Capítulo 4. La Senda del Abanico Maldito

Noah se había adelantado, como siempre, sacando ventaja de su astucia y recursos. Mientras Amelia y Andrew seguían digiriendo la información que el chamán les había dado, Noah los sorprendió con su propia investigación. Reunidos en el salón, donde la luz tenue del atardecer proyectaba sombras largas, Noah comenzó a hablar con la seguridad característica de quien ya había resuelto el enigma.

“El abanico está oculto en un templo semiabandonado llamado Ryūzen-ji, ubicado en lo más profundo del bosque sagrado Cedar Grove, en Nikkō, una isla de Japón”, explicó Noah, con su tono serio, pero con una chispa de emoción en sus ojos. “El templo, aunque en ruinas, todavía es venerado por algunos monjes que lo protegen, pero su existencia ha sido mantenida en secreto durante siglos por una familia de guerreros, los Takeda”.

Amelia arqueó una ceja, intrigada, mientras Andrew, que había estado absorto en un mapa viejo, levantó la cabeza lentamente.

“¿Cómo conseguiste toda esta información tan rápido?”, preguntó Andrew, con un toque de escepticismo en su voz.

“Aria lo verificó”, respondió Noah con naturalidad, como si fuera lo más obvio del mundo.

Amelia frunció el ceño, confundida. “¿Aria?”

“Mi inteligencia artificial avanzada”, dijo Noah con una media sonrisa.

Andrew soltó una pequeña risa incrédula y negó con la cabeza: “Vaya, ser rico definitivamente tiene ventajas”.

Noah se encogió de hombros, aunque la sombra de una sonrisa se mantenía en su rostro: “Al parecer”, continuó, “el abanico fue maldecido después de la muerte de Yoritomo por su propio hermano, Minamoto no Yoshitsune. Yoshitsune fue traicionado y ejecutado por órdenes de Yoritomo. Pero antes de morir, lanzó una maldición sobre el abanico, jurando que cualquier persona con intenciones oscuras quedaría atrapada en la ´pintura viviente´. Ahí, revivirían eternamente los horrores de la historia violenta de Yoritomo”.

Andrew, que había estado en silencio, intervino, su rostro serio.

“También se dice que aquellos que ingresan a la pintura no solo deben soportar los horrores de la guerra y las traiciones, sino que se ven forzados a tomar decisiones morales. Decisiones que no son fáciles y desgastan poco a poco su humanidad. Si pierden toda su esencia... se convierten en parte del paisaje maldito, condenados a revivir eternamente su papel en la pintura”.

Noah lo miró sorprendido: “¿De dónde sacaste eso?”

Andrew sonrió con orgullo, apoyando su peso en la mesa.

“¿Recuerdas nuestro blog, Nexo Paranormal? Tenemos seguidores de todo el mundo. Publiqué un anuncio para que cualquier persona con información sobre la leyenda del abanico se pusiera en contacto conmigo. Esta versión fue la más coherente con lo que ya sabemos.

Noah asintió, impresionado: “Vaya, definitivamente no me equivoqué con ustedes”.

Amelia, que había estado escuchando en silencio, finalmente rompió su concentración: “Todo esto suena peligroso... y apenas estamos empezando”.

Noah miró a Amelia con una expresión seria, como si ya estuviera preparado para lo peor.

“Lo primero que debemos hacer es viajar al lugar. E ir por las armas”.

Amelia lo miró sorprendida: “¿Armas? ¿Qué armas?”

Andrew también se enderezó, mirándolo con cautela: “¿Armas para qué?”

Noah mantuvo su mirada firme y explicó sin rodeos.

“Parece que mi talismán no solo me protege de la maldición de las pinturas, sino de todas las maldiciones. Pero ustedes... aún están desprotegidos. Necesitamos algo más, algo que podamos usar si las cosas se salen de control”.

Andrew frunció el ceño, pensando en la gravedad de la situación.

“Tienes razón. No podemos enfrentarnos a esto sin protección... especialmente si el abanico está cerca, somos vulnerables”.

Amelia, con su habitual pragmatismo, preguntó lo que ambos querían saber: “¿De dónde sacaremos las armas?”

Noah sonrió, pero esta vez no había diversión en su rostro, solo determinación.

“Son armas espirituales. Instrumentos diseñados específicamente para enfrentarse a lo que viene. Segúan Aria debemos ir al Santuario de los Tres Espíritus, está cerca de Nikkō”.

“Al parecer todo está en Japón”, dijo Andrew mirando fijamente su blog.

“El chamán dijo que la mayor concentración de maldiciones esta ahí, también es la razón por la que hay tantas protecciones de las mismas”, contestó Noah. “Este santuario fue erigido por antiguos monjes guerreros para resguardar armas sagradas, que fueron bendecidas con el poder de la naturaleza y los espíritus protectores de la tierra. Estas armas fueron diseñadas específicamente para combatir maldiciones, debemos obtenerlas”.

La habitación se llenó de silencio. Las palabras de Noah resonaban en el aire, cargadas de promesas y advertencias. Sabían que no sería fácil, pero ninguno de ellos estaba dispuesto a retroceder.

.....

Noah, Amelia y Andrew no tardaron mucho en estar en rumbo a Japón. Desde el momento en que subieron al avión, Amelia y Andrew estaban llenos de emoción, como si fueran niños en su primera gran aventura. Ambos no dejaban de tomarse fotos, documentando cada momento con sus móviles. Para ellos, salir del país por primera vez era una experiencia inolvidable, y estaban decididos a disfrutarla al máximo.

En cuanto aterrizaron en el aeropuerto de Narita, su entusiasmo se disparó aún más. Corrían de un lado a otro, impresionados por cada detalle. A pesar del largo viaje, su energía parecía inagotable. Trasbordaron a Fukuoka sin perder ni un segundo, aprovechando cada oportunidad para hacer transmisiones en vivo y compartir su emoción con sus seguidores.

Noah, por otro lado, los observaba desde atrás, con una mezcla de paciencia y resignación. Para él, Japón no era una novedad. Había estado allí tantas veces que los paisajes y los aeropuertos no le causaban el mismo asombro que a sus compañeros.

“¿Podemos irnos ya?, preguntó Noah, tratando de sonar calmado mientras los veía correr de un lado a otro. “Debemos tomar un auto al Santuario de los Tres Espíritus”.