Libro 2. No te dije adiós, el diario de Susan

32. Almas Gemelas


Almas Gemelas 🤍
 


Todo estará bien, todo estará bien, solo cierra los ojos, no pasa nada, recuerda que al final del camino están las personas que más amas, solo falta menos de una hora y ya el tormento que me causa esta vía terminara, aunque no quiera ver el camino, lo conozco de memoria, el olor al pasto que crece debajo de los árboles, el viento me indica que ya vamos a llegar, entre más nos acercamos a las montañas, el viento se hace más fuerte.

Luego de un largo camino para mi, puedo abrir los ojos al oler el aroma que expulsa la chimenea, ese olor a leña ardiendo en fuego, donde seguro están asando un par de malvaviscos, eso quiere decir que también hay chocolate.

"A Gregory no le gustan los malvaviscos"

. . .
 


 

Mi abuelo me mese, moviendo la hamaca de un lado al otro, amo la tranquilidad y la paz que me dan este lugar, siento la brisa jugar en mi cara, y acariciar mis cabellos, la brisa que viene desde las montañas. Quisiera que está paz no terminará, le tengo miedo a la noche, es la que golpea más duro. Cuando se tiene un corazón roto. 
 


—No puedes huir cada vez que algo te lástima, porque te la pasaras huyendo gran parte de tu vida, amo tenerlas aquí, a ti y a tu madre, pero quiero que seas capaz de afrontar todo aquello que te hace daño, quiero que seas capaz de salir adelante sin necesidad de alejarte, sin correr, sin huir mi niña.

—Hay cosas de las que solo debemos alejarnos abuelo, hasta que ya no duelan más.

— ¿Y luego qué?

—No entiendo.

— ¿sabes cuánto tiempo te llevara?

— ¿Como podría saberlo? sabes que no.

—Entonces pasaras un año o dos o quizas tres años, tratando de sanar esa herida y además no solo se trata de sanar, puedes sanar tu corazón, pero tu mente.

— No entiendo ¿Qué hay con mi mente?

— ¿Puedes hacer que olvide? porque tú lo que quieres es olvidar, y te duele saber que así no funciona cariño.

—Abuelo por favor.

El detiene la hamaca en seco, y asoma su cabeza sobre encima de la misma, para alcanzar mis ojos.

—Ven, te quiero mi niña hermosa, quiero que aprendas a ser más fuerte.

Me levanto y voy hacia esos brazos que abre para mí.

—Abuelo, puedes contarme tu historia con la abuela, como ha sido su amor ¿cómo sabias que la amabas? ¿cómo la sentiste?

—Ve por una taza de café para este viejo, mientras organizo mis memorias.

. . .
 


No había una mirada tan espejo, era como ver el cielo desde la altura de alguna montaña donde este mismo se torna estrellado lejos de la ciudad que opaca con sus luces su belleza, así vi sus ojos, la única diferencia que había es que en el cielo no me podía ver reflejado y en su mirada si, esa que conocí hace casi algunas décadas, no sabía que unos ojos podían llegar a brillar tanto, yo me veía ahí tal cuál espejo, cuando ellos ni me pertenecían, me sentí ajeno y perdido, aún así brillaron al mirarme. ¿Quién fue ella? Que con su sonrisa solo me paralizó, ¿Quién es ella? Que sin conocerla me ha tocado por equivocación y me ha despertado. En aquel lejano momento pensaba que sus ojos habían causado algo en mí, hasta que me sonrió. Y aunque no creía en el amor a primera vista, aunque no creía en el amor de mi vida, si creí en las almas gemelas, supe que éramos unas de ellas, en ese pequeño instante que lo entendí mi sonrisa se vio nublada, porque las almas gemelas no estaban destinas a permanecer unidas, solo a amarse toda la vida. Casi una década, y no he visto a pesar de caminar tan lejos, de mirar tantos rostros, no he llegado a encontrar una mirada como aquella, una sonrisa de esas que simplemente te atrapan, te encierran y no te sueltan más, la verdad debes asustarte si la encuentras, seguro te enamorarías, aunque hoy en día las almas están tan envenenadas de dolor, odio, venganza, que es difícil ver una mirada que brille, la mayoría son opacas como el mismo cielo, pero en una noche de lluvia.

Ya han pasado 50 años desde aquella tarde en el campo, donde la brisa opacaba los rayos del Sol, El sol estaba tan radiante desde su altura, tan fuerte lanzando sobre los pastos sus rayos, invadiendo todo aquello que tocaba, queriendo proporcionar calor, sin embargo había una brisa de esas que lleva las ramas de los árboles más débiles de un lado a otro, esas que te inspiran a elevar una cometa, era tan fresca la brisa y corría con tanta libertad por el campo que opacaba al Sol, puesto que no podías sentir el calor del mismo, debido a aquella brisa tan fría.

—Disculpa _escuche la voz tan inocente de una jovencita acercarse por detrás.

—Señorita —me puse nervioso solo con verla.

—Buenas tardes, joven.

—Buenas tardes.

—Lamento descuidarlo de sus obligaciones, ¿Ha visto ud por aca un perro blanco con manchas grandes negras? su nombre es nerón.

—No señorita...

—Margare, pero me puede decir Magui.

—Magui, es muy tierno su nombre. A mi llámeme Luciano por favor, y temo decirle que no he visto su perro nerón pasar por acá.

Esa tarde de verano buscamos desde que nos encontramos hasta el anochecer a su perro nerón, no lo vimos por ningun lado, no había rastros ni huella alguna que nos indicara por donde había pasado, buscamos sin parar, yo por más egoísta que me sentía rezaba para que no lo consiguiéramos todavía, pero que estuviera muy bien, estaba encantado con ella, con caminar sin rumbo a su lado, pasamos por las diferentes granjas preguntando a los vecinos y nadie sabía del cachorro.

—Ya llevamos 3 días buscando a nerón Magui, y no hay rastros de él.

—Luciano hay algo que debo confesarte y me da miedo que puedas enojarte

— ¿Nerón no existe verdad?

—Si existe, solo que la el primer día que lo buscamos al regresar a casa el ya estaba ahí esperando por mi batiendo su cola de un lado a otro todo lleno de lodo, había estado jugando con los cerdos del abuelo.



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En el texto hay: diario, romance, drama

Editado: 16.03.2023

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