Lienzo oscuro.

Capitulo 1.

Capítulo 1.

 

Martes 15 de febrero.
Ese fue el día de su perdición y el de su salvación.

Probablemente no en ese orden, Lena incluso meditaba si no habían ocurrido ambos al mismo tiempo. Si una semana atrás, mientras ella cruzaba el umbral de la Asociación de Arte de su ciudad, ubicada en el centro de la misma, su hermano moría.
Por supuesto que no recibió la dichosa llamada hasta casi una hora después, cuando su risa y las de sus compañeros salían por una ventana, llevadas por el viento. Lo recordaba con tortuoso detalle.

  • - ¿Lena?

 

Pestañeó lentamente, dándole tiempo a sus ojos de enfocarse en la realidad. Delante de ella, una pintura a medio terminar representaba al elemento que le habían asignado: el aire. Lena prefirió otorgarle cierta forma humana a su creación, una doncella nívea como el lienzo intacto donde reposaba, y pintar a su alrededor de manera que el contexto la moldeara, a excepción de los rasgos de la cara. Esos ojos grises le devolvían la mirada con expresión serena, al contrario de su autora que a su vez, con sus ojos verdes, le reclamaba que le trajera su risa de vuelta.

  • - ¿Lena, te encuentras bien?
  •  
  • - Si, lo siento –respondió usando una sonrisa avergonzada.
  •  

A su lado derecho, Abigail, con su propio lienzo, la miraba ceñuda. Por lo que se apresuró a agregar en dirección al profesor, de pie a su izquierda:

  • - Estoy muy concentrada, eso es todo –ensanchó su sonrisa, su sonrisa de emergencia.
  •  
  • - Muy bien, decía que me ha parecido una gran idea la que has tenido pero que podrías probar con más colores, y utiliza un pincel más fino para los detalles –tras asentirle levemente, volvió a su escritorio.

 

Suspiró bajito y se puso manos a la obra nuevamente.

  • - Solo pintas en tonos grises desde aquel día, aunque el profesor te aconseja que no lo hagas –aventuró Abi.
  •  
  • - Pero no me obliga, él sostiene que las obras de un artista son el reflejo de su alma, por lo que no deberían pintar algo que no sienten.

 

Y Lena sentía que su alma no hacía más que atravesar un opaco degradé que empezaba con un leve gris y terminaba en un oscuro y hambriento negro. El punto de la carrera en el que se encontraba era un gris ennegrecido. 

  • - Dante y yo iremos por unos batidos a la salida. ¿Quieres acompañarnos?, ya sabes, como en los viejos tiempos –había esperanza en su voz.

 

Lena pensó que tenía unos amigos maravillosos y odiaba que eso no la hiciera sentir mejor.

  • - Seguro, pero nada de besos delante de mí –bromeó sin sentir gracia alguna.

 

En el mostrador de la cafetería, Lena sostenía un equivocado batido de vainilla mientras que sus amigos la esperaban en una mesa al fondo. Era la segunda y última en esa fila de dos, el hombre de adelante volteó para retirarse con su pedido para llevar en su mano. Ambos se congelaron al verse.

  • - Oficial Thonet –gruñó Lena.
  •  
  • - Señorita Foissard –y elevando sus cejas siguió:- Adivino que no es de su agrado verme.
  •  
  • - Entenderá que su voz y su rostro solo me traen malos recuerdos, y hablando de ello… ¿Cuándo se me devolverán las pertenencias de mi hermano?
  •  
  • - Voy de civil, es mi día libre. Puede pasar mañana por el departamento de policía y hacer las averiguaciones pertinentes. Hasta entonces, señorita Foissard.

 

Pero Thomas Thonet, casi dos cabezas más alto que Lena y de anchos hombros, solo pudo alejarse dos pasos antes de que una mano de acero (o eso le pareció a él) sobre su muñeca lo retuviera en su lugar. 

  • - Por favor –insistió ella.

 

El oficial relajó sus músculos y con una seña hecha por su cabeza rubia, indicó una mesa. Lena bajó los ojos a su batido que debería ser de chocolate para luego erguirse y seguirlo. Se sentaron frente a frente.

  • - Comprendo que esté pasando por un momento difícil, –empezó Thomas- pero pienso que usted quiere ignorar lo más importante, la computadora y el celular de su hermano son ahora parte de una investigación, se lo expliqué durante el allanamiento de su departamento, tendrá que prescindir de los objetos hasta que ya no nos sean útiles, señorita.
  •  
  • - Y yo ya le expliqué que es imposible que Lio estuviera metido en algo como eso, lo habría sabido de ser así.
  •  
  • - Lena, ¿puedo llamarte así? –pero no esperó a que respondiera-. Estos casos son comunes, los muchachos ingresan en pandillas, consiguen drogas, participan en peleas ilegales, infinidades de cosas, y créeme que muchas veces, las familias son las últimas en saberlo.
  •  
  • - Eso no tiene sentido, puede que no lo controlara demasiado pero hubiese notado algún comportamiento extraño, estoy segura de que Lio es inocente de lo que sea que lo acusen.
  •  
  • - No acusamos a los muertos –y quiso golpearse por su falta de tacto. La expresión de Lena había pasado de terca a derrotada-. Mira, estoy seguro de que tu hermano era muy bueno contigo, pero estaba metido en algo gordo, cayó en una emboscada, y se encontraba del lado del que vinieron las primeras balas, estuve ahí, lo vi. Apuesto a que quieres sus cosas devuelta solo porque la policía las tiene, acepta los hechos y colabora con nosotros con cualquier cosa que recuerdes. Tu amor por Lionel no tiene ni debe cambiar a pesar de lo que te enteraste.
     
  • - ¿Al menos puedes decirme cuál es esa investigación a la que aportaría de saber algo?
  •  
  • - Tráfico de drogas, armas y prostitución. Bueno, las últimas dos son suposiciones, por ahora.

 

¿Drogas, armas y prostitución? Lena no podía salir de su estupor. ¿Relacionaban a Lio con esas atrocidades?
Thomas se puso de pie y ella lo miró a los ojos cuando él continuó:

  • - He hablado un poco de más, no lo vayas repitiendo por ahí, podría generarse cierto pánico. Te dejé mi tarjeta el día del allanamiento, mi número está en ella –le explicó como si tuviera miedo de pisar un escalón en falso y meter la pata por segunda vez-. Puedes llamarme si tienes alguna inquietud, no te preocupes por el horario.



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En el texto hay: ciudad, romance, detectives

Editado: 29.01.2019

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