Let my cry

capítulo 13

El eterno enamorado


¿Alguna vez te has enamorado? Por supuesto que sí, que estupidez de pregunta
Hola, soy Nate Howard y esta es la historia de mi primer amor, aquel tonto sentimiento que se alojó en mi corazón y que con el pasar de años, en vez de desvanecerse como tantas veces creí que pasaría, en su lugar, fue en aumento, llegando a doler la sola idea de amar. Un completo hipócrita sería, si dijera que odio al amor, no les mentiré, en mi caso, las cosas no fueron color de rosa, todo fue desplazado por sentimientos tortuosos, dolorosos, incluso asco a mí mismo.
Me enamore de Trevor Clarkson, mi mejor amigo de infancia, que cliché dirán muchos. Pero díganme a mí, que no es algo inevitable, si viste crecer a esa persona, observaste cada cambio que tuvo, fantasee más de mil veces con ser sostenido entre sus brazos. Pero todo fueron solo simples sueños tontos, absurdos, si me pongo a pensarlo mejor.
Recuerdan que dije, que ¿yo lo vi cambiar? Por supuesto que lo hizo y bastante, dejó de ser aquel niño hiperactivo, que me arrastraba a todas partes y fue reemplazado, por un muchacho que llegó a maltratarme en un sinfín de ocasiones, haciéndose mofas de mis defectos, burlándose de mi personalidad calmada y serena, llamándome marica o inútil. Las heridas que provocó en mí, no solo eran físicas, ni serían heridas que sanaron con el tiempo, tal como suelen decir muchos “dale tiempo al tiempo, todo se solucionará” si como no, cicatrices que estarían allí presentes hasta el fin de mis días.
¿Alguna vez han tenido un sueño? Claro que sí, yo lo tenía, siempre soñé con ser el mejor guitarrista de todo el mundo, deseaba llegar a tocar con grandes bandas en grandes escenarios, ser aclamado por muchos, escuchar vitorear mi nombre desde las graderías. Una fantasía totalmente infantil digna de un niño, no lo digo porque fuera un fracasado total que no supiera leer notas o tocarlas, sin ser demasiado egocéntrico, era bastante bueno, pero el destino no estaba de acuerdo. La tarde del 27 de mayo, tocaba mi guitarra tal como siempre debajo de un árbol, componiendo una nueva canción que deseaba dedicarle a mi madre, por su cumpleaños. No los escuche llegar, estaba tan entretenido con lo mío, hasta que sentí el primer golpe, no lo negaré, ya no sentía dolor, ni ardor en las heridas provocadas por su golpes, estaba completamente acostumbrado. Pero ¿es que acaso no era suficiente con sodomizarme? ¿No les bastaba con eso? Es que era realmente necesario continuar. Quemaron mi libro de notas y rompieron mi guitarra, no fue por ser materialista que intente detenerlos, fue por el valor sentimental que tenían cada uno de ellos que lo hice. Empujando a Trevor, haciéndolo caer al lodo, fue que aproveche para intentar apagar el fuego con la poca agua que quedaba en mi botella, quemándome en el intento un poco las manos. Una patada directamente en mi estómago, me lanzó unos metros atrás, escupí un poco, el exceso de saliva en mi boca y las arcadas, solo podían significar una cosa, las ganas de vomitar me tenían inmovilizado. Su voz, su rostro con gesto de molestia, lo decían todo, intente levantarme, apretando el pasto entre mis manos, dolía horrores, pero debía hacerlo. Otro pisotón, en mi mano izquierda, grite, desesperado golpee, arañe su pierna, con tal de que dejara de hacerme daño, pero parecía divertirse con mi sufrimiento. Estrujo su pie aun estando sobre mi mano, mientras que con su otra pierna, me propinó otra patada, colocándome de espaldas por el impacto. La sangre caía a borbotones, mi labio estaba partido, ya no podía articular palabra alguna, la quijada me temblaba del dolor. Volvió a pisarme, esta vez puso todo su peso sobre mi brazo y mano, provocando un clic. Un grito desgarrador escapo de mi garganta, la risas y burlas del grupo de Trevor, a su detrás, no cesaron. Estuvo así, durante no sé cuánto tiempo, no lo recuerdo, solo cerré mis ojos. 
Tan nostálgico y un masoquista total, fui durante todo ese tiempo que estuve dormido. Recordándoles a él, su melena castaña siendo despeina por el viento mientras corría, de un lugar a otro, tan hermoso, tan imperturbable, si me pidieran que lo definiera, diría que es la perfección en persona, omitiendo su salvaje personalidad. Lo sé, él no está a mi alcance, ni jamás lo estará, deje de guardarme falsas esperanzas desde hace mucho tiempo, sé muy bien que para mí, tocar su corazón es imposible. No lo digo solo por decir, lo digo, ya que lo intente tantas veces, tantas que no me cabrían en las manos, si intentara contarlas, de todas esas veces conservare cicatrices tatuadas en mi corazón, en lo más profundo de mi alma, gritando con cada fibra de ella “decepción”. Con cada error que cometía, la herida se abría y se hacía cada vez más grande, deje de rogar, pero ya era demasiado tarde, la herida era tan grande, que yo mismo, ya estaba partido a la mitad. Lo supe en el momento, en que mi madre, sostuvo mi rostro entre sus manos y dijo que el brillo en mis ojos se había desvanecido.
Lo siento mamá, no deseo lastimarte. Pero cuánto más puedo llegar a sentir, cuando soy una cáscara vacía, mi sonrisa se fue, lloraba cada noche en la oscuridad de mi alcoba, hasta quedarme dormido, esas eran las noches buenas, porque en algunas noches no dormía, siendo acosado por mis propios fantasmas del pasado. 
La sola idea de soledad me asustaba, sabía muy bien que no podría olvidarlo. Todo empeoro, el día en el que me entere que Trevor, tenía novia, creía haber enterrado ese sentimiento, pero quedó una luminiscencia, que en ese instante me quemo, destruyó lo poco que me quedaba. Ni yo mismo no noté, hasta que Heidi, sostuvo mis mano, preocupa, preguntándome ¿Qué era lo que sucedía? Estaba llorando, solo Salí corriendo de ahí. Escuche sus gritos a mí detrás, más no me importo nada, solo corrí y corrí hasta llegar a mi casa. Me encerré en mi habitación, sentándome en un rincón de la alcoba, solo en ese instante note, que mi teléfono no paró de sonar, durante todo ese tiempo, aún lo hacía. Asustado, lo apague, no quería hablar con nadie, me quite los zapatos y me acosté en la cama, abrazando una almohada, llorando con total libertad, sin importarme si alguien llegaba a escucharme, después de todo, esta sería la última vez que lo haría.
Sentía el dolor en carne viva, el ardor cuando te espolvorean sal a una herida. En mis intentos de desahogarme, empecé a romper cosas, especialmente las cuyas, objetos que guardaba con tanto recelo y amor, tal como un tesoro, pero ahora las odiaba. Siempre desee hablar con alguien, desahogarme de todo esto que llevaba guardando, pedir ayuda, pero claro tú no puedes ayudarte solo callando las cosas. Cansado, con la respiración aun estando agitada, observe a mi alrededor notando todo el desorden, sin inmutarse por ello. Recordé las botellas de licor que solía guardar mi madre. En mis intentos por apaciguar todo, fui a buscarlas y luego me volví a encerrar, nunca había bebido, por ello los primeros tragos fueron asquerosos y me quedaba en la garganta el amargor de este, pero el dolor disminuye.
Ese día, llore con amargura y en el momento que se me acabo el alcohol, camine hasta el baño, sin cerrar la puerta, tome el frasco de pastillas sin recordar para que eran, solo deseaba dejar de sentir, tome todo el contenido del frasco.  Del bolsillo de mi chaqueta sabe mi teléfono, lo prendí. Me vi tentado en llamar a Trevor, pero no me atreví, decide enviarle un mensaje, después de marcar el botón de enviar, empezó a tener sueño, mis ojos se cerraban solos. Todo se terminó, sabía que no habría salvación para mí, entonces imagine un mundo sin distinciones, un mundo donde todos éramos iguales, un mundo donde Trevor, no me aborrecía, me sonreía, me quería. Me dormí imaginando estar entre sus brazos, un abrazo fuerte y firme que me diera protección, que me diera a entender que no me soltaría, uno lleno de calidad ajena, que aleje el frio que empezaba a sentir en mi cuerpo.
Un grito distante, apenas lo escuche, estaba demasiado cansado, solo deseaba dormir. 




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