Anya.
–¿En serio todo esto es necesario? –le pregunté a Hobi con curiosidad.
–Claro que sí, en esta clase de eventos debes ir elegante –respondió con una sonrisa.
Regresé mi vista al vestido azul cielo, que descansaba ignorante de mis pensamientos, en la cama del cuarto de hotel donde me estaba quedando. Era un bonito vestido sin duda, ya me estaba acostumbrando al hecho de que a Hobi le gustaba regalarme cosas, así que le sonreí de manera dulce.
–Gracias Hobi Oppa, es un muy lindo vestido que usaré con gusto.
–No sabes lo mucho que te llegó a querer cuando me llamas así –suspiró, dándome un beso en la mejilla, para luego salir de la habitación.
Tomé el vestido y fui directamente al baño a cambiarme, porque aun cuando tenga un cuarto para mi sola, esos chicos siguen sin conocer la privacidad. Prefiero evitar algún accidente de que me vean en ropa interior, porque no, no quiero pasar una vergüenza como esa. Por favor, gracias.
Para mi mala suerte, no podía subir en su totalidad el cierre trasero, me quedaba un poco debajo de la mitad de la espalda y ya me estaba cansando de tratar de subirlo por mis propios medios.
–Maldito cierre, sube ya –siseé.
–Anya, ¿estás en el baño? –preguntó JungKook del otro lado de la puerta.
–Sí, de hecho, me gustaría que me ayudaras en algo –respondí, saliendo y sosteniendo el vestido de la parte frontal.
Al ver que ya estaba arreglado para el evento, me di cuenta de que Jeon JungKook es sinónimo de elegancia, belleza y maravilla, no pude evitar babear de manera mental, porque verlo en persona es mil veces mejor que verlo en fotos, así sean en HD.
–¿En qué te ayudó? –preguntó amable.
–Necesito que subas el cierre de este vestido –pedí, dándome la vuelta.
Él no dudo en hacerme caso, pero antes de eso, pasó su dedo índice por mi columna, dándome un escalofrió por su calidez y lentitud con la que lo hacía. Sus labios se pasearon un poco por mi cuello, sin besarlo ni morderlo, sólo barriéndose, como si quisiera darme una tierna caricia, sin embargo, la palabra ternura era la última palabra que usaría ahora.
No sé cuánto tiempo pasó en realidad, pero luego de lo que para mí fue una eternidad, JungKook por fin subió el cierre, besando mi hombro desnudo, recargándose del mismo, mientras me abrazaba por detrás, dejándome hecha un mar de emociones y sensaciones, tuve que sacudir un par de veces mi cabeza para salir del trance.
–Te ves preciosa –me halagó.
–A pesar de que aún no terminó, agradezco tu comentario.
–Para mí siempre te ves preciosa –murmura, haciéndome sonreír mas, girando la cabeza para observarlo.
–¿Estás nervioso?
–Un poco, ¿y tú?
–Peor que eso, temó hacer el ridículo.
–No lo harás –me consoló –. Estuvimos practicando mucho y nosotros confiamos en que lo harás bien, ahora, confía en ti.
Escuchar esas palabras me hace sentir un poco mejor. Claro, no de una manera mágica todos mis nervios desaparecen, pero es bueno saber que confían en mí. Alcé la mirada y le sonreí, alzándome un poco de puntas, para dejar un beso en su mejilla.
–Gracias por tratar de animarme.
–Gracias a ti por besarme –respondió, haciéndome reír para alejarme y terminar de arreglarme.
No hice mucho, sólo me recogí el cabello en una media coleta, dejando algunos mechones al descuido a los lados. Puse rímel en las pestañas, delineé un poco mis ojos y coloqué un suave brillo en los labios, después de todo, iba a arreglarme estando allá. Mejor no dar tanto trabajo a aquellos que nos ayudarán a arreglarnos.
–¿Tu mamá verá la presentación? –preguntó JungKook, sentándose en la cama.
–Claro, dice que quiere ver nuestro trabajo en vivo y en directo, por así decirlo –contesté, yendo hacia la cama, donde a un lado, se encontraban mis zapatos de tacón.
–¿Y crees que él lo vea?
–Lo que él haga no me importa, sólo me importan las personas que quiero.
–¿Esa fue una especie de indirecta? –preguntó con una sonrisa, haciéndome sonrojar.
Tomó mis zapatillas y las dejó frente a él, para luego arrástrame por la cintura y ayudarme a ponérmelas. Coloqué ambas manos en sus hombros, obteniendo más estabilidad para no caer. Siendo sincera, primero pensé que era un gesto dulce el hecho de que me ayudará a ajustar las correas, pero fui demasiado ilusa.
Cuando una de sus manos se arrastró por mi pierna derecha, desistí de la idea, estremeciéndome, cerrando los puños con poca fuerza. Cada vez que me acariciaba, lo hacía con una lentitud y pereza, haciéndome pensar que quería disfrutar poco a poco mi piel, como si encontrará una gratificación silenciosa al hacerlo.
Se detuvo casi a la mitad de mi muslo, exactamente donde terminaba la falda del vestido, mientras sus dedos seguían acariciando de forma circular y lenta. Mordí mi labio inferior, ahogando algunos suspiros que amenazaban con salir, porque lo admito, gozaba demasiado de sus lentas caricias.