Letra, azucar y arsénico

Disrupción sináptica

Tenía el rostro algo tullido y los cabellos amarillentos, la voz trémula y los ojos hundidos, no obstante, su presencia irradiaba una fortaleza y tesón increíbles. No la llegué a conocer, sin embargo, me contaron su historia y pues déjenme decirles que es como si hubieran transcurrido tres vidas junto a ella, es como si siempre hubiera estado allí y es por eso que siento que es una aventura de esas que puedo contar.

Recuerdo vívidamente una mañana de abril, el sol resplandecía por sobre la copa de unos grandes eucaliptos, una brisa algo húmeda me daba de lleno en la mejilla derecha, los mosquitos se daban un festín con mi cuerpo y los sonidos al derredor cohesionaban con una cancioncita que ella tarareaba en voz bajita. Allí, sobre el verdor de la grama y bajo el ensueño de la memoria, se presentaba ataviada de negro y arrastrando, bajo su largo vestido de seda, un velo de napa blanco que, por más que rozaba la tierra húmeda, se mantenía pulcro e impoluto, prístino como las almas que venía a recoger.

Dicen los archivos de mi memoria que quienes tuvieron la dicha de conocerla jamás volvieron de aquella cita. Vaya intriga, aún no sé cómo sigo aquí, si es que alguna vez fui, volví o si realmente existo y esto no es una paradoja espacio temporal.

De la forma que fuere puedo asegurar casi con cordura, bien del que escaseo, que es mi amiga y que, aunque casi a diario nos enfrentamos en un duelo imaginario por decidir quien se va y quien se queda, resulta interesante tener la certeza de que siempre es ella la que ganará y la esperanza de que algún día no sea así. Quizá no hoy, pero sí mañana o tal vez nunca.

Ella me pidió que no la presentase, pero creo que se hace necesario que la conozcan. Se llama Muerte y es tan igual de hermosa como su hermana y contraparte Vida.

Yo sé que ella vendrá por mí algún día, ese día no me extrañen, pues me habré ido con una sonrisa, el alma en paz y el placer de haber sido un engrane más en el reloj de la vida.

Recuerda: Llora a moco tendido, ama como si nunca te fueras a romper, ríe hasta que te duela y perdona sin dudarlo.

Tic, tac, el tiempo se te va.




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