Sexto sobre.
25/08/15
Antes de siquiera darle tiempo a pensar en lo que iba hacer, mi puño voló por entre los centímetros que nos separaban, y aterrizó en su nariz.
Él sonrío complacido y con el mismo tono calmado que había usado desde que me conoció dijo:
-No hay necesidad de eso, Cameron.
-¿Qué quieres? Primero, me haces venir, llamas a mi hermana un perro, y ahora, supones que ya no es mi hermana. Oh, espera, déjame adivinar, ¿ella fue un animal que mis papás encontraron en la calle?
Tomé el cuello de su camiseta y lo atraje hacía mí.
-Nunca, ¡Nunca en tu vida vuelvas a meterte con ella!
-Te dije que luego de eso, me dieras tiempo de explicarte, no hay que actuar así. ¿Quieres que nos saquen del establecimiento?
Sus manos apartaron las mías de su cuello y me miró con seriedad.
-Toma asiento.
-No voy a…
-¡Que tomes asiento!- interrumpió en gritos.
Hice caso omiso de mala gana, y me quedé contemplándolo fijamente.
-Tu hermana no es adoptada, por si querías saber eso.
Sin saber por qué, solté el aire que guardaba impacientemente en mi pecho. Era obvio que Caroline no podría ser adoptada, ¡Dios! Yo la tuve en brazos cuando nació, yo la vi crecer, la vi dar sus primeros pasos y decir sus primeras palabras, Caroline siempre había sido mi hermana.
-Eso no significa que no haya algo de enredo en todo esto. ¡Pero cómo crees que lo diré ahora mismo! Si me golpeas cuando digo solo una palabra, y ni hablar de tus miradas fulminantes. Cameron, soy un desconocido para ti, ¿no es así?
Asentí con cierto alivio, ¡Matías solo era un demente que odiaba a mi familia! Vaya uno a saber qué cosas inventaría.
Lo mejor en esos casos en que estás frente a un loco, es no hacerlo sentir como tal.
-Bien, ¿entonces? ¿No crees que es justo que sepa de una vez por todas, la verdad acerca de mi familia?- Él sonrío complaciente y juntó sus manos.
-No es tan fácil Cameron. Algo como eso no es cosa que vayas diciendo a los cuatros vientos.
Este hombre llegaba a ser un tanto estresante. ¿Cuánto tiempo llevaba con él?
¿Y Annie?
¡Rayos!
-¿Te parece si nos vemos luego? ¿Qué tal mañana? ¿Estaría bien verdad?
-No, Cameron…
Antes que pudiera decir algo más, me levanté, y esta vez decidido crucé la puerta de la cafetería. ¿Dónde rayos se habrá metido Annie?
En realidad, esa no sería la pregunta adecuada, ¿dónde rayos estaba Rick?
Miré el reloj del celular, sólo habían pasado treinta minutos. Sería imposible que siguiera en el colegio, ¿entonces?
¡El cementerio!
Se sentiría bien escribir que corrí mil calles, como un héroe salvando a su chica, ¿no? Pues he de admitir que pertenezco al gran grupo de gente perezosa del mundo. Aunque hubiera sido lindo llegar todo cansado y con gotas de sudor recorriendo cada centímetro de mi cara, lo que hice fue esperar unos cuantos minutos a que un taxi se dignara a detenerse.
Al llegar a mi destino, entré rápidamente con- tengo que admitir, también- algo de nervios. Recorrí con la mirada todos aquellos lugares que mis ojos me permitían, pero luego de un rato, tomé aire y me decidí entrar.
Después de todo, no era la primera vez que entraba solo. ¿Qué era lo qué me ponía tan nervioso?
¿Tal vez que le iba a hablar a Annie? ¿Por qué sentía aquella adrenalina, la misma que sentía al tocar las teclas del piano mientras la música brotaba de entre mis dedos?
Me detuve al ver la misma silueta que aparecía en mis sueños, y en mis pensamientos cuando menos me lo esperaba. Al ver aquel mismo pelo largo como una cascada, pensé lo mucho que me gustaría algún día jugar con él.
Luego mi vista se desvió a sus pálidas manos, que se cerraban en un pedazo de papel. Estaba escribiendo. Y no a cualquier muerto, avancé un poco más, y pude darme cuenta que su mirada se dirigía a la tumba de mi abuelo.
Mi corazón se encogió al ver tan escena emotiva. Y entonces, justo en ese entonces viendo a Annie allí parada, a solo unos metros lejos de mí, haciendo esas cosas tan suyas, viéndola tan frágil y hermosa, supe que era el momento de hablarle, y contarle todo.
Tomé aire por tercera vez en el día, y me eché una ojeada. No estaba tan mal, después de todo no quería darle a Annie una mala impresión.
Aunque como era de esperarse, la mala suerte otra vez tenía algo conmigo, segundos antes de que pudiera acercarme mi celular vibró, una, dos, diez veces.
Por suerte Annie no pareció dar rastro de haberlo sentido, saqué el celular de mi bolsillo con la intención de acallarlo de una vez por todas, pero unos mensajes apareció en la pantalla.
Hola, Cameron.
Soy Matías.
Sí, el artista.
Te fuiste rápidamente, y no logré seguirte el rastro. (No pienses otra vez que soy un acosador, por favor) Y bueno, ya tenía tu número cuando te llamé hace unas cuantas horas…