Años más tarde…
Probé la galleta de avena de que preparó mi hija esta mañana específicamente para el picnic que solemos hacer todos los sábados, estaba deliciosa. Ella amaba hacer todo tipo de galletas y junto a mis pasteles de manzanas eran furor en el pueblo que estaba cerca de casa, amaba ver su sonrisa cuando los comerciantes y más de todo cuando eran los que no eran de aquí compraban sus galletas.
—Prueba esta galleta Ian—Celeste partió la galleta en un trozo pequeño para que mi hijo pudiera probarla—, la hice especialmente para ti.
Ian entusiasmado sacudió sus bracitos y con alegría se comió el trozo de galleta que le ofrecía su hermana. Emitió un pequeño sonido de alegría cuando estuvo en su boca, él amaba con locura las galletas con chispas de chocolate.
—Para ser un niño de dos años eres muy inteligente—hablé cuando su hermana se distrajo mirando a su padre convertido en lobo jugar con su hermano Mateo, Ian aprovechó la situación y le sacó la galleta restante de sus manos luego se la comió lentamente regalándome una sonrisa en el proceso al ser pillado por mí.
Celeste negó la cabeza con diversión al notar que la galleta ya no estaba.
—Jugaré con ellos—asentí ante sus palabras. Ella fue entre los árboles que estaban cerca de casa y en pocos segundos un pequeño oso fue a jugar con mis chicos, Celeste no había perdido a su forma de oso, ella creía que sí, pero en realidad su osa se escondió para protegerse mejor de ser matada por las drogas experimentales que usaban en Celeste. Emerick estuvo todo el tiempo en el proceso de cambio, ayudándola.
Escuché la risa de Mateo al ver a su hermana, al poco tiempo estaba montado en el lomo del lobo de Emerick. Mateo era un chico bastante enérgico, debía ser por sus rasgos que heredó de su padre, un niño de cuatro años bastante entusiasmado por jugar con su padre todo el tiempo.
Sentí las manos de Ian en mi brazo, lo alcé y le acomodé mejor el pequeño gorrito que llevaba. Ambos estábamos en un manta que habíamos puesto en el suelo, estábamos cerca del lago y a unos metros de la cascada, con diferentes comidas a nuestro alrededor. Mi hijo me dejó un pequeño beso con baba en el cachete, sonreí ante su gesto y lo protegí mejor del sol. Ian heredo mis rasgos la mayor parte era vampira en cambio Mateo era hombre lobo en su totalidad.
Pasaron algunas horas entre juegos y pequeños bocados de galleta por parte de Ian. Sentí los brazos de Emerick que me rodeaban con cuidado sin despertar a nuestro hijo menor que se durmió cómodamente entre mis brazos, mis hijos habían jugado horas junto a su padre, Ian en cambio prefirió quedarse conmigo.
—Mateo le encanta juagar con Nantai el cual está extasiado por la atención y quiere estar la mayor parte del tiempo en control—estaba en solo con los pantalones puestos, se ubicó detrás de mi llevándose una galleta entera de avena a la boca—. Están deliciosas—gritó para que Celeste lo oyera, ella salió detrás de los árboles amarrándose el vestido, había ropa en canastos por todos los alrededores a veces se las rompían cuando no tenían cuidado al transformarse.
Pasó media hora en donde comimos y charlamos en familia, hablando de temas de la semana y emocionados porque dentro de poco mis padres vendrían a pasar algunos días aquí.
—¡Abuuelo! —gritó Ian emocionado cuando nombramos a Matt—, ¡volar! —hizo un gesto con la mano imitando a Matt cuando lo llevaba en su espalda al transformarse en gárgola y luego se tiró a los brazos de su padre que lo atrapó rápidamente.
—Haré galletas de chispas de chocolate para todos, debo hacer muchas porque el abuelo come un montón—Celeste pronunció.
Mateo se levantó y fue hacia el lago. Emerick lo miró y le hizo un gesto a Celeste para que lo siguiera, ambos corrían a la parte baja. Las risas de mis hijos era lo que me daba vida la mayor parte del tiempo.
—Esos dos son como tener dos terremotos a diferentes escalas—murmuró Emerick dándole un poco de jugo de frutilla a Ian que aplaudía entusiasmado.
Miré a mis hijos que casi llegaban a la orilla del lago, Celeste en un momento se tropezó cayendo de manera rara y haciendo que Mateo parara para reírse de ella. Yo solté una pequeña risita que llamó la atención de Emerick, el cual observo la escena divertido.
Pasaron algunos minutos, pero Celeste no se levantó. Mateo llegó a su lado y la sacudía para que se despertara un juego que siempre hacían entre ellos.
Cuando Emerick se puso tenso y se enderezó protegiendo a Ian fue cuando empecé a preocuparme. Puse mis sentidos en alerta, había movimiento que no lograba identificar. Busqué con la mirada a mis otros dos hijos y fue cuando lo vi.
Cazadores.
El grito de mis hijos fue lo siguiente que identifique.
—Toma a Ian y resguárdense— Emerick dijo entre gruñidos y al poco tiempo estaba transformado en lobo yendo al encuentro de nuestros hijos.
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Editado: 29.12.2020