Algo sucede entre las masas, la luna lo sabe…
Sus ancestros le enseñaron, la educaron, le mostraron el camino correcto, sabe que algo no está bien.
En el cielo de noche ve claramente la vibración de las ondas delta…
El caos se acerca, la liebre se oculta, Selene lo sabe…
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Se escuchó el golpe al impactar, carne contra carne, luego el golpe al impactar carne contra concreto. Si bien se lo tenía merecido aunque no estuviera justificado a nadie le importaba.
Estábamos acostumbrados al ver historias como esta cada día en los medios, la sorpresa era la indiferencia de la población ante la desdicha ajena. A nadie le preocupan los asuntos de los demás, la única razón por la que podrían llegar a reaccionar de manera agresiva era que sintiera agraviado su patrimonio.
Este no se limitaba al patrimonio de una comunidad, de una familia. Incluso entre parejas (si es que llegaban a existir), no, el patrimonio se refería a las propiedades únicas de un individuo. Propiedades que no tenían oportunidad de ser compartidas con nadie, ni una familia.
Las personas eran ya tan egoístas que no estaban interesadas en tener una pareja, menos aún tener hijos, eso provocó que la población descendiera drásticamente después de una guerra, que, según llegué a escuchar de mi madre, muchos deseaban.
La premisa era que el pueblo estaba ya cansado del maltrato, se había levantado, gracias a la diosa nos había exentado de participar en la guerra mundial que estaba tomando lugar en el mismo momento. Los recursos disminuyeron, la peste resurgió más poderosa. Un nuevo tipo de influenza de distinta cepa y origen desconocido.
Parecía que el fin había llegado, antes del punto de no retorno, en donde la baja población haría insostenible la vida humana, el caos cesó.
No era ya tanto la falta de comida o ingreso; los salarios subieron como el trabajo y las personas se hicieron más ambiciosas. Nunca les bastaba…
No había material genético con el que combinar o escoger; la mayoría de los abortos se practicaban por causas de estética y que no se pensaban mantener a esos niños, así que se optó por una nueva ley: “Por obligación, cada familia tendrá mínimo 3 descendientes de 3 distintos pares de padres para así conservar la genética cada lustro”
Sin embargo la ley no obligaba a criarlos; se formaron organizaciones para hacerse cargo de esos niños y reconstruir la escultura de la madre. Pensaron que sería fácil y saldrían ganando, el gobierno criaría a sus propios esclavos con una mentalidad modificada.
El padre tenía su salario para él, libre de responsabilidad y la posibilidad de tener las relaciones que quisiera, obviamente el matrimonio era ya obsoleto. La madre compartía los beneficios del padre y conservaba el cuerpo por el que trabajaba a cada día tanto. A los hijos no les haría más falta nada, ni comida, techo, vestimenta o educación. La utopía, un mundo feliz para todos…
Aun así no había quien se ofreciera, la gente se había olvidado cómo concebir. Los cuerpos lo habían olvidado, esterilidad era la nueva pandemia, incluso los cuerpos que lo habían logrado la matriz de la madre los lanzaba.
El semen y los óvulos sanos eran recolectados periódicamente, más no los mantenían presos. De alguna forma eso mantuvo al estofado genético.
Poco a poco se fue creando una selección de individuos. Los que demostraban ser más fuertes, más resistentes, más inteligentes o con más habilidades. Se hizo una selección elitista. Inmediatamente eran identificados y separados. Dependiendo de sus capacidades se les obligaba a una educación específica. Sobra decir que su material genético era recabado, el que se tomara el ADN que estaba saludable hacía de estos individuos fértiles. Más fértiles que sus padres. Aquellos que no poseían esas capacidades eran apartados para fungir de recipientes para tener más progenie.
Se hicieron criaderos.
Irónicamente las personas educadas en estos eran más exitosas y ricas que los normales.
Aquí empezó el problema.
El primer ataque pareció ser al azar y tal vez si lo fue, el destino resultó ser muy cruel. Será por el parecido que vio reflejado en el nuevo trabajador. Esta persona que llegó a ocupar su puesto y no únicamente eso, si no ser su jefe y recibir un salario mucho mayor del que jamás vería en su vida.
La cólera se apoderó de uno de los ciudadanos con peor suerte que pudo existir, asesinó al que habría sido su hijo, sin saberlo, inhumanamente, frío y despiadado. Los celos invadieron a cuenta gotas su vida, recordó lo que pudo haber sido y el rencor fue el combustible que lo orilló a tal acto.
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Editado: 14.01.2020