JungKook.
–Tú y tu puntualidad son muy admirables –fueron las primeras palabras de Anya, después de abrir la puerta de su casa, saludándome con una bonita sonrisa.
–Quiero dar una buena impresión –le respondí, entrando a su casa.
–Ya tienen una buena impresión, creo que sólo quieren asustarte –aseguró, rodando los ojos.
Reí de su comentario, espero así sea. Tomó mi mano y me llevó al comedor, observando que su mamá, su abuela y sus hermanos estaban esperándonos. Respiré muy hondo, no quería hacer algo incorrecto, esperaba que el desayuno transcurriera de un buen modo.
–JungKook, es un placer verte de nuevo –me sonrió la señora Lidia al verme.
–El placer es mío señora, me alegra que me hayan invitado –hablé en español, haciendo una reverencia.
–Tu pronunciación es muy buena, te felicito –felicitó la señora Marian, sonriéndome de modo dulce.
–Agradézcale a Anya, ella es una profesora muy paciente y amable –contesté, tomando asiento al lado de Anya y Rick.
–Pues sólo contigo, porque aquí es una auténtica fiera –murmuró Jasón, rodando los ojos.
–Tú no eres mejor que yo, pequeñín –se burló Anya.
–Antes de que salgan con alguna tontería, de una vez avisó que queda prohibido algún otro comentario semejante –ordenó la señora Lidia con voz firme –. Estamos aquí para conocer a JungKook, no para fastidiarlo.
–Sí, mamá –respondieron ambos, bajando levemente la cabeza. Quería reír de la situación, pero de seguro Anya me daría un golpe, y hoy no quiero recibir golpes de ella.
–Bien, vamos a desayunar –suspiró, comenzando a servir la comida.
El desayuno fue excelente, la conversación muy buena y el ambiente muy relajado. Todos estaban interesados en saber de nuestra relación, y sinceramente, no podía dejar de decir lo maravilloso que ha sido este mes y medio con ella. Anya se notaba tímida al contestar, haciéndome sonreír como idiota y tomar su mano, esperando que así se sintiera más cómoda y protegida.
–¿Qué te pareció el desayuno? –me preguntó la Señora Marian con verdadero interés.
–Muy deliciosa señora, estoy seguro que Jin moriría por saber la receta de esta tarta tan deliciosa –respondí, tomando otra rebanada.
–Con gusto lo haré, si él me da la receta de su pollo asado.
–Hecho.
–Quisiera decir algo –tomó la palabra la señora Lidia, prestándole atención –. JungKook, he de confesar que tuve muchas dudas sobre si tú y mi hija podrían llevar una relación, pero, así como confieso mi duda, confieso mi sorpresa al ver lo felices que están el uno con el otro, eso es algo que se nota apenas uno los ve.
»Mi hija ha estado muy feliz estas últimas semanas y me llena de satisfacción saber que ha encontrado a un gran muchacho como tú, que sé que la apoyará siempre y jamás la dejará sola. Se merecen el uno al otro –dice con una sonrisa cálida, ocasionando un nudo en mi garganta.
–No tiene nada que agradecerme señora, al contrario, yo estoy agradecido de haber conocido a Anya y de que me diera la oportunidad de estar a su lado, para hacerla feliz, del modo en que sé que lo merece, porque su felicidad es la mía, y mi mayor recompensa, las sonrisas que me da cada día –respondí, mirando a mi chica, que se encontraba muy sonrojada.
–¿Ahora ambos se van a poner dulces y románticos? Al menos avísenme, para estar preparada y no sentirme incómoda –trató de hacerlo sonar casual.
No pude evitar reírme y besar una de sus mejillas, sintiendo el calor en ellas aumentar. Supuse que se sonrojo más por mi acción, y fue lo que comprobé, apenas me separé de ella.
–Vas a tener que acostumbrarte, cariño –le advertí, guiñándole un ojo.
–¿Dónde me he metido, Dios mío? –se preguntó, bajando la mirada a su reloj de pulsera –. Oh, ya es tarde. Debemos apresurarnos si queremos ir a ver la película.
–Está bien. Muchas gracias por el desayuno, estuvo delicioso –agradecí, mientras hacia una reverencia.
–De nada, para nosotros fue un placer tenerte en nuestra mesa. Ven cada que puedas y así platicaremos más a gusto –ofreció la señora Lidia.
–Con gusto lo haré.
–Voy rápido a mi cuarto por una chaqueta –avisó Anya, señalando unas escaleras.
–Yo necesito un baño –pedí avergonzado.
–Ven conmigo entonces, te mostraré dónde es –ordenó, tomando mi mano y llevándome a las escaleras, para subir a las habitaciones.
Fui al baño mientras Anya iba a su habitación. Fui rápido y regresé con ella, observando su espacio por primera vez. Noté que las paredes eran de un verde muy tenue, había muchos papeles, libretas y lapiceros regados en su escritorio junto a una laptop que estaba cerrada, algunos libros en su mesa de noche y su armario entreabierto, donde ella buscaba su chaqueta.
Algo que llamó mi atención fue que tenía algunos muñecos de peluche en un pequeño sofá. Uno era un pequeño borrego que me pareció muy tierno, por lo que fui y lo tomé entre mis manos, jugando un poco con sus orejas, riendo de mis tonterías.