Annie estaba tan inmersa en sus pensamientos, en sus metáforas, en la carta que en ese momento estaba haciendo, que no sintió los estrépitos y torpes pasos que sonaron a su alrededor, ni mucho menos la respiración entrecortada de la persona que en ese momento y en ese lugar nunca esperaría ver.
Las tumbas se alzaban a su alrededor, él chico se cubrió completamente con su chaqueta del espeluznante frío que hacía en ese momento. Miró a todos los lados con nerviosismo esperando encontrarla, ¿Qué tan loco estaba? ¿Por qué había venido al lugar que más teme en el mundo?
Siguió buscándola, hasta que vio un reflejo que se alzaba al mismo tiempo que las ramas de los árboles, era su cabello. Estaba justamente sentada al lado de la tumba de su amigo, escribiendo, con una gran sonrisa en su rostro. Eso le dio escalofríos, pero no sabía exactamente qué. Si ver la tumba de su amigo muerto, (porque uno no se acostumbra de la noche a la mañana) o ver por primera vez la sonrisa de aquella chica.
Pensó en cómo debería hacerse notar, pero sin llegarla a interrumpir.
No tuvo que hacer nada, ella seguía mirando su hoja, y dijo:
-Hola.
-Yo… ¡Hola! Qué casualidad es verte por aquí.- Avanzó unos pasos más y sonrió.
-¿Lo vienes a ver?- preguntó Annie señalando a Cameron y al instante entre risas aclaró.- ¡Claro! A quién más, no será a mí.
-En realidad…- Se miraron fijamente a los ojos, y los de Annie le recordaron a un bonito atardecer, llenos de luz, incluso si eran verdes.
-¿A mí?- miró por detrás de Nate, luego sus ojos volvieron a los de él.-Qué raro, hay lugares más bonitos en los que uno espera hablar con otro. Y ni siquiera me molestaré en preguntarte cómo sabías que estaba aquí.
-Sí bueno… Ya sabes lo que dicen sobre ti.- tuvo miedo de haber dicho algo mal y al segundo reiteró.- No es que piense que es algo raro, Ja,ja,ja ¿Vamos hablar?
Annie asintió y los dos se dirigieron hacia la puerta del cementerio, donde había bonitos árboles y unas bancas donde sentarse.
Pasó lo que suele pasar cuando juntas a dos desconocidos. Al principio ninguno de los dos sabe qué decir, uno juega con las manos, el otro se aclara la garganta, es incómodo incluso pasar saliva. Y por fin, alguien se anima a romper el silencio:
-El cementerio. ¿No te da frío?
-¿Frío?
-Sí, no hay calor corporal, no hay vida, mira, incluso todo es gris.
-Supongo…
-Yo odio los lugares en los que no hay color.- comentó Nate.
-Buen punto.
-Sí…
Otros pares de segundos después, es otra persona quién habla de nuevo.
-Me dijiste que querías hablar de algo...
-¡Ah sí! Hace unos cuántos días, vine a visitar a Cameron, alrededor de unas flores blancas, pude distinguir un sobre. Supe de inmediato que era tuyo, porque… Annie, todos saben lo que tú haces. El caso es que la leí, ¡lo siento! pero la volví a dejar allí, justo donde estaba. Y me pareció interesante… que tú quisieras saber sobre él, saber por qué hacia esas cosas… todas esas preguntas. Nunca te acostumbras a perder a alguien, y menos si es tu mejor amigo. Tal vez yo también quiera tener respuestas, y nos necesitamos para eso.
-¿Por qué crees que lo que dije puede ser cierto?
-Hombre, yo era su mejor amigo, nos contábamos cosas, no todas, pero… Uno sabe cuándo alguien cambia, y Cameron dejó de ser él unos meses atrás.
-¿Crees que hay algo detrás de todo eso?
-Es obvio, nadie cambia de un día para otro sin razón. Y quiero pensar que aún no es tarde
-¿No es tarde para qué?- pregunto Annie con curiosidad.
-Para Cameron. Llámame dramático, pero siento que debo encontrar respuestas. Y es posible que tengamos la misma duda.- inquirió él.
-¿Cuál?- preguntó Annie.
-Yo también quiero… No. Necesito saber por qué Cameron se suicidó.
Annie abrió los ojos de par en par, miró a los lados y cuando se percató de que no hubiera nadie le susurró:
-¿También lo crees?
-El no solía tomar, lo sé más que nadie. Ni siquiera le gustaba el alcohol, y las pocas veces que lo hacía siempre era muy precavido. Annie, ese día cambió algo para él, cambió algo en él.
-Y necesitamos saber por qué.- terminó ella.