecto, después de varias semanas, le era extraño, su piel antes bronceada, deslumbraba por la palidez en sus mejillas, algunas bolsas adornaban la parte baja de sus ojos, parecía un mapache, aun esa situación se reía de ella misma.

Abrió la llave de la regadera y la dejó correr por un momento. Se quitó las pocas prendas que tenía puestas y se metió bajo el chorro de agua caliente. Suspirando por lo relajada que estaba, desenredando un poco su cabello con sus dedos, pasando la barra de jabón por todo su cuerpo, disfrutando de la fragancia a lavanda en el ambiente. Viva era poco, a cómo se sentía, los mareos constantes y la nubosidad en su vista, aún estaban presentes, pero leves. Se puso un pijama nueva y volvió a meterse bajo las mantas, la hora en su móvil, señala que era las 10:20 de la mañana. No tardaría mucho en subir Helen, con una bandeja repleta con suficientes alimentos como para alimentar a todo un ejército. 




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