Liamdaard 4 - Rivalidad

Capítulo 2

¡Lo juro! un día mataré a ese monstruo. -

 

La joven cazadora miró furiosamente al príncipe vampiro desvanecerse en la niebla vespertina, dejando tras de sí solo un olor asaltante de sangre fresca.

 

Así que buscaron entre los árboles los cuerpos de las víctimas. Una duda. Esta táctica, el uso de arcos y flechas era una práctica de los cazadores. Era una forma discreta y precisa de matar a sus enemigos. 

 

Ninguna criatura de la noche habría utilizado flechas para eliminar una presa, ni siquiera las brujas, esos seres viles y retorcidos. Ellas habrían utilizado otros medios mucho más crueles y sangrientos, o tal vez. Las brujas eran capaces de todo: de los golpes más bajos y de las cosas inimaginables. Pero no, ellas no habrían utilizado flechas para matar a su víctima.

 

¿Quizás era realmente...? No, no podían aceptarlo. Sus mentes se negaban a creerlo. Y sin embargo, Aidan les había advertido, les había dicho la verdad. Pero negaban con todas sus fuerzas esta posibilidad. No querían adoptar esa idea, esa realidad tan horrible.

 

¡Allí! Se congelaron. - ¡Imposible! - se quedaron sin aliento.

 

La dolorosa verdad golpeó brutalmente su conciencia, sus almas temblaban de horror, de amargura. Esta horrible realidad, que se negaban a aceptar categóricamente, los atrajo despiadadamente y los arrastró a un abismo de tinieblas.

 

Un tsunami de emociones estalló entonces en ellos. El dolor era insoportable; su pena era intenso y profundo. Se sentían despojados, violados, abatidos, confundidos, perdidos, como si hubieran sido expulsados violentamente de su existencia, de su creencia. Su mundo se derrumbó bajo el shock.

 

Delante de ellos había cuatro cuerpos sin vida y desangrados. Los reconocieron. Reconocieron El amblema que llevaban en el pecho. Eran cazadores. Un torrente de rabia se instaló en ellos. Aidan se había alimentado de estos hombres y los había matado. Pero él tenía razón. Estos cazadores no habían venido por él, sino para asesinarlos a ellos que eran cazadores también. Oh cómo les cuesta admitirlo.

 

Un verdadero sentimiento de tristeza surgió entonces en ellos. Casi habían muerto a manos de sus compañeros, nunca habrían pensado en esta posibilidad. ¿Cómo lo habrían podido? Sus corazones sangraban al unísono. Pero la verdadera tristeza era aún más profunda.

 

¿Por qué los atacaron los cazadores? ¿Por qué querían eliminarlos? ¿Quizás los habían tomado por criaturas de la noche? ¿Quizás sus mentes habían sido afectadas y manipuladas por la energía gangrenada que impregnaba el aire?

 

- ¡No! No puedo creerlo. - sobresaltó Rose.

 

- ¡Sí! Me temo que tienes razón. - quejó Hex con horror.

 

Este ataque contra ellos no fue ni un error ni una desafortunada consecuencia de una confusión o de una manipulación del espíritu por la energía mágica que impregnaba el aire tampoco. Fue un ataque calculado, ordenado y bien ejecutado. Sin la intervención del príncipe vampiro, probablemente habrían sido muertos..., bueno, lo habían escapado. Lo que les molestaba aún más.

 

- El bastardo. Parece que no quiere a ningún clan rival frente a él. Por eso, decidió eliminar el clan original, los que siempre habían dirigido nuestra sociedad hasta entonces. -

 

- Sí. Ya no hay duda de que Chris quiere matarnos a todos. Mientras nuestra familia exista, representamos una amenaza para él al frente de los cazadores. - respondió Rose.

 

Chris quería la exterminación total del clan Byron. Ellos lo habián entendido. Esto significaba que ya no podían confiar ni siquiera en los compañeros cazadores. No estaban seguros en ningún lugar.

 

- Sí. ¿Qué vamos a hacer ahora? No podemos permanecernos aquí. - le preguntó Hex.

 

Habían ganado una batalla, cierto, pero mientras el clan Boltger gobernara la sociedad de los cazadores, él enviaría a otros asesinos tras ellos. Y no podrían sobrevivir solos, necesitaban a los otros miembros del clan.

 

- Por ahora, tenemos que escondernos hasta que mi padre y mi madre vuelvan. Sabrán qué hacer. - respondió Rose.

 

Ella se congeló. - ¡Mis padres! - ¡Exclamó de estupor. La duda le invadió, un ligero estremecimiento de miedo. Si fueron atacados, sus padres también. 

 

Hex se acercó a ella y puso sus manos sobre sus hombros, invitándola a mirarle en los ojos.

 

- No te preocupes por ellos. Estoy seguro de que están bien. Son los luchadores más fuertes que conozco. - dijo con un tono tranquilizador. Hizo una pausa y continuó: -No podemos quedarnos aquí. Tenemos que irnos ya, Rose.-

 

Con estas palabras, la joven cazadora recuperó la calma y ella sofocaba el miedo con su confianza en la fuerza de sus progenitores.

 

- Tienes razón, Hex. Vamos, pero primero, tengo que comprobar algo. - dijo, estrechando en su mano el anillo de sol que había regalado a Kenni.

 

Aidan se la había devuelto, acusándola de haber traído la desgracia a la joven vampiresa. Eso significaría que fue ella quien fue la causa de la locura sanguinaria y la muerte de Kenni. Rose no creía especialmente en las palabras del príncipe vampiro, por supuesto, pero este anillo lo había obtenido de Taima, la bruja misteriosa y aliada de Chris. Una pizca de duda se insinuó repentinamente en ella.

 

Ella y Hex fueron a buscar a la bruja. Avanzaron sin decir ni una sola palabra. Sus mentes estaban en otra parte, atrapadas en un torrente de emociones y sentimientos. Tristeza, dolor, miedo, confusión, duda, incertidumbre, desorientación... y una nube de preguntas los asaltaba.

 

¿Qué les sucedería a ellos y a la sociedad de los cazadores? ¿Por qué sucedía todo esto? ¿Qué debían hacer? ¿Qué pasaba en el mundo? ¿Qué es lo que había causado estas desgracias, estos trastornos? ¿Por qué había tanta agitación? ¿Por qué la naturaleza misma parecía tener tanto miedo? ¿De qué? ¿O de quién?




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