Mayo, 7. 2446
07:35 hs
Derek estacionó frente al edificio de apartamentos, al salir la tibieza del aire removió los mechones largos de su cabello, un escalofrío le recorrió la espalda al ver las patrullas de policía detenidas en el otro lado de la calle, la cinta amarilla rodeando la entrada. Se armó de fuerzas, esa llamada le había descolocado por completo, a nadie le gustaba que le llamasen para un reconocimiento.
A paso seguro, cruzó la calle, saltó la cinta de seguridad luego de repetirle su nombre a los oficiales que trataron de impedirle el acceso al creer que solo era un simple civil. Subió los escalones de concreto y entró, una austera sala le recibió, gélida, Derek caminó por sus baldosas a cuadros hasta el ascensor, marcó el piso siete y esperó el agobiante tiempo que tardó el aparato en subirlo a su destino.
Cuando las metálicas puertas se abrieron, su olfato fue golpeado abruptamente, olía a muerto, se estremeció al salir, y ver a los forenses y policías tomando fotografías en el interior del apartamento.
—Señor Miller —le llamó el oficial a cargo, un hombre alto, casi escuálido con el uniforme negro, mirada hundida de color oscuro—. Lamento haberlo sacado de sus obligaciones.
Derek asintió.
—¿Cuál es la situación?
—Hemos encontrado un tatuaje que coincide con los registros en la ACC, así que creemos que el difunto en cuestión pertenece a su clan.
Oír eso le afectó, profundamente, pero no iba a caer al dolor de la posible pérdida hasta verlo, después de todo esto solo era un reconocimiento, podían equivocarse de persona.
—¿Puedo verlo?
—Claro, adelante.
El apartamento estaba lleno de personas extrañas que registraban todo detalle de la escena, revisaban cada punto del lugar, y mientras avanzaba por la sala se sentía en una pesadilla. El olor a muerte se hizo más fuerte al llegar al pasillo, Derek giró a la derecha, se encontró con el baño, y entonces se congeló por completo.
De una de las tres vigas de madera en el techo estaba atada una cuerda, que a su vez estaba atada en un lazo firmemente ajustado al cuello de un hombre que colgaba de espaldas a él. Estaba muerto. Con sus manos temblando ante la horrible escena, Derek giró alrededor, en efecto, el tatuaje coincidía, pero verlo... Era devastador, sobre todo porque el rasgo que lo identificaba era que no tenía un ojo, y una cicatriz profunda bajaba de un lado del rostro, una mirada perdida quedó en su ojo bueno, de un frío color azul que fue determinante.
Arif Anyelev había muerto.
Derek sintió la boca reseca, el dolor punzar dentro del cuerpo, su estómago revuelto con el frío olor de la muerte. Consternado, las lágrimas picaron en sus ojos, se alejó del cuerpo sin vida de Arif.
—Jeanine —habló a través del vínculo sellado que los unía—. Prepara a los demás, lo llevaré de regreso.
—¿Entonces es verdad? —Ella preguntó, su voz mental se cargó con consternación, el vínculo tembló con el dolor emocional—. ¿Murió?
Derek giró, un temblor le recorrió el cuerpo, bajó la mirada con respeto ante aquel que una vez fue su líder de vigilantes, inevitablemente una persona se le cruzó en el doloroso pensamiento, y su corazón se estrujó en su pecho... Ella quedaría devastada...
—Sí... Es Arif.
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Editado: 18.08.2019