Ema perseguía a Sabo e Indrik furiosamente hasta fuera de la ciudad como una hiena feroz y hambrienta, no conociendo ni cansancio ni dolor.
Los hombres lobo se movían prodigiosamente rápido, a una velocidad más allá del entendimiento humanitario, y el terreno les era favorable. Ningún humano, ni siquiera un hechicero normal, podía seguir su ritmo, mucho menos alcanzarlos.
Sin embargo, la bruja no les daba espacio, la magia la llevaba, una niebla negra que rompía el aire. —¡No se escaparán, sucios perros! No, no lo permitiré.— susurró.
La ira lo animaba, el odio, los deseos de venganza, proporcionándole una fuente inagotable de combustible, energía mágica en abundancia. Ella sentía el poder fluir por todas partes en su cuerpo, intensificándose en cada momento, oh qué sensación agradable, y se movía cada vez más rápido.
La distancia se acortaba entre ella y sus presas, poco a poco, Ema alcanzaba a los hombres lobo, su velocidad rivalizaba con la suya. Impactante. Eso le daba escalofríos a Indrik, una sensación angustiosa.
—Esto no puede ser posible. ¡Es un monstruo, esta maldita bruja!— manifestó.
El sonido seco de un chasquido de los dedos y un ligero zumbido del aire sobre la piel fueron las únicas advertencias. Ema extendió su mano hacia adelante y un torrente violento de magia gangrenada los golpeó, una ola colosal de fuego. Sabo e Indrik esperaron a sentir el calor en sus cuellos antes de hacer el menor gesto. Saltaron cada uno a un lado y lo evitaron.
Las llamas arcanas abrasaban el aire a su alrededor, devorando toda forma de vida a su contacto. Los ojos de los hombres lobo se encendían de horror, viendo los árboles desintegrarse bajo el golpe y un sudor frío les recorrió el lomo. Si el ataque les había tocado... pero bueno, lo habían escapado.
—Hagan lo que hagan, serán en vano. Esta noche morirán y vengaré la muerte de mi difunta hermana.— señaló Ema.
El Alfa Supremo se detuvo, con la furia burbujeando en sus ojos y escalofríos recorriendo su cuerpo. Ya no había necesidad de seguir huyendo, habían llevado a la bruja lo suficientemente lejos de su escondite, lo suficientemente lejos como para que ella no pudiera sentir la presencia de las demás. El combate podía entonces comenzar.
—Tú que hablas de venganza, ¿de quién te burlas?— respondió Sabo con arpía. Un resplandor rojo sangriento impregnó sus ojos. —Asesinaste a muchos inocentes incluyendo a muchos de los míos y tu hermana masacró a mi manada, a mis padres, mi familia y mis amigos. Ella se merecía su destino. ¿Y te atreves a venir a hablarme de venganza? ¡Qué gran ironía!—
Las palabras del hombre lobo supremo cayeron como martillo sobre el yunque en el espíritu de la bruja, del vinagre arrojado sobre una herida profunda aún abierta, envenenando su rabia, la sed de sangre tan abyecta y tan intensa que ya la animaba.
—Te prohíbo que hables de mi hermana, escoria inmunda. No eres más que aberraciones de la naturaleza, monstruo infame. Las creaturas horribles como tu son buenos para arrastrarse a nuestros pies como los perros que son, cachorros desagradecidos que no merecen vivir. Voy a mandarlos a todos a arder en el infierno empezando por ustedes dos.— profirió Ema amargamente.
Su mirada se volvió negra de furia, una mirada de desdén más negra que nunca, y el suelo se secó a sus pies. Su energía se le escapó, devorando toda forma de vida a su alrededor. Solo un ser increíblemente poderoso podía resistirlo, pero Sabo no tenía ninguna dificultad para soportar la presión. Lo que no era el caso de Indrik, se esforzaba mucho por permanecer simplemente de pie.
—Quédate atrás, Indrik.— le mandó Sabo.
Sin embargo, el joven hombre lobo quería lanzarse también a la batalla, impulsado por su orgullo, su dignidad de depredador, él no podía decidirse a quedarse atrás como un simple observador. —No, ¡puedo luchar!— dijo.
El aire circundante temblaba y el legendario lobo, rey de los hombres lobo, se levantó en el campo de batalla. Su aspecto era más majestuoso y un aura aplastante emanaba de él, un aura amenazadora. —Quédate atrás.— repitió Sabo con tono severo.
Ya no había lugar a discusión, Indrik se pliega la cola entre las piernas como un perrito sometiendo a su amo. No podía resistir el aura dominante del Alfa Supremo, no podía desafiarlo al desobedecerle.
Luego, Sabo avanzó unos pasos hacia Ema, con puntas de fuego llevados en los extremos de las orejas y la cola del lobo supremo. ¡Qué criatura tan aterradora! El aire se hacía más pesado, la atmósfera se volvió feroz, sangrienta.
—Así, quieres eliminarnos a todos los hombres lobos.— La mirada de la bruja reflejaba su terrible designio. —En este caso, debo eliminarte aquí y ahora.— declaró el Alfa supremo.
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Editado: 04.08.2022